En la marcha!, por un panorama más templado y humano en el final de todas las cuentas.
Gratitud para Les Temps Modernes y esa labor casi arqueológica de reediciones que realiza sobre la escena after-punk y new wave europea (de fines de los 70's- comienzo 80's), cuantas bandas desconoceríamos si no fuera por su brazo mecánico que revuelve entre basura, años y estilos, apartando ciertos tesoros que duermen el sueño eterno en el retiro más absoluto, tal es el caso de los belgas Isolation Ward activos entre 1979 y 1983.
Corría el año 1979, eran tiempos intensos, difíciles y parecía que el mundo se acababa, en Inglaterra había aparecido el punk y luego el angustiante aviso del disco "Unknown Pleasures" de Joy Division que abrió una grieta tan honda como cortante, la mala semilla no tardaría mucho en alterar otras zonas, Bruselas fue una de las primeras ciudades comprobantes, allí se encontraba el subterráneo sello Les Disques Du Crépuscule con Michel Duval y Annik Honnoré (luego conocida como 'la otra novia' de Ian Curtis) a la cabeza y con la mirada fijada en el post-punk-dark salido de Manchester en cajitas de Factory Records, ellos mismos descubrieron en una tocata a estos chicos desgarbados y raros llamados Isolation Ward y de inmediato les grabaron su primer single "Lamina Christus" en 1982, pero la historia había comenzado tres años antes cuando Stéphane Willocq (guitarra) y Jean-Pierre Everaerts (bajo) hicieron un fanzine punk y lo titularon Isolation Ward, no alcanzaría a pasar un año y ya estaban convertidos en una banda junto a Thierry Heynderickx en teclados (y trompeta ocasional) y Etienne Vernaeve en percusiones, Nathalie Bourlard fue su primera vocalista y luego Anne Kinna la definitiva hasta fines de 1983.
La música que Isolation Ward grabó es fría, alejada y por momentos claustrofóbica, guitarras ezquizoides que flotan y juguetean sobre una base ritmica primaria y minimalista, desde la neblina se cuelan los chillidos de Anne como una Siousxie desganada en 'la sala de aislamiento', no pasaría mucho tiempo para que compartieran escenario con gente como The Birthday Party, Antena, 23 Skidoo, The Durutti Column y los mismos Banshees, la flor y nata de una escena de cabellos escarmenados, chaquetones largos y mucho delineador, epicentro en la conexión Factory + Les Disques du Crépuscule lo que luego se conocería como Factory Benelux. Y claro a estos muchachos les tocó justo encontrarse en esa bolsa de gatos y no decepcionaron con canciones tan certeras como "Deadlock", "Hope And Despair", la bella "Illusions", la mutante "Dangerous" o la malancólica "Absent Heart" un single de 1983 que bajaría el telón de este trazo puro y breve en la coldwave belga 80's, es extraño y lamentable que Isolation Ward nunca publicara un álbum, se tuvieron que corformar con dos casettes postúmos editados en 1984 por el sello Présence, tendrían que pasar 25 años hasta 2009 cuando los ingleses de LTM rescataron sus grabaciones en esta mágnifica recopilación llamada "Point Final", haciendo justicia como una verdadera ofrenda para esta rareza extravíada en plena guerra fría y los nuevos tiempos del baile hechizado. Ahora sí, se quedan acá con nosotros, entre sensaciones de temor, ilusiones y recogimiento. Grandes.
Raúl Cabrera H.
La música que Isolation Ward grabó es fría, alejada y por momentos claustrofóbica, guitarras ezquizoides que flotan y juguetean sobre una base ritmica primaria y minimalista, desde la neblina se cuelan los chillidos de Anne como una Siousxie desganada en 'la sala de aislamiento', no pasaría mucho tiempo para que compartieran escenario con gente como The Birthday Party, Antena, 23 Skidoo, The Durutti Column y los mismos Banshees, la flor y nata de una escena de cabellos escarmenados, chaquetones largos y mucho delineador, epicentro en la conexión Factory + Les Disques du Crépuscule lo que luego se conocería como Factory Benelux. Y claro a estos muchachos les tocó justo encontrarse en esa bolsa de gatos y no decepcionaron con canciones tan certeras como "Deadlock", "Hope And Despair", la bella "Illusions", la mutante "Dangerous" o la malancólica "Absent Heart" un single de 1983 que bajaría el telón de este trazo puro y breve en la coldwave belga 80's, es extraño y lamentable que Isolation Ward nunca publicara un álbum, se tuvieron que corformar con dos casettes postúmos editados en 1984 por el sello Présence, tendrían que pasar 25 años hasta 2009 cuando los ingleses de LTM rescataron sus grabaciones en esta mágnifica recopilación llamada "Point Final", haciendo justicia como una verdadera ofrenda para esta rareza extravíada en plena guerra fría y los nuevos tiempos del baile hechizado. Ahora sí, se quedan acá con nosotros, entre sensaciones de temor, ilusiones y recogimiento. Grandes.
Raúl Cabrera H.
El dolor puede manifestarse mediante una lágrima o un grito. Una melodía sencilla compuesta por dos acordes es suficiente para describir la mierda que se acumula en nuestro interior, pero Jamie Stewart, el líder natural de Xiu Xiu, es un tipo demasiado perturbado, demente y depresivo como para contentarse con una guitarra o un piano. Las melodías (algunas ni siquiera deberían llamarse así) que pueblan "Always" (9° álbum sin contar colaboraciones, live recordings y rarezas) producirán sensaciones incomodas en el que se atreva a escucharlo, desde las confusión hasta la rabia más desesperante.
Hace diez años que se engendró Xiu Xiu y sus transformaciones han sido constantes. Los sonidos de la banda no han parado de mutar consiguiendo en el mejor de los casos enriquecer sus melodías y en el peor, experimentar abruptamente con la electrónica. El viaje les ha llevado desde los rudimentarios instrumentos de percusión que utilizaban en discos como "Fabulous Muscles" (tomlab, 2004), hasta el synth pop más enrabietado de sus últimos trabajos. ¿Está todo inventado? No todo, en su anterior largo, "Dear God, I hate Myself" (kill rock stars, 2010) llegaron a utilizar la Nintendo DS en alguna de las composiciones (como no olvidar la exasperante "Chocolate Makes You Happy"). ¿Una ridícula provocación o un atrevimiento genial? Me decanto más por lo primero, pero no le quito mérito.
Con "Always" el conjunto californiano ha celebrado su aniversario fulminado distintos géneros para crear atmósferas muy diferentes entre sí. Una enriquecedora experiencia donde los sintetizadores chillan mientras la voz de Stewart pide clemencia. Todo comienza con un saludo, un saludo envenenado, claro. El electro pop más limpio del disco se pone a disposición de frases como: “If you’re wasting your life, say ‘hi’ / If you’re alone tonight, say ‘hi’”. Después nuestros oídos serán atraídos por un espejismo, tres canciones optimistas que nos abrirán la puerta a sensaciones mucho más oscuras. El excelente uso de los coros y una guitarra sesentera en mitad de "Joey’s Song" convierten este corte en uno de los más accesibles. La voz endulzada de Angela Seo hace lo propio en "Beauty Towne".
En mitad de este mar en calma, que paradójicamente recuerda a los Hot Chip más experimentales, llega "I Luv Abortion", una abominación insalvable. Una performance ruidosa sin ningún sentido que lo único que provoca es rechazo. Cuando acaba la tortura Stewart se mete en otro charco completamente distinto donde su temblorosa voz acompaña a un piano triste y donde cada nota está ensombrecida por la culpa, hablo de "The Oldness". Xiu Xiu demuestran que también saben abrumar con pocos instrumentos, también ocurre en la maravillosa "Factory Girl" donde la guitarra guía la melancolía de Stewart. Una delicia.
La new wave tiene una leve presencia en la ambigüedad de "Born To Suffer". Resulta difícil no acordarse de ese atractivo icono con un ojo de cada color. La canción, que comienza magníficamente, se desvanece hasta caer en la enajenación incontrolada. Y con esta tónica amarga termina el álbum.
Stewart ensombrece el semblante para hablarnos de un niño afgano asesinado por los soldados estadounidenses en una tenebrosa canción extrañamente pegajosa llamada "Gul Muddin". Llegamos al final, donde el complejo reto que propone Xiu Xiu culmina con "Black Drum Machine", un retrato preciosista sobre el incesto y el abuso sexual que Stewart adorna con violines suplicantes mientras su voz brama sin parar: “I’m sorry, I’m sorry, I’m sorry, I’m sorry”.
Doce canciones después Xiu Xiu no conseguirá que ames su último trabajo, pero el recorrido que propone "Always" es excitante e imprescindible. Afortunadamente, su complejidad musical perdurará en la memoria mucho más de lo que aguanta su irritante tono depresivo.
por Pedro Moral
desde Hablatumúsica
Hace diez años que se engendró Xiu Xiu y sus transformaciones han sido constantes. Los sonidos de la banda no han parado de mutar consiguiendo en el mejor de los casos enriquecer sus melodías y en el peor, experimentar abruptamente con la electrónica. El viaje les ha llevado desde los rudimentarios instrumentos de percusión que utilizaban en discos como "Fabulous Muscles" (tomlab, 2004), hasta el synth pop más enrabietado de sus últimos trabajos. ¿Está todo inventado? No todo, en su anterior largo, "Dear God, I hate Myself" (kill rock stars, 2010) llegaron a utilizar la Nintendo DS en alguna de las composiciones (como no olvidar la exasperante "Chocolate Makes You Happy"). ¿Una ridícula provocación o un atrevimiento genial? Me decanto más por lo primero, pero no le quito mérito.
Con "Always" el conjunto californiano ha celebrado su aniversario fulminado distintos géneros para crear atmósferas muy diferentes entre sí. Una enriquecedora experiencia donde los sintetizadores chillan mientras la voz de Stewart pide clemencia. Todo comienza con un saludo, un saludo envenenado, claro. El electro pop más limpio del disco se pone a disposición de frases como: “If you’re wasting your life, say ‘hi’ / If you’re alone tonight, say ‘hi’”. Después nuestros oídos serán atraídos por un espejismo, tres canciones optimistas que nos abrirán la puerta a sensaciones mucho más oscuras. El excelente uso de los coros y una guitarra sesentera en mitad de "Joey’s Song" convierten este corte en uno de los más accesibles. La voz endulzada de Angela Seo hace lo propio en "Beauty Towne".
En mitad de este mar en calma, que paradójicamente recuerda a los Hot Chip más experimentales, llega "I Luv Abortion", una abominación insalvable. Una performance ruidosa sin ningún sentido que lo único que provoca es rechazo. Cuando acaba la tortura Stewart se mete en otro charco completamente distinto donde su temblorosa voz acompaña a un piano triste y donde cada nota está ensombrecida por la culpa, hablo de "The Oldness". Xiu Xiu demuestran que también saben abrumar con pocos instrumentos, también ocurre en la maravillosa "Factory Girl" donde la guitarra guía la melancolía de Stewart. Una delicia.
La new wave tiene una leve presencia en la ambigüedad de "Born To Suffer". Resulta difícil no acordarse de ese atractivo icono con un ojo de cada color. La canción, que comienza magníficamente, se desvanece hasta caer en la enajenación incontrolada. Y con esta tónica amarga termina el álbum.
Stewart ensombrece el semblante para hablarnos de un niño afgano asesinado por los soldados estadounidenses en una tenebrosa canción extrañamente pegajosa llamada "Gul Muddin". Llegamos al final, donde el complejo reto que propone Xiu Xiu culmina con "Black Drum Machine", un retrato preciosista sobre el incesto y el abuso sexual que Stewart adorna con violines suplicantes mientras su voz brama sin parar: “I’m sorry, I’m sorry, I’m sorry, I’m sorry”.
Doce canciones después Xiu Xiu no conseguirá que ames su último trabajo, pero el recorrido que propone "Always" es excitante e imprescindible. Afortunadamente, su complejidad musical perdurará en la memoria mucho más de lo que aguanta su irritante tono depresivo.
por Pedro Moral
desde Hablatumúsica
En los costados de las canciones, en los márgenes de las melodias, ahi es donde Tim Kinsella y su clan de fundamentalistas encuentran la cuna de su música. Entre la ensoñación y la violencia cotidiana, como en una muerte súbita, Joan Of Arc compone canciones como si se jugara con plastilina: las moldean a su gusto, las destrozan, las recuperan y las lanzan a la invitable gestación de la sopresa, del azar. Uno nunca sabe con qué se va a topar. Sin duda, las canciones de este "Flowers" son mas accesibles que el resto de sus anteriores experimentos, pero no por eso pierden ninguna de sus mañas. Las canciones siguen siendo mutantes, pequeñas deformaciones que encuentran su cura bajo los efectos de algún analgésico, de algúna pesadilla feliz.
Lo interesante es que el sonido logrado por Joan Of Arc en este trabajo nos lleva otra vez hacia ese refinado antro de disconformidad creativa usada en los mejores tratados de la desdeñada etiqueta del post rock y que acá vuelve a florecer justamente, como una alargada línea de detalles, quiebres y liberación solapada, rock matemático en el mejor sentido de la definición que igual se queda corta, precisión no es igual a redundancia, el post rock de Chicago se alimenta de diversas fuentes con un fuerte arraigo en los ambientes sincopados y exploratorios, al final mirando estas flores sonoras descubrimos esa luz austera que sana, algo cercano a lo entregado en los mejores tiempos de Tortoise, Slint, Shellac, The Sea And Cake y hasta Don Caballero, guardando las proporciones y sin afán de dañar susceptibilidades por supuesto.
Parece que la muerte del rock no estaba tan muerta como pensabamos. Duermevela.
Raúl Cabrera H.
Parece que la muerte del rock no estaba tan muerta como pensabamos. Duermevela.
Raúl Cabrera H.
Foreign Body es como un extraño sueño en varias escenas aparentemente inconexas que tienen, sin embargo, un hilo conductor común que no acaba de hacerse consciente.
Será por la inesperada conexión de estas dos muchachas en Mirrorring; Liz Harris y los paseos nocturnos de su proyecto Grouper con la fragilidad esencial de Jesy Fortino alias Tiny Vipers, juntas crean un mundo paranormal que han definido con clarividencia en este 'cuerpo extraño' y necesario.
"Fell Sound" es la primera escena: flotas plácidamente en una neblina luminosa en la que se confunden la paz y la tristeza entre las lánguidas reverberaciones de una melodía hermosa y atmosférica que se graba en tu memoria al instante, o tal vez la recuerdas de un sueño anterior. Luego llega la desnudez de "Silent From Above"
Y el enamoramiento se materializa.
El dream folk toma forma de nuevo en "Cliffs", una canción enigmática con interludios ambient y un fraseo de guitarra que te acompaña por un viaje difícil de alcanzar pero hermoso. El sueño se va desdibujando en abismos de melancolía contemplativa a través de "Drowning the Call" y "Mine", hasta el oscuro aislamiento de "Mirror of Our Sleeping", tan simple como efectiva. En suma, un sueño agridulce, de innegable brillantez y belleza, al tiempo que casi doloroso en su tristeza somnolienta.
Habrá que dejarse llevar un poco más y esperar que decante el arrullo. Otro viaje celeste sostenido por el prestigioso sello Kranky, relación y semblanza.
Sueños Esquimales
Texto citado de http://dreamfolk.blogspot.com
Ella, Lorelle, es in; Alberto, The Obsolete, es out. Él es responsable de la batería, las percusiones, el bajo y las guitarras; ella se hace cargo de las voces, la guitarra y el bajo. Ambos, ya como Lorelle Meets the Obsolete, llegaron al Distrito Federal, provenientes de Guadalajara, y en los meses recientes, se han convertido en un grupo de culto, en la clase de banda cuya reputación crece conforme el rumor, el boca en boca, se expande.
No es para menos, su música es sucia, vital, una mezcla de sicodelia y shoegaze en la que también hay espacio para los sonidos etéreos, aunque éstos aparecen masacrados, casi desfigurados en la mezcla de un par de producciones discográficas: el LP "On Welfare" (captcha records, 2011) y el EP "Ghost Archives" (captcha records, 2012).
Aunque Lorelle Meets the Obsolete parece haber caído del cielo, su historia es más mundana, aunque no exenta de peculiaridades.
Lorelle cuenta la génesis de la agrupación: “Llevábamos años con otra banda en la que llegamos a ser seis integrantes y la experiencia no fue tan positiva, así que eso sembró en nosotros la semilla de querer formar un proyecto que fuera un dueto. Por otro lado, en el 2010 me quedé sin trabajo, tuve más tiempo para componer. Cuando tenía varias canciones decidimos grabarlas. Beto les agregó más guitarras, baterías, bajos, teclados y compuso también unas cuantas que iban perfecto con las demás. Las canciones que surgieron azarosamente se convirtieron en el pretexto perfecto para conformar la banda que siempre habíamos querido tener”.
El dueto canta en inglés, no porque tenga en mente la hoy tan sobada internacionalización, sino más bien por la influencia de aquellas bandas extranjeras que en su momento los marcaron. Sin embargo, Lorelle reconoce no saber “si es algo definitivo, aunque al menos ahora es nuestra mejor forma de expresarnos”.
La música de Lorelle Meets the Obsolete que en concierto se hace acompañar por Chivo (Los Mundos) en la batería y Héctor (Nos llamamos) en el bajo, viaja a partes iguales por los vericuetos trazados por la sicodelia, lo dark (en menor medida) y lo etéreo, como si fuera una cruza entre The Jesus and Mary Chain y Cocteau Twins. De ese acercamiento a la sicodelia, dice Alberto: “Es una vena que siempre nos ha interesado explorar y en la que nos sentimos honestos. Creo que Lore y yo partimos de un contexto musical similar y el resultado en nuestra música es la mejor combinación entre nuestras personalidades como músicos. Lore camina por un lado más cavernoso, como el fuzz del primer The Jesus and Mary Chain o The Cramps. Yo me refugio en capas de delay y reverb. Es chistoso, porque si ves nuestras pedaleras te darías cuenta inmediatamente de lo que estoy hablando, jajajaja. Es el reflejo del cruce que mencionas”.
"On Welfare", decíamos atrás, es una colección de canciones sórdida, atascada de mugre. Pensar en una producción transparente, nítida, es como un insulto, porque incluso desde su portada (la propia Lorelle con su guitarra en tonos predominantemente negros y grises), el grupo habla de la víscera como prioridad. Dice Alberto: “El carácter del sonido de 'On Welfare' tiene algo que ver con tratar de aprovechar al máximo las herramientas de que disponíamos en el momento. Lo grabamos durante el 2010 en mi cuarto, en Guadalajara. Con equipo propio y prestado. Logramos reunir algunos micrófonos, monitores, pre amps y hasta una máquina de cinta decente y el resultado es una imagen de nosotros mientras tratábamos de usar ese equipo sobre la marcha”.
Al iniciar el 2012, el EP "Ghost Archives" ha visto la luz. Se trata, en sus propias palabras, de un disco de transición, una puerta de entrada al universo de Lorelle Meets the Obsolete que funciona como pivote para encarar "On Welfare" y prepararse para la edición de la segunda placa de la banda. Para Alberto, el sentimiento detrás de este EP “es completamente diferente a 'On Welfare'. Viene de una época de enojo, un poco de frustración e inestabilidad. Lo grabamos muy rápido, porque la situación en que vivíamos no nos permitía extendernos y es la perfecta transición entre el primer LP y el segundo, que justo acabamos de terminar”.
Antenas preparadas
por David Cortés
desde el blog de la mosca
No es para menos, su música es sucia, vital, una mezcla de sicodelia y shoegaze en la que también hay espacio para los sonidos etéreos, aunque éstos aparecen masacrados, casi desfigurados en la mezcla de un par de producciones discográficas: el LP "On Welfare" (captcha records, 2011) y el EP "Ghost Archives" (captcha records, 2012).
Aunque Lorelle Meets the Obsolete parece haber caído del cielo, su historia es más mundana, aunque no exenta de peculiaridades.
Lorelle cuenta la génesis de la agrupación: “Llevábamos años con otra banda en la que llegamos a ser seis integrantes y la experiencia no fue tan positiva, así que eso sembró en nosotros la semilla de querer formar un proyecto que fuera un dueto. Por otro lado, en el 2010 me quedé sin trabajo, tuve más tiempo para componer. Cuando tenía varias canciones decidimos grabarlas. Beto les agregó más guitarras, baterías, bajos, teclados y compuso también unas cuantas que iban perfecto con las demás. Las canciones que surgieron azarosamente se convirtieron en el pretexto perfecto para conformar la banda que siempre habíamos querido tener”.
El dueto canta en inglés, no porque tenga en mente la hoy tan sobada internacionalización, sino más bien por la influencia de aquellas bandas extranjeras que en su momento los marcaron. Sin embargo, Lorelle reconoce no saber “si es algo definitivo, aunque al menos ahora es nuestra mejor forma de expresarnos”.
La música de Lorelle Meets the Obsolete que en concierto se hace acompañar por Chivo (Los Mundos) en la batería y Héctor (Nos llamamos) en el bajo, viaja a partes iguales por los vericuetos trazados por la sicodelia, lo dark (en menor medida) y lo etéreo, como si fuera una cruza entre The Jesus and Mary Chain y Cocteau Twins. De ese acercamiento a la sicodelia, dice Alberto: “Es una vena que siempre nos ha interesado explorar y en la que nos sentimos honestos. Creo que Lore y yo partimos de un contexto musical similar y el resultado en nuestra música es la mejor combinación entre nuestras personalidades como músicos. Lore camina por un lado más cavernoso, como el fuzz del primer The Jesus and Mary Chain o The Cramps. Yo me refugio en capas de delay y reverb. Es chistoso, porque si ves nuestras pedaleras te darías cuenta inmediatamente de lo que estoy hablando, jajajaja. Es el reflejo del cruce que mencionas”.
"On Welfare", decíamos atrás, es una colección de canciones sórdida, atascada de mugre. Pensar en una producción transparente, nítida, es como un insulto, porque incluso desde su portada (la propia Lorelle con su guitarra en tonos predominantemente negros y grises), el grupo habla de la víscera como prioridad. Dice Alberto: “El carácter del sonido de 'On Welfare' tiene algo que ver con tratar de aprovechar al máximo las herramientas de que disponíamos en el momento. Lo grabamos durante el 2010 en mi cuarto, en Guadalajara. Con equipo propio y prestado. Logramos reunir algunos micrófonos, monitores, pre amps y hasta una máquina de cinta decente y el resultado es una imagen de nosotros mientras tratábamos de usar ese equipo sobre la marcha”.
Al iniciar el 2012, el EP "Ghost Archives" ha visto la luz. Se trata, en sus propias palabras, de un disco de transición, una puerta de entrada al universo de Lorelle Meets the Obsolete que funciona como pivote para encarar "On Welfare" y prepararse para la edición de la segunda placa de la banda. Para Alberto, el sentimiento detrás de este EP “es completamente diferente a 'On Welfare'. Viene de una época de enojo, un poco de frustración e inestabilidad. Lo grabamos muy rápido, porque la situación en que vivíamos no nos permitía extendernos y es la perfecta transición entre el primer LP y el segundo, que justo acabamos de terminar”.
Antenas preparadas
por David Cortés
desde el blog de la mosca
El más grande guitarrista con vida. Así de simple, así de categórico. Más de alguno pensará lo contrario, otros pensarán en alguien distinto para tener es categoría, y otros tan siquiera lo conozcan, pero para mí no hay más que él, y del resto todos me parece que no alcanzan la profundidad ni la carga emocional a la que Loren con tan solo los mínimos recursos logra alcanzar. Sí, puede que esto sea una cuestión de gustos, pero no es solo eso, y para percibirlo es necesario adentrarse en los misterios que esconden sus piezas, en las muchas aristas que tiene su música, aunque parezca lo contrario. Yo una vez lo hice, hace un tiempo ya, y no he podido salir de él. Con una carrera inabarcable, que comienza en 1978, y de la que algo hemos hablado en esta página –aún queda mucho por recorrer–, allá por 1998 deja el MazzaCane y solo nos queda el Connors. Sin embargo, el uno y el otro es parte de un mismo cuerpo musical, de lo cual este disco es un continuador, y el primero en cuatro años en solitario y con material nuevo desde “The Hymn Of The North Star” (Family Vineyard, 2007).
“Red Mars”, este su último disco hasta hoy nos revela una vez más el poder subyugador de Connors, un artista en plena vigencia, ya con sus 61 años en su cuerpo, y con su enfermedad de Parkinson, la que ha padecido por un buen lapso. Nada, ni el tiempo le impide que siga creando arte, un arte sin duda mayor. Este trabajo fue grabado en 2010, y como es costumbre, en vivo y en su propio hogar en Brooklyn, Nueva York, hogar donde abundan los espíritus. El disco parte con “On Our Way”, con la portuguesa Margarida Garcia al bajo eléctrico –la única aportación extraña–, un tema que hace de la distancia un lugar atractivo. La manera de tocar de Loren parece que se esparce en el tiempo y el espacio, a veces ni tan siquiera suena como ese instrumento, sino más bien como un piano arrojado a las penumbras. La breve “Red Mars I” y la más extensa “Red Mars II” prolongan los ambientes fantasmales y esa experimentación tan suya, ese ahondamiento en las raíces de la música tradicional norteamericana, en el blues, que siempre ha sido su norte, que en sus manos resulta en una vanguardia quizás no buscada, sino que pareciera que se dio de bruces con ella, siguiendo un camino indescifrable. Y todo de manera muy sencilla: reverberaciones, dilataciones, efectos simples sobre una nota simple, rasgueos inesperados, sonidos cazados en el aire, música que a veces parece más que hubiese sido atrapada más que interpretada. La canción hecha una estela de vapores estelares hace eco en “Shower Of Meteors”, que tal y como reza su título es una ducha de meteoros, un magma ardiente de ruidos algo incómodos, en especial al final, pero eternamente cautivadores: aún cuando la suya sea una música a veces difícil siempre tiene un algo de delicadeza que nunca llega a lastimar. “Little Earth” es la llama final de la sesión a través del firmamento, una suave pieza de tonalidades bajas y notas puestas en el sitio exacto, como tantas de sus piezas breves, hermosa en las líneas pequeñas tanto como en las más largas, y como suele suceder, con resultados cercanos al ambient en donde además se unen primitivismo y minimalismo.
Media hora en el planeta rojo, treinta minutos de belleza inconmensurable, donde por medio de pequeños rastros llegamos a la misma tierra vista desde el interior de un alma en plena vida, en un trabajo que suena espacioso, con ruidos que no aflojan, con sonidos lentos que se apoderan de la habitación, que destellan y se reflejan en el lado sombrío de las cosas y que ocupan casa lado posible por llenar con lo menos posible. Loren Connors, un artista que se niega a abandonar. Esto, aunque lo parece, no es un epitafio, sino un reconocimiento: su luz nunca dejo ni dejará de brillar en la oscuridad de la vida.
desde Hawái.
Lo último que habíamos oído del australiano Oren Ambrachi fue “Tima Formosa” (Black Truffle–Center for Contemporary Art Kitakyushu, 2010) [116], su obra con ese ensemble de terror que lo reúne con el japonés Keiji Haino y el norteamericano Jim O’Rourke, y que tuvo su continuación en “In A Flash Everything Comes Together As One There Is No Need For A Subject” (Black Truffle–Medama Records, 2011) y en el reciente “Imikuzushi” (Black Truffle–Medama Records, 2011). Entre medio también hubo tiempo para discos compartidos con Joe Talia, Robbie Avenaim y el mismo O’Rourke, pero este 2012 lo inaugura discográficamente con una obra en solitario –un decir, pues en sus créditos aparecen una decena de nombres– en el comienzo de los treinta años de Touch.
Este disco, fraccionado en cuatro partes, es una muestra de las muchas caras que tiene este guitarrista que ha derivado a compositor, todas ellas reflejo de sus intenciones de fracturar el sonido. En ocasiones puede y logra parecer amable, pero muchas otras lo que hace es herir a través de un muy cuidado plan que, sirviéndose de la amplia gama que puede dar el noise, culmina en este caso en un trabajo libre y aparentemente desprovisto de esquemas, incluso desconcertante por ese contraste, por pasarse de una vereda a la otra. Ambarchi se ocupa principalmente de aquello en lo que mayormente se ha desarrollado, la guitarra, y deja en una serie de nobles asistentes el resto de los sonidos que en su mente ayudaran a forjar esta sínfonía de los sonidos agrietados: Joe Talia, Janel Leppin, Paul Duncan, Eyvind Kang, etc. Casi una hora completa con cuatro aristas que, simplificando, se pueden sintetizar en dos: un lado más agreste y el otro más cordial, como nunca lo habíamos visto antes. Y como muestra de ese lado oscuro tenemos “Knots”, la pieza número dos, treinta y tres minutos en los que partiendo de un uso de las percusiones propias del minimalismo clásico avanza, escondida bajo un manto de electrónica sucia una masa compacta de ruido ensordecedor y de ahí a un rock libre, free noise para el fin del mundo, o el sonido que se debe escuchar el apocalipsis llegue y los edificios se caigan uno a uno –el final parece un choque de fierros y escombros muertos–. Es esta la pieza central, que se ve extraña entre las otras que la rodean, que están para comprobar que Oren también tiene corazón. “Salt” es una pieza de (post)rock sosegado, una sutileza de electrónica delicada y tierna que se mece como una tela de art-pop, como aquel que fabricaba hace tres décadas pero actualizado a tiempos modernos, sinfonía de bolsillo en sintonía a la vez con Dean Roberts que con David Sylvian. “Passage”, otra comprobación del perfil cortés del australiano, esta vez a base de piano, digna de Sylvian Chauveau, el último y más digno heredero de Sylvian, pieza que se adhiere en sus minutos finales a “Fractured Miror”, insospechada reivindicación de la obra en solitario de Ace Frehley (sí, el mismo de Kiss). Ignoro por completo a que sabría la original, pero la adaptación que de ella hace Ambarchi es un deleite de folk y de música rural, rememorando los gloriosos momentos que nos dieron Gastr del Sol, con la guitarra acústica mirando al sol, una caja de ritmo como de segunda mano, y la voz del mismísimo Oren en coros, cercando de nuevo las fronteras del minimalismo, de los tiempos en que esa nueva tradición se encontró con la aún más nueva traída de la mano de John Fahey –aún vive entre nosotros–.
En “Audience Of One” todo viene junto, la amabilidad y la crudeza, lo pastoral y lo industrial, opuestos que no entorpecen el camino del otro. Desde fuera puede parecer hasta molesto, pero créanme –yo, que odio los discos demasiado heterogéneos–, la sensación es la de estar contemplando a un mismo y solo sujeto dejar salir sus inquietudes, exhibir sus muchas caras, las mismas que uno puede tener, sin perder en lo absoluto la coherencia, y de paso mostrando una cara afable que más de alguno no se esperaba.
Hawái.
Escucha El Sueño del Esquimal, jueves 22 de Marzo a las 21:00 hrs, por Radio Placeres 87.7 FM, desde Valparaíso y en línea además.
“Red Mars”, este su último disco hasta hoy nos revela una vez más el poder subyugador de Connors, un artista en plena vigencia, ya con sus 61 años en su cuerpo, y con su enfermedad de Parkinson, la que ha padecido por un buen lapso. Nada, ni el tiempo le impide que siga creando arte, un arte sin duda mayor. Este trabajo fue grabado en 2010, y como es costumbre, en vivo y en su propio hogar en Brooklyn, Nueva York, hogar donde abundan los espíritus. El disco parte con “On Our Way”, con la portuguesa Margarida Garcia al bajo eléctrico –la única aportación extraña–, un tema que hace de la distancia un lugar atractivo. La manera de tocar de Loren parece que se esparce en el tiempo y el espacio, a veces ni tan siquiera suena como ese instrumento, sino más bien como un piano arrojado a las penumbras. La breve “Red Mars I” y la más extensa “Red Mars II” prolongan los ambientes fantasmales y esa experimentación tan suya, ese ahondamiento en las raíces de la música tradicional norteamericana, en el blues, que siempre ha sido su norte, que en sus manos resulta en una vanguardia quizás no buscada, sino que pareciera que se dio de bruces con ella, siguiendo un camino indescifrable. Y todo de manera muy sencilla: reverberaciones, dilataciones, efectos simples sobre una nota simple, rasgueos inesperados, sonidos cazados en el aire, música que a veces parece más que hubiese sido atrapada más que interpretada. La canción hecha una estela de vapores estelares hace eco en “Shower Of Meteors”, que tal y como reza su título es una ducha de meteoros, un magma ardiente de ruidos algo incómodos, en especial al final, pero eternamente cautivadores: aún cuando la suya sea una música a veces difícil siempre tiene un algo de delicadeza que nunca llega a lastimar. “Little Earth” es la llama final de la sesión a través del firmamento, una suave pieza de tonalidades bajas y notas puestas en el sitio exacto, como tantas de sus piezas breves, hermosa en las líneas pequeñas tanto como en las más largas, y como suele suceder, con resultados cercanos al ambient en donde además se unen primitivismo y minimalismo.
Media hora en el planeta rojo, treinta minutos de belleza inconmensurable, donde por medio de pequeños rastros llegamos a la misma tierra vista desde el interior de un alma en plena vida, en un trabajo que suena espacioso, con ruidos que no aflojan, con sonidos lentos que se apoderan de la habitación, que destellan y se reflejan en el lado sombrío de las cosas y que ocupan casa lado posible por llenar con lo menos posible. Loren Connors, un artista que se niega a abandonar. Esto, aunque lo parece, no es un epitafio, sino un reconocimiento: su luz nunca dejo ni dejará de brillar en la oscuridad de la vida.
desde Hawái.
Lo último que habíamos oído del australiano Oren Ambrachi fue “Tima Formosa” (Black Truffle–Center for Contemporary Art Kitakyushu, 2010) [116], su obra con ese ensemble de terror que lo reúne con el japonés Keiji Haino y el norteamericano Jim O’Rourke, y que tuvo su continuación en “In A Flash Everything Comes Together As One There Is No Need For A Subject” (Black Truffle–Medama Records, 2011) y en el reciente “Imikuzushi” (Black Truffle–Medama Records, 2011). Entre medio también hubo tiempo para discos compartidos con Joe Talia, Robbie Avenaim y el mismo O’Rourke, pero este 2012 lo inaugura discográficamente con una obra en solitario –un decir, pues en sus créditos aparecen una decena de nombres– en el comienzo de los treinta años de Touch.
Este disco, fraccionado en cuatro partes, es una muestra de las muchas caras que tiene este guitarrista que ha derivado a compositor, todas ellas reflejo de sus intenciones de fracturar el sonido. En ocasiones puede y logra parecer amable, pero muchas otras lo que hace es herir a través de un muy cuidado plan que, sirviéndose de la amplia gama que puede dar el noise, culmina en este caso en un trabajo libre y aparentemente desprovisto de esquemas, incluso desconcertante por ese contraste, por pasarse de una vereda a la otra. Ambarchi se ocupa principalmente de aquello en lo que mayormente se ha desarrollado, la guitarra, y deja en una serie de nobles asistentes el resto de los sonidos que en su mente ayudaran a forjar esta sínfonía de los sonidos agrietados: Joe Talia, Janel Leppin, Paul Duncan, Eyvind Kang, etc. Casi una hora completa con cuatro aristas que, simplificando, se pueden sintetizar en dos: un lado más agreste y el otro más cordial, como nunca lo habíamos visto antes. Y como muestra de ese lado oscuro tenemos “Knots”, la pieza número dos, treinta y tres minutos en los que partiendo de un uso de las percusiones propias del minimalismo clásico avanza, escondida bajo un manto de electrónica sucia una masa compacta de ruido ensordecedor y de ahí a un rock libre, free noise para el fin del mundo, o el sonido que se debe escuchar el apocalipsis llegue y los edificios se caigan uno a uno –el final parece un choque de fierros y escombros muertos–. Es esta la pieza central, que se ve extraña entre las otras que la rodean, que están para comprobar que Oren también tiene corazón. “Salt” es una pieza de (post)rock sosegado, una sutileza de electrónica delicada y tierna que se mece como una tela de art-pop, como aquel que fabricaba hace tres décadas pero actualizado a tiempos modernos, sinfonía de bolsillo en sintonía a la vez con Dean Roberts que con David Sylvian. “Passage”, otra comprobación del perfil cortés del australiano, esta vez a base de piano, digna de Sylvian Chauveau, el último y más digno heredero de Sylvian, pieza que se adhiere en sus minutos finales a “Fractured Miror”, insospechada reivindicación de la obra en solitario de Ace Frehley (sí, el mismo de Kiss). Ignoro por completo a que sabría la original, pero la adaptación que de ella hace Ambarchi es un deleite de folk y de música rural, rememorando los gloriosos momentos que nos dieron Gastr del Sol, con la guitarra acústica mirando al sol, una caja de ritmo como de segunda mano, y la voz del mismísimo Oren en coros, cercando de nuevo las fronteras del minimalismo, de los tiempos en que esa nueva tradición se encontró con la aún más nueva traída de la mano de John Fahey –aún vive entre nosotros–.
En “Audience Of One” todo viene junto, la amabilidad y la crudeza, lo pastoral y lo industrial, opuestos que no entorpecen el camino del otro. Desde fuera puede parecer hasta molesto, pero créanme –yo, que odio los discos demasiado heterogéneos–, la sensación es la de estar contemplando a un mismo y solo sujeto dejar salir sus inquietudes, exhibir sus muchas caras, las mismas que uno puede tener, sin perder en lo absoluto la coherencia, y de paso mostrando una cara afable que más de alguno no se esperaba.
Hawái.
Escucha El Sueño del Esquimal, jueves 22 de Marzo a las 21:00 hrs, por Radio Placeres 87.7 FM, desde Valparaíso y en línea además.