Imagina un territorio donde fuera invierno siempre, quizás en ese lugar se escucharía esta música...
Commercial Music
chapter music, 2012
Nisa Venerosa y Jarrod Zlatic son Fabulous Diamonds, dúo experimental australiano que nos presenta su tercera producción "Commercial Music", luego de esas dos descargas de sonido asfixiante que fueron "Fabulous Diamonds" (siltbreeze, 2008) y "Fabulous Diamonds II" (chapter music, 2010), ambas citadas por El Sueño del Esquimal en su necesario momento, por esto quizás podemos enfocar y descifrar su nueva entrega. En algún punto debe ser relevante para la banda haberle dado un nombre a este trabajo y a las canciones, antes sólo denominadas por un número o corte. 'Música Comercial' es un titular provocador, irónico o puede tratarse simplemente como un cambio de conducta asumido, conociendo algo de Fabulous Diamonds y al escuchar el álbum uno tiende a quedarse con lo primero, para empezar les diré que la banda no tiene guitarrista, su sonido se sostiene sobre sintetizadores y cacharrería varia desplegada por el Sr.Zlatic muy bien acompañado por las voces de ultratumba de Nisa que también se encarga de unas percusiones siempre repetitivas, caremoniales y cargadas. Desde el primer corte "Inverted/Vamp" llegan como un bulto pesado, espacioso, donde los sintes toman un panomarama psicódelico, extraño y evocador, mientras los tambores marcan la senda abismal, el canto de Nisa es hechizero e hipnótico, nos quedamos pegados en ese vicio, cuando las maquinas asumen el control y se desbordan en el ejercicio marciano. Para el segundo trago ya nos encontramos más preparados, se trata de "John Song", otra misa cadavérica, como unos Gang Gang Dance borrosos (así como en la portada), el pulso se ha ralentizado y hay una búsqueda más intensa por conciliar un ambiente, pero la oscuridad se mantiene y se extiende para tomarnos, quizás a esto se refiera el título del disco, a una mayor aplicación sobre las estructuras de una creación siempre difícil, aunque placentera en su totalidad, los Fabulous Diamonds ahondan en el legado de la no wave, en esos retazos de canción que ofrecían DNA, Mars y hasta Teenage Jesus And The Jerks, en el caso de los diamantes de una manera mas conciente y precisa que cuenta con un fuerte elemento cósmico y onírico, principalmente por el trabajo de teclados algo con que no contaban sus anteriores entregas, "Lothario" es la manifestación exacta de este nuevo efecto narcótico, si uno suma la brutalidad primaria que tiene la banda con estas otras luces que aparecen el trayecto puede ser muy seductor, claro que, si no cuentas con la calma suficiente puede que ni te fijes en la imagen que proyecta este cadalso, las posibilidades son amplias y el explorador avanza siempre con esperanza, así vas a degustar un manjar maldito como "???", la curva mágica del ritual sonando con esplendor, la improvisación y el error son puntos que suman en esta fuente de liberación insana. Colgados como en una experiencia alucinógena, el paseo de "Wandering Eye" nos lleva hasta ese epicentro subterráneo que es la morada sensitiva para la dupla de Melbourne, Nisa Venerosa canta como una ninfa desarraigada y nosotros nos encontramos aquí recibiendo la plegaria. Feligreces y sombras se confunden en un nimbo pervertido. Toma los 10 minutos finales de "Downhill", cuando ya no queda antifaz que sostenga.
Geniales.
Raúl Cabrera H.
THE TALLEST MAN ON EARTH
There's No Leaving Now
There's No Leaving Now
dead oceans, 2012
El tercer álbum del sueco Kristian Matsson, alias The Tallest Man On Earth, es el más crepitante, el más nostálgico, el menos urgente, y, sin duda, el más inspirado de todos cuantos ha firmado hasta la fecha. Superado el deseo, más que legítimo, de querer convertirse en algo parecido a la versión escandinava de Woody Guthrie, sustituyendo la raíz americana original por una suerte de rabia folk de songwriter indignado que está harto de dar vueltas por un mundo que definitivamente nunca va a ser maravilloso, Matsson da en este alicaído e intenso “There's No Leaving Now” una lección de honestidad y austera –aunque efectiva– metamorfosis pop que le acerca más a un Eric Bachmann dispuesto a encandilar (y aquí entra en juego el estribillo como gancho) con sus tristes historias que a un beligerante ex combatiente de la trinchera folk (que protesta).
Matsson ha vuelto a tomarse dos años (su carrera en largo arrancó en 2008, con el trepidante y muy americano “Shallow Grave” y continuó en 2010 con el más maduro aunque igualmente rebelde “The Wild Hunt”; (entre ambos ha habido dos brillantes EPs) para reunir las piezas que dan forma a cada uno de sus discos, atravesados todos por una pasión (casi enfermiza) por la Americana. En este caso, lo sorprendente es el cambio de tono. Cuando todos creíamos que lo de Matsson era el folk con prisas, la Americana combatiente de flequillo revuelto, el chico se descuelga con un álbum reflexivo que comparte tono y matices con el espléndido e injustamente incomprendido “Love Is Hell” de Ryan Adams. La sensación es la de un tipo encerrado en una habitación demasiado pequeña tratando de articular una confesión que no hunda, sino que propulse, al que escucha a un lugar mejor. Aunque a ratos suplique (“1904” y, sobre todo, “There's No Leaving Now”) lo hace de una forma prodigiosa, y cuando se pone en plan risueño (la despierta “Wind And Walls” es casi el único corte happy ending del álbum), Mattson es capaz de superar cualquier atisbo de bucólica luminosidad que haya tenido jamás Sam Beam. Por momentos se deja llevar por una ensoñación de aspiración pop (“To Just Grow Away” es la perfecta introducción al disco) para luego construir auténticas joyas (en rústica) de Americana minimalista (o el golpeo de cuerdas como se golpean las teclas de un piano en “Criminals”) y atreverse a sentarse en la misma butaca que Micah P. Hinson (la intensidad de “Bright Lanterns” es puro noir).
Así que Kristian Matsson, el tipo más alto del mundo, ha decidido abandonar la queja y empezar a escuchar, a escucharse, y a dejarse consolar, a la vez que consuela, con sus palabras, al que escucha. Emocionante, profundo, honesto, “There's No Leaving Now” no sólo da una nueva dimensión al ya de por sí maduro sonido del intrépido sueco sino que es a todas luces uno de los discos del año, en su (polvoriento) terreno.
Matsson ha vuelto a tomarse dos años (su carrera en largo arrancó en 2008, con el trepidante y muy americano “Shallow Grave” y continuó en 2010 con el más maduro aunque igualmente rebelde “The Wild Hunt”; (entre ambos ha habido dos brillantes EPs) para reunir las piezas que dan forma a cada uno de sus discos, atravesados todos por una pasión (casi enfermiza) por la Americana. En este caso, lo sorprendente es el cambio de tono. Cuando todos creíamos que lo de Matsson era el folk con prisas, la Americana combatiente de flequillo revuelto, el chico se descuelga con un álbum reflexivo que comparte tono y matices con el espléndido e injustamente incomprendido “Love Is Hell” de Ryan Adams. La sensación es la de un tipo encerrado en una habitación demasiado pequeña tratando de articular una confesión que no hunda, sino que propulse, al que escucha a un lugar mejor. Aunque a ratos suplique (“1904” y, sobre todo, “There's No Leaving Now”) lo hace de una forma prodigiosa, y cuando se pone en plan risueño (la despierta “Wind And Walls” es casi el único corte happy ending del álbum), Mattson es capaz de superar cualquier atisbo de bucólica luminosidad que haya tenido jamás Sam Beam. Por momentos se deja llevar por una ensoñación de aspiración pop (“To Just Grow Away” es la perfecta introducción al disco) para luego construir auténticas joyas (en rústica) de Americana minimalista (o el golpeo de cuerdas como se golpean las teclas de un piano en “Criminals”) y atreverse a sentarse en la misma butaca que Micah P. Hinson (la intensidad de “Bright Lanterns” es puro noir).
Así que Kristian Matsson, el tipo más alto del mundo, ha decidido abandonar la queja y empezar a escuchar, a escucharse, y a dejarse consolar, a la vez que consuela, con sus palabras, al que escucha. Emocionante, profundo, honesto, “There's No Leaving Now” no sólo da una nueva dimensión al ya de por sí maduro sonido del intrépido sueco sino que es a todas luces uno de los discos del año, en su (polvoriento) terreno.
por Laura Fernández
desde playgroundmag.net
PIETER NOOTEN
Surround Us
Surround Us
rocket girl, 2012
Existen ciertos personajes en esto del arte y la música, que quizás nunca alcanzen un status de estrella o figura de importancia, pero que sin embargo respetamos por su consecuencia, talento y valentía, y digo valentía en el caso de Pieter Nooten porque su música es tan especial, refinada, detallista y distante, que ningún sello comercial soportaría. Los tiempos han cambiado eso es seguro, pero lo inmediato, lo fácil, lo accesorio es siempre lo que llena las entanterías de moda y los rankings de éxitos, esto es algo que no cambiará nunca. Mientras este holandés de 51 años aún se mantiene publicando discos hermosos, ambientalistas, cubiertos por una magia sacada de los 80s', 90s' también, 4AD, oscuridad y sueños intervenidos.
Pieter Nooten fue uno de los fundadores de Clan Of Xymox a comienzos de la decáda ochentera, con sus teclados creando el aura espectral de discos como "Clan Of Xymox" (1985) y "Medusa" (1986), cuando la banda viró hasta un ideario 'gótico', el buen Pieter de inmediato se despidió de sus compañeros holandeses (que luego caerían en la más absoluta caricatura) para continuar un camino paralelo, propio, alejado de los extremos estéticos, estaba claro, toda esa parafernalia poco tenía que ver con su esencia buscadora.
La primera muestra de independencia sonora fue "Sleeps With The Fishes" (4AD, 1987) junto al guitarrista canadiense Michael Brook, en ese disco etéreo y oscuro podíamos ver su figura delgada a cargo de las voces y los sintetizadores, la creación de atmósferas encantadas que invitaba a un delicado viaje a través de la memoria y los paisajes interiores. Luego vendría el silencio, se dedicó a trabajar para sobrevivir, se radica en Londres, intenta distintos negocios, juega un poco con el presente, viaja, sigue creando, se sumerge en el sonido polar, estático, eso hasta este 2012, cuando lo encontramos nuevamente realizando esa música mágica para "Surround Us", un artefacto en el que concentra todo su peregrinaje, se trata de un disco amplio, como una bitácora de existencia, al escucharlo es imposible no notar cada una de las estaciones, la pausa, el deleite, la mirada explorativa, abre con una desnuda "Ode" de aliento clásico y ambiental, 6 minutos de espesura nubosa y nostálgica en la que podríamos flotar hasta desaparecer, se cuela el espiritu 4AD pordoquier, This Mortal Coil en el horizonte con "Anybody" avanzando a través del globo terráqueo, "And End" es una ventana hacia el aislamiento, las imágenes, detallista, pulcra y sin embargo tan vidente, un paisaje en el que podemos entrar y fantasear, no deja fisuras, el concepto está logrado con precisión. "Shooting Dust" es otra curva, ya que aparece su voz, el plano se abre para mostrar lo mejor de su artillería sincera, la canción florida se mueve entre nubes de sútil electrónica y melodías que acarician, lo tenue se vuelve magistral, así como en "Blue Wonder" de pulso tecnológico y ecos que susurran al oído.
Pieter Nooten fue uno de los fundadores de Clan Of Xymox a comienzos de la decáda ochentera, con sus teclados creando el aura espectral de discos como "Clan Of Xymox" (1985) y "Medusa" (1986), cuando la banda viró hasta un ideario 'gótico', el buen Pieter de inmediato se despidió de sus compañeros holandeses (que luego caerían en la más absoluta caricatura) para continuar un camino paralelo, propio, alejado de los extremos estéticos, estaba claro, toda esa parafernalia poco tenía que ver con su esencia buscadora.
La primera muestra de independencia sonora fue "Sleeps With The Fishes" (4AD, 1987) junto al guitarrista canadiense Michael Brook, en ese disco etéreo y oscuro podíamos ver su figura delgada a cargo de las voces y los sintetizadores, la creación de atmósferas encantadas que invitaba a un delicado viaje a través de la memoria y los paisajes interiores. Luego vendría el silencio, se dedicó a trabajar para sobrevivir, se radica en Londres, intenta distintos negocios, juega un poco con el presente, viaja, sigue creando, se sumerge en el sonido polar, estático, eso hasta este 2012, cuando lo encontramos nuevamente realizando esa música mágica para "Surround Us", un artefacto en el que concentra todo su peregrinaje, se trata de un disco amplio, como una bitácora de existencia, al escucharlo es imposible no notar cada una de las estaciones, la pausa, el deleite, la mirada explorativa, abre con una desnuda "Ode" de aliento clásico y ambiental, 6 minutos de espesura nubosa y nostálgica en la que podríamos flotar hasta desaparecer, se cuela el espiritu 4AD pordoquier, This Mortal Coil en el horizonte con "Anybody" avanzando a través del globo terráqueo, "And End" es una ventana hacia el aislamiento, las imágenes, detallista, pulcra y sin embargo tan vidente, un paisaje en el que podemos entrar y fantasear, no deja fisuras, el concepto está logrado con precisión. "Shooting Dust" es otra curva, ya que aparece su voz, el plano se abre para mostrar lo mejor de su artillería sincera, la canción florida se mueve entre nubes de sútil electrónica y melodías que acarician, lo tenue se vuelve magistral, así como en "Blue Wonder" de pulso tecnológico y ecos que susurran al oído.
En este punto podríamos decir que "Surround Us" es una aventura sonora que busca encontrar una sensibilidad casi olvidada, el claroscuro donde convergen una gran cantidad de sonidos, ambientes y destellos, el ayer y el hoy intervenidos por un halo de fineza melancólica, una senda de la que también son parte Piano Magic, Julia Holter, David Sylvian y Fennesz en la actualidad, antes fueron Ivo Watts-Russell y su semillero dark, Pieter Nooten todavía transmitiendo desde el corazón negro, ahora por Rocket Girl.
Cajita musical.
Raúl Cabrera H.
Puny
soft abuse, 2012
Curioso personaje de discografía impresionante e incomprendida, el neozelandés Stefan Neville alias Pumice tiene una audiencia más amplia sólo en los últimos años: de ese notable "Pebbles" en 2007, prueba relativamente madura de un verdadero genio de la lo-fi en todas las esferas, que hace malabares en cualquier punto entre el rock crudo y tímido avant /retro. Al parecer (y de hecho) es aquel que ha aprendido a valerse por sí mismo, haciendo lo que quiere con autonomía total en la producción y el estilo. Sin duda, una carrera libre de multitudes, y sin embargo, impávido en la definición de un sonido fuera de tiempo, un único "poética de la miseria."
Así que incluso "Puny" parece ser la obra de un compositor experimentado que fue encerrado en una utopía de baja resolución, casi un Wavves crecido pero no redimido. Nunca falló, sin embargo, el paso ladeado de la tarde ("Hey Crab Crap", "Coelíacs Bring A Plate"): voz fuera de sincronía, percusión arrebatadora hasta lo peor, una libertad formal ya marcada en el blues alucinado de "Quo", de un primitivismo artificial y fascinante. Y es precisamente en el álbum inmediatamente anterior donde se encuentran las semillas del "Trophy" de hoy, una elegía drónica de doce minutos para órgano: cancioneta sencilla y de alguna manera perfecta, refrescante en su monumentalidad humilde, como un eco lejano para al amanecer un nuevo día. Y aquí que revela toda la claridad del arte de las reclamaciones Pumice, extranjeras a las ambiciones estéticas, sincero y asequible para todos.
Por lo demás, siguen en lo largo de las ambientes más inesperados, no motivado por el folk-blues de "Stink Moon" para completar el desequilibrio en "Smell the Towel", con su filtradísimas voces fueras de tono y se muestra más ruido al azar, no es exactamente un demostración de buen gusto para la composición. Todo esto es una parte inalienable de la peculiaridad de Pumice, y si usted aprecia desde luego no es por otras razones.
Magnífica también la conclusión, una marcha marcada por el ritmo y así "cantado" por dos pistas de guitarra distorsionados: difícil no pensar en una especie de himno nacional - de una especie de país de locos! - En una fórmula sin resolver entre solemne y trivial, pero la banalidad legitimado por el estilo inimitable de las anteriores.
El resultado total, en la práctica, tiene siete alucinaciones más o menos moderadas y dos grandes himnos instrumentales, probablemente dedicados a nadie en particular. Hay una intención menos juguetona, una escritura que sigue siendo divertida, pero un poco menos inocente, sin duda una conciencia autorial ahora de acero. El teatro del absurdo de Pumice continúa su gira sin frente para cualquier persona que ama seguirlo.
Así que incluso "Puny" parece ser la obra de un compositor experimentado que fue encerrado en una utopía de baja resolución, casi un Wavves crecido pero no redimido. Nunca falló, sin embargo, el paso ladeado de la tarde ("Hey Crab Crap", "Coelíacs Bring A Plate"): voz fuera de sincronía, percusión arrebatadora hasta lo peor, una libertad formal ya marcada en el blues alucinado de "Quo", de un primitivismo artificial y fascinante. Y es precisamente en el álbum inmediatamente anterior donde se encuentran las semillas del "Trophy" de hoy, una elegía drónica de doce minutos para órgano: cancioneta sencilla y de alguna manera perfecta, refrescante en su monumentalidad humilde, como un eco lejano para al amanecer un nuevo día. Y aquí que revela toda la claridad del arte de las reclamaciones Pumice, extranjeras a las ambiciones estéticas, sincero y asequible para todos.
Por lo demás, siguen en lo largo de las ambientes más inesperados, no motivado por el folk-blues de "Stink Moon" para completar el desequilibrio en "Smell the Towel", con su filtradísimas voces fueras de tono y se muestra más ruido al azar, no es exactamente un demostración de buen gusto para la composición. Todo esto es una parte inalienable de la peculiaridad de Pumice, y si usted aprecia desde luego no es por otras razones.
Magnífica también la conclusión, una marcha marcada por el ritmo y así "cantado" por dos pistas de guitarra distorsionados: difícil no pensar en una especie de himno nacional - de una especie de país de locos! - En una fórmula sin resolver entre solemne y trivial, pero la banalidad legitimado por el estilo inimitable de las anteriores.
El resultado total, en la práctica, tiene siete alucinaciones más o menos moderadas y dos grandes himnos instrumentales, probablemente dedicados a nadie en particular. Hay una intención menos juguetona, una escritura que sigue siendo divertida, pero un poco menos inocente, sin duda una conciencia autorial ahora de acero. El teatro del absurdo de Pumice continúa su gira sin frente para cualquier persona que ama seguirlo.
por Michele Palozzo
desde ondarock.it
Mutual Dreaming
cititrax, 2012
Recordamos a la pareja de artistas y productores musicales de Brooklyn, Jason Letkiewicz y Aurora Halal por su delirante fiebre analógica dancefloor en el esencial 12" para el sello 100% Silk. Sorpresivamente llega un nuevo LP de Innergaze llamado "Mutual Dreaming", electrónica humanizada y descuartizadora, de belleza industrial y demoniaca. Encuentro noctámbulo de helado minimal synth al que acude un robotizado compendio de piezas oscuras, que traen consigo la posesión de un sonido que abduce a una red sonora mítica de principios de los años ochenta y no olvida la acalorada fragancia discoteque de su apocalítico génesis de fantasía infernal.
"Mutual Dreaming", segundo LP de Innergaze está disponible en Cititrax, imprint hermano de Minimal Wave.
"Mutual Dreaming", segundo LP de Innergaze está disponible en Cititrax, imprint hermano de Minimal Wave.
desde
El Sueño del Esquimal #364 se transmitirá el jueves 23 de Agosto
a las 21:00 hrs. por Radio Placeres 87.7 FM desde la bahía de Valparaíso, también online
para el resto de este y los otros mundos, www.radioplaceres.cl.
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