Cuando afuera comienza la lluvia a cubrir...
Clinging To A Scheme
labrador, 2010
labrador, 2010
A veces la música entrega momentos tan bellos y sensitivos que dan ganas de largarse a llorar ante semejante pureza, extraña distinción que en "Clinging To A Scheme" ocurre a la primera, imaginen canciones que parecen de cristal, pulcras, digitales, perfectas, sonidos dejados por la niebla matinal, voces suaves pero tristes, indolentes, dulces.
El trío sueco The Radio Dept. trae todo esto hasta tu refugio en su tercer disco, una hermosa postal escandinava, un poema para la nieve y el tiempo frío.
Desde el lejano debut "Lesser Matters" (2003) que parecieran seguir un carril secreto, pop congelado donde las melodías se arrastran en cámara lenta, mientras teclados expansivos circundan el paisaje, las guitarras aparecen como destellos y la voz de Johan Duncanson siempre envuelta en viento blanco, sin embargo se siente tan cercana y con una facilidad asombrosa para remover recuerdos, tomando la timidez como poder misterioso.
La fragilidad es un manto que nos absorve entre gemas instantáneas como "Domestic Scene", "This Time Around", "The Video Dept." y la celestial "David" (que ya había aparecido el año pasado en el Ep del mismo nombre). También sugieren ambientes más cadenciosos y distantes en "A Token Of Gratitude", "You Stopped Making Sence" y la muy sónica "Four Months in The Snade" Un disco especial para disfrutar junto al invierno, adentrándose entre la llovizna y la bruma, curioseando en esos senderos glaciales que milagrosamente llevan calor en su centro.
Raúl Cabrera Hidalgo.
El trío sueco The Radio Dept. trae todo esto hasta tu refugio en su tercer disco, una hermosa postal escandinava, un poema para la nieve y el tiempo frío.
Desde el lejano debut "Lesser Matters" (2003) que parecieran seguir un carril secreto, pop congelado donde las melodías se arrastran en cámara lenta, mientras teclados expansivos circundan el paisaje, las guitarras aparecen como destellos y la voz de Johan Duncanson siempre envuelta en viento blanco, sin embargo se siente tan cercana y con una facilidad asombrosa para remover recuerdos, tomando la timidez como poder misterioso.
La fragilidad es un manto que nos absorve entre gemas instantáneas como "Domestic Scene", "This Time Around", "The Video Dept." y la celestial "David" (que ya había aparecido el año pasado en el Ep del mismo nombre). También sugieren ambientes más cadenciosos y distantes en "A Token Of Gratitude", "You Stopped Making Sence" y la muy sónica "Four Months in The Snade" Un disco especial para disfrutar junto al invierno, adentrándose entre la llovizna y la bruma, curioseando en esos senderos glaciales que milagrosamente llevan calor en su centro.
Raúl Cabrera Hidalgo.
XENO AND OAKLANDER
Sentinelle
wierd records, 2009
Sentinelle
wierd records, 2009
Hay una nueva camada de agrupaciones norteamericanas que traen de regreso los timbres fríos del viejo sonido industrial y techno-pop, lo hacen con una frescura y propiedad que sorprende, sin el aire glamoroso del synth-pop ochentero inglés, se refugian en escenarios oscuros con maquinaria análoga minima, formando ambientes bailables pero turbios, muchas veces rozando el filo y las tinieblas del darkwave y el noise.
Así es el caso del dúo de Brooklyn, Xeno And Oaklander, compuesto por la francesa/noruega Miss Liz Wendelbo y Sean McBride de Maryland, se reparten la instrumentación espectral y las vocalizaciones lustrosas en su primer álbum "Sentinelle", un arrebato electro-dark muy disfrutable y por sobretodo original, a pesar de los sabores arcanos que se vienen a la cabeza.
Abren con "Saracen" y de inmediato el pulso minimal se hace presente, llevándonos en un movimiento constante, adornado por teclados que juegan y se superponen en un ejercicio de pop electrónico con aromas europeos, principalmente entregados por la voz de Miss Liz, cuando aparece la voz de Sean el ambiente se torna más espeso y desolador, un claroscuro que se mantiene a lo largo del disco, haciéndolo aún más placentero.
En "4th Wall" se muestran más industriosos, no dejando nunca su veta pop de lado, podrían estar cerca de los primeros trabajos de los alemanes Camouflage y DAF, de todas maneras observamos un horizonte misterioso y algo fantasmal que se oculta en la distancia.
Creatividad y riesgo en los 12 temas que conforman un álbum que arrastra con muchas sensaciones a cuesta, o sea aquí encontramos baile, latigazos, luminosidad, ruidos que se elevan, oscuridad maquinal, pero por sobretodo buenas canciones que te matienen todo el rato alerta sobre un riel azucarado y algo enloquecido.
Nuevos rumbos para el aquelarre electro-pop marcial y turbador. Genial en todos los casos.
Raúl Cabrera Hidalgo.
Así es el caso del dúo de Brooklyn, Xeno And Oaklander, compuesto por la francesa/noruega Miss Liz Wendelbo y Sean McBride de Maryland, se reparten la instrumentación espectral y las vocalizaciones lustrosas en su primer álbum "Sentinelle", un arrebato electro-dark muy disfrutable y por sobretodo original, a pesar de los sabores arcanos que se vienen a la cabeza.
Abren con "Saracen" y de inmediato el pulso minimal se hace presente, llevándonos en un movimiento constante, adornado por teclados que juegan y se superponen en un ejercicio de pop electrónico con aromas europeos, principalmente entregados por la voz de Miss Liz, cuando aparece la voz de Sean el ambiente se torna más espeso y desolador, un claroscuro que se mantiene a lo largo del disco, haciéndolo aún más placentero.
En "4th Wall" se muestran más industriosos, no dejando nunca su veta pop de lado, podrían estar cerca de los primeros trabajos de los alemanes Camouflage y DAF, de todas maneras observamos un horizonte misterioso y algo fantasmal que se oculta en la distancia.
Creatividad y riesgo en los 12 temas que conforman un álbum que arrastra con muchas sensaciones a cuesta, o sea aquí encontramos baile, latigazos, luminosidad, ruidos que se elevan, oscuridad maquinal, pero por sobretodo buenas canciones que te matienen todo el rato alerta sobre un riel azucarado y algo enloquecido.
Nuevos rumbos para el aquelarre electro-pop marcial y turbador. Genial en todos los casos.
Raúl Cabrera Hidalgo.
A este dúo australiano ya lo habíamos conocido con su anterior trabajo largo, el abrasivo "The Blood Pressure Sessions" (2007), una verdadera patada ante cualquier orden y estructura.
Ahora en "Heaps Of Nothing" vuelven a demostrar esa contundencia desfigurada y rupturista, parecen una cruza imperfecta entre Swans y Dead Can Dance, sonido cavernario, guitarrazos y percusiones ritualistas que se completan con los gritos y maldiciones de Lucy Cliché, formando un bulto ultra-pesado y quejumbroso que se nos viene encima como una tormenta destructora.
La placa entera cuenta con sólo 8 tracks, sin embargo nunca hay tregua, el clamor es insesante y el aparataje ruidista se toma cada espacio, todo está colocado de una manera tal que huele a desastre y caída, los teclados reverberan, las guitarras gruñen y sollozan, mientras los tambores marchan dañando.
Hay originalidad en este mundo primitivo creado por Naked On The Vague, Matthew Hopkins no suelta nunca la hebra y Lucy va desarrollando un discurso terminal, hechicera en la penumbra del ruido y la marginalidad.
¿Quién sobrevivirá ante los 7 minutos y medio de "Sacred Youth"?, pura hojarasca y vientos de malos presagios que se apoderan del páramo, son tan depresivos como los The Cure de "Pornography" y tan violentos como Sonic Youth en "Confusion Is Sex", por ahí va el garrote.
Tierra Muerta.
Ahora en "Heaps Of Nothing" vuelven a demostrar esa contundencia desfigurada y rupturista, parecen una cruza imperfecta entre Swans y Dead Can Dance, sonido cavernario, guitarrazos y percusiones ritualistas que se completan con los gritos y maldiciones de Lucy Cliché, formando un bulto ultra-pesado y quejumbroso que se nos viene encima como una tormenta destructora.
La placa entera cuenta con sólo 8 tracks, sin embargo nunca hay tregua, el clamor es insesante y el aparataje ruidista se toma cada espacio, todo está colocado de una manera tal que huele a desastre y caída, los teclados reverberan, las guitarras gruñen y sollozan, mientras los tambores marchan dañando.
Hay originalidad en este mundo primitivo creado por Naked On The Vague, Matthew Hopkins no suelta nunca la hebra y Lucy va desarrollando un discurso terminal, hechicera en la penumbra del ruido y la marginalidad.
¿Quién sobrevivirá ante los 7 minutos y medio de "Sacred Youth"?, pura hojarasca y vientos de malos presagios que se apoderan del páramo, son tan depresivos como los The Cure de "Pornography" y tan violentos como Sonic Youth en "Confusion Is Sex", por ahí va el garrote.
Tierra Muerta.
Raúl Cabrera Hidalgo.
Bajo tan delicado nombre, Loscil, se encuentra un músico canadiense, de Vancouver, llamado Scott Morgan. Hace años ya hizo su primera aparición, en el autoeditado “A New Demonstration Of Thermodynamic Tendencies” (1999), que llamó la atención de los oídos siempre atentos de Kranky, en Chicago. Cuatro trabajos le han editado hasta la fecha, “Triple Point” (2001), “Submers” (2002), “First Narrows” (2004) y “Plume” (2006). Ese mismo año coqueteó con el sello de Ann Arbor –también cercano al lago Michigan–, colocando un track, “Umbra”, en el recopilatorio “Idol Tryouts Two: Ghostly International Vol. Two”. Hoy es el día de su primer EP en el sello, publicado solo en edición digital.
“Strathcona Variations”. Tres piezas. Tres archivos. Un trabajo de corta duración pero de largo alcance. La primera parte, “Strathcona”. Básicamente, dos notas que se repiten y alternan durante los ocho minutos que logra perdurar, pero adornado con pequeños destellos electrónicos y unos sintetizadores sacados del recuerdo del ayer. Una de sus influencias declaradas es la del krautrock de Cluster, quienes, por cierto, colaboraron con Brian Eno, alguien a quien en mas de una vez, sobre todo en este comienzo, se asemeja. Música discreta. “Union Dusk”, de nuevo tan solo dos notas, pero con un ritmo algo más roto, inquieto e inquietante. Eso hasta que la ternura del vibráfono lo aclara todo, como si de una versión aún más amable del “We Are The Music Makers” se tratara. Si el primer corte era relajado, “Midnight On Princess” es la calma misma. Sonidos de un orquesta distante, una fina capa de escarcha sobre estos árboles de medianoche –la memoria, por desgracia, siempre estará ahí, y en esta ocasión me lleva hasta “Pt. 1”, última parte del debut de Pan•American (Kranky, 1998)–, los mismos que hace un tiempo inspiraron a Wofgang Voigt –del suroeste de Canada al oeste de Alemania–.
Como esas nubes que se toman todo el aire y, sin alcanzar a provocar una lluvia, solo que pequeñas gotas caigan, “Strathcona Variations” tiene ese carácter de desarrollos largos, esas nubes, y mínimos detalles que se destacan y que refrescan, esas gotas. Ambient tan natural como el agua. Tal como lo han sido sus discos anteriores, su música para territorios extensos y planos se asienta en el espacio de una manera imperturbable. No altera al ambiente, no lo modifica ni lo interviene, sino que se adecua a él. En definitiva, casi podríamos hablar de música ecológica.
Hawái.
Casi dos lustros han pasado desde que Loscil enviara sus primeras demos a Kranky. En el año 2001 confió sus cintas a la etiqueta de Chicago y ya vamos en su quinto disco. La temporada pasada fue el turno de su aventura en formato corto para Ghostly International (“Strathcona Variations”) 2008), pero el desliz duró poco pero supo a mucho: tres temas que se hicieron nada por lo breve, pero que sirvieron para volver a saber del canadiense, una especie de anticipo a su nuevo largo, el regreso al hogar de Labradford.
Fiel a su historia personal, el nuevo trabajo ahonda en los paisajes ambientales, postales electrónicas desde el norte. A diferencia de otros discos, como “First Narrows” (Kranky, 2004), la participación de extraños conocidos es poca: Jason Zumpano, Kim Noch y Robert Sparks, además de Dan Bejar. En ese citado trabajo, Scott Morgan tomaba grabaciones de instrumentos reales para posteriormente procesarlos. Acá hay menos de eso. Existen grabaciones, principalmente field recordings, pero con las otras son más bien pocas, y cuando aparecen son perfectamente distinguibles. Entendiendo que un álbum es un todo, existe una concordancia entre imagen y música. Apenas uno aprieta play se oye el bello sonido de la lluvia, grabado en el patio de su casa en Vancouver, lugar donde la lluvia lo visita muy seguido. Del mismo modo, la primera imagen que tenemos de él la portada y su reverso fueron tomadas desde el asiento trasero de un auto, obviamente rociados con agua venida del cielo y, ojo, tomadas por su hija de cuatro años Sadie. Todas estas conexiones indican y bien representan lo que Loscil, sin palabras quiere decirnos. Música relacionada principalmente por el agua, sobre todo por aquella que viene desde arriba, ambient de y para días lluviosos, ambient tan natural como el agua decíamos a propósito de su último EP. El preciso apunte del violín –Noch y Sparks– en el corte titular realza ese carácter, una versión reducida de los Stars Of The Lid más orquestales, con quienes compartió gira y comparte sello; el piano de Zumpano y la steel guitar del mismo Morgan hacen lo propio en “Estuarine” y “Lake Orchard”, respectivamente. Sin embargo, cuando está solo es tato o más evocador e igualmente sugestivo, con mención especial para “Dub For Cascadia” y “Shallow Water Blackout” –otra vez el tema del agua aparece–. Pero para sugerir lugares ignotos, que mejor que la voz, la que no llega sino hasta la despedida, con Dan Bejar. Scott ha sido el baterista para varios discos del proyecto de su compatriota, Destroyer. Ahora le devuelve la mano. “La primera vez que oí la voz de Dan me sentí aterrado”. Por fortuna le dio otra oportunidad, lo escucho unas cuantas veces más, hasta que pudo visualizar el todo. “Ahora no puedo imaginar esa pieza sin su participación”. El track, con Dan y su spoken word, parece que fuera un documental filmado desde un lugar lejano. La música de Loscil, ya de por sí suficiente por sí sola, gana muchos enteros. Es el mejor tema del disco, y abre la interrogante acerca de si seguirá ese camino en un futuro cercano. Por de pronto nos conformaremos con uno solo. Por cierto, al final de “The Making Of Grief Point” nuevamente la lluvia sobre un fondo gris, cerrando el círculo, uno que encierra planicies de texturas armónicas, fotografías electrónicas tomadas con el cristal húmedo. Antes música ecológica, ahora ambient brumoso.
Conduciendo un viejo automóvil descontinuado por una larga carretera, explorando los vastos y fértiles territorios de la música tradicional norteamericana, Jason Molina llega a un nuevo pueblo, “Josephine”, a reunirse con sus Magnolia Electris Co. Todo sería igual que siempre. Los viejos amigos, Peter Schreiner, Jason Evans Groth, Jonathan Cargill, Mark Rice, Michael Kapinus, Mike Brenner, Jeffrey Stolz y Wallace Cochran, infiltrándose otra vez en las raíces y los sonidos del país del norte. Pero algo falla, algo no esta bien, algo no encaja. Hay alguien que no está. Evan Farrel, el bajista de la banda, pasó a otra vida en diciembre de 2007.
Antes, cuando Molina publicaba como Songs: Ohia, sus canciones se vertían y casi siempre hacia adentro. Luego, al fundar su nuevo proyecto, se volvió más extrovertido, con Neil Young como modelo. Hoy, con este nuevo trabajo, la energía vuelve a derramarse al interior, pero con la firme fuerza de una banda detrás. Será que eso producen las perdidas: un disco de perdidas, “Josephine”. Grabado por Steve Albini, este álbum conceptual sobre Josephine contiene catorce piezas en donde “cada una es un sincero intento para hacer real las esperanzas de Evan para el disco”. Composiciones sencillas y por lo general breves, sobre una base country y folk. La primera parte es un tanto menos densa musicalmente, la que va desde “O! Grace” hasta “Hope Dies Last”, con momentos incluso bordeando el soul (“Song For Willie”), no obstante la soledad se hace presente en más de una ocasión. “I’ve been as lonesome as the world’s first ghost” es una de las primeras frases; viviendo entre sombras que se confunden con uno (“Looking always over my shoulder; exactly what I wanted to find was already mine/ Josephine, Josephine/ But I saw the horizon and I had to know where it all ends/ I lived so long with the shadows, Lord, I became one of them”). En otra evoca imágenes que ni Ang Lee (“I got my window open in the Southern Cross Hotel/ It’s been my loneliest night I can tell/ By the way, I’m not surprised/ To see the desert cover over paradise”). La segunda parte, el lado B, se inicia con “The Hanging Down”: “Filled with tears and twilight/ From a friend’s dying day”. Explosión de guitarras llenas de lágrimas, Young mirando a través del espejo y asintiendo con la cabeza, a la que sigue “Map Of The Falling Sky” y otras como “Little Knoxville Girl”, “Shiloh” y “An Arrow In The Gale”, folk a cámara lenta, el dolor y la esperanza comprimidas, la alegría contenida, las cuerdas tensadas por el memoria.
Aquello que se fue ya sabemos que no volverá. Al menos tendremos ese tibio consuelo llamado recuerdo. A veces es suficiente, otras no, pero es que simplemente nada más podemos hacer.
O tal vez si podamos prolongar ese recuerdo más tiempo. Un ejemplo es lo que hizo Jason Molina, “Josephine”, un mapa de un cielo cayéndose a pedazos, un corazón roto en catorce queridos pasos, hechos con la sentida intención de extender un poco más ese pasado truncado. Que el atardecer de una vida sea el crepúsculo de otra.
Escucha El Sueño del Esquimal, los jueves desde las 21 hrs, transmitiendo desde Radio Placeres 87.7 fm para Valparaíso y sus alrededores, también online para el resto de este y los otros mundos.
Y se viene muy pronto, calor para el ambiente... Concierto #1 Para Estufas y Teclados En Sol Menor.
Y este fin de semana, a disfrutar en La Fiesta de La Placeres con Todo!
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