Vientos que sacuden los sueños polares, el verdor resplandece en la visión matutina, transportando al viajero de la nave ruidista hacia nuevos puertos, tiene que haber otros mundos, otras islas...
Hace varias semanas que vengo dando vueltas a "Original Colours", la nueva placa de High Places, entro en ella, salgo, me olvido o desaparezco, lo único claro es que cada vez que la tomo me lleva hasta un espacio distinto, como una vedadera rueda caleidoscópica o caja de pandora arcana y encantadora que no logro descifrar de manera práctica, pero que reconozco ha absorbido mi atención en un vuelo sugestivo del que no me apetece salir, al menos por ahora.
Los High Places son de esas bandas difíciles de olvidar, una pareja hiperactiva y amante de la vida en el más amplio sentido de la frase, no por eso diremos que Rob Barber y Mary Pearson no se cuestionan el asunto, yo creo que al contrario, en ese ir y venir desde Nueva York a Los Angeles han tomado una gran cantidad de influencias, ya no puramente musicales, en su sonido actual se cuelan imagenes, destellos, naturaleza y urbanidad. Todo soportado en esta esfera clarividente y maquinal, puede que "Original Colours" sea su disco más rítmico, pero a la vez es el más intuitivo, abstracto, rico en texturas y melodías celestes. La voz de Mary es sencillamente mágica, como en "The Pull" donde domina un ambiente nuboso muy bien creado por Rob Barber y su aparataje minimalista, sensibilidad refinada que envuelve hasta hacernos flotar en "Morning Ritual", zumbidos y ritmos quebradizos de "Banksia", puede que lleven algo del vuelo estelar de Laika, Pram o los Stereolab de 1997 paseando por Düsseldorf para "Dots & Loops", pero en su totalidad High Places va mucho más allá de cualquier referencia, cuentan con un carácter especial que descanza en la fragilidad, en esos espacios dulcemente adictivos, susurros que transportan hacia un paraje ancestral, translúcido y original como pocos.
Hasta cierto punto podemos considerar a "Original Colours" como una bitácora de sonidos y fotografías imaginarias, tomadas durante la gira mundial que hicieron tras la publicación de "High Places vs Mankind" (thrill jockey, 2010), que incluso los trajo a Chile en una presentación que según cuentan los asistentes fue una real experiencia para los sentidos, sin esperar mucho se han lanzado nuevamente al viaje, aunque creemos que ellos siempre están suspendidos en un vuelo que abarca toda su discografía, como lo confirma la etérea "Twenty-Seven" una gema que activa ese culto casi perdido de los primeros His Name Is Alive de 4AD, para el final nos dejan una canción que simplifica de manera magistral lo que es este álbum, "Altos Lugares" y claro que los hemos sentido, será un jardín.
Agradezcamos!
Raúl Cabrera H.
Los High Places son de esas bandas difíciles de olvidar, una pareja hiperactiva y amante de la vida en el más amplio sentido de la frase, no por eso diremos que Rob Barber y Mary Pearson no se cuestionan el asunto, yo creo que al contrario, en ese ir y venir desde Nueva York a Los Angeles han tomado una gran cantidad de influencias, ya no puramente musicales, en su sonido actual se cuelan imagenes, destellos, naturaleza y urbanidad. Todo soportado en esta esfera clarividente y maquinal, puede que "Original Colours" sea su disco más rítmico, pero a la vez es el más intuitivo, abstracto, rico en texturas y melodías celestes. La voz de Mary es sencillamente mágica, como en "The Pull" donde domina un ambiente nuboso muy bien creado por Rob Barber y su aparataje minimalista, sensibilidad refinada que envuelve hasta hacernos flotar en "Morning Ritual", zumbidos y ritmos quebradizos de "Banksia", puede que lleven algo del vuelo estelar de Laika, Pram o los Stereolab de 1997 paseando por Düsseldorf para "Dots & Loops", pero en su totalidad High Places va mucho más allá de cualquier referencia, cuentan con un carácter especial que descanza en la fragilidad, en esos espacios dulcemente adictivos, susurros que transportan hacia un paraje ancestral, translúcido y original como pocos.
Hasta cierto punto podemos considerar a "Original Colours" como una bitácora de sonidos y fotografías imaginarias, tomadas durante la gira mundial que hicieron tras la publicación de "High Places vs Mankind" (thrill jockey, 2010), que incluso los trajo a Chile en una presentación que según cuentan los asistentes fue una real experiencia para los sentidos, sin esperar mucho se han lanzado nuevamente al viaje, aunque creemos que ellos siempre están suspendidos en un vuelo que abarca toda su discografía, como lo confirma la etérea "Twenty-Seven" una gema que activa ese culto casi perdido de los primeros His Name Is Alive de 4AD, para el final nos dejan una canción que simplifica de manera magistral lo que es este álbum, "Altos Lugares" y claro que los hemos sentido, será un jardín.
Agradezcamos!
Raúl Cabrera H.
Guantazo sin miedo al sector más intransigente y cerrado de la escena noise, “Bermuda Drain” es un apabullante ejemplo de atrevimiento y personalidad en el contexto de un microclima lastrado históricamente por su inmovilismo y su malentendida radicalidad. Dominick Fernow apenas necesita demostrar a estas alturas del partido su capacidad para intimidar al público con arrebatos de ruido furioso y feedback maléfico, quedó claro en algunos de sus artefactos pretéritos, como aquella lobotomía sonora llamada “Black Vase” (load, 2005). No le debe explicaciones a nadie, y es por ello que su nuevo álbum rápidamente, a los dos minutos de andadura, ya se presenta como un fascinante cambio de tercio y registro dentro de su propia trayectoria, una excelsa vía de redefinición estilística y expresiva que, a su vez, no traiciona ni contradice el espíritu fundacional del proyecto Prurient, ese cabreo contra el mundo que siempre ha caracterizado sus grabaciones.
Cansado quizás de organizar orgías sangrientas de noise ultraviolento en sus lanzamientos y repetir hasta la saciedad el mismo patrón creativo, o quién sabe si extra influido y extra motivado por su actividad junto a Cold Cave a lo largo de estos últimos años, Fernow ha decidido apostarlo todo a su faceta más electrónica para perfilar su esperado regreso. Eso se traduce en un impactante e imponente ejercicio de reformulación musical en que los chorros de feedback cortante y estridente y los berreos histéricos, santo y seña de su propuesta, dejan paso a contundentes beats, melodías oscuras y tristes, estructuras de canción más ortodoxas, detalles de producción limpia y madura, mayor dosificación de la herramienta vocal e incluso paisajes ambient inauditos hasta la fecha en la discografía de su proyecto madre. “Bermuda Drain” es algo parecido a una versión fúnebre, anticlimática, deprimente, rabiosa y devastada de los mejores Cold Cave, una pesadilla urbana sin estribillos ni crescendos, melódica pero dolorosa, mezcla impensada e inimaginable de EBM, ambient, pop, noise y poso industrial.
Le lloverán menosprecios y varapalos de sus fans más ortodoxos, algunos le acusarán de haberse vendido y probablemente muchos compañeros de escena se miren este disco como una maniobra para abrir su música a un nuevo público fuera de los márgenes de la esfera noise, pero mientras todos ellos pierden tiempo y esfuerzos meditando alrededor de aspectos tangenciales, lo importante es que “Bermuda Drain” cobra vida –y no deja de crecer escucha tras escucha– como uno de los discos más rotundos y valientes de la temporada, extraordinario paso adelante en la trayectoria creativa de Fernow y ambicioso punto y aparte en la vida de Prurient.
por David Broc
desde playgroundmag
Cansado quizás de organizar orgías sangrientas de noise ultraviolento en sus lanzamientos y repetir hasta la saciedad el mismo patrón creativo, o quién sabe si extra influido y extra motivado por su actividad junto a Cold Cave a lo largo de estos últimos años, Fernow ha decidido apostarlo todo a su faceta más electrónica para perfilar su esperado regreso. Eso se traduce en un impactante e imponente ejercicio de reformulación musical en que los chorros de feedback cortante y estridente y los berreos histéricos, santo y seña de su propuesta, dejan paso a contundentes beats, melodías oscuras y tristes, estructuras de canción más ortodoxas, detalles de producción limpia y madura, mayor dosificación de la herramienta vocal e incluso paisajes ambient inauditos hasta la fecha en la discografía de su proyecto madre. “Bermuda Drain” es algo parecido a una versión fúnebre, anticlimática, deprimente, rabiosa y devastada de los mejores Cold Cave, una pesadilla urbana sin estribillos ni crescendos, melódica pero dolorosa, mezcla impensada e inimaginable de EBM, ambient, pop, noise y poso industrial.
Le lloverán menosprecios y varapalos de sus fans más ortodoxos, algunos le acusarán de haberse vendido y probablemente muchos compañeros de escena se miren este disco como una maniobra para abrir su música a un nuevo público fuera de los márgenes de la esfera noise, pero mientras todos ellos pierden tiempo y esfuerzos meditando alrededor de aspectos tangenciales, lo importante es que “Bermuda Drain” cobra vida –y no deja de crecer escucha tras escucha– como uno de los discos más rotundos y valientes de la temporada, extraordinario paso adelante en la trayectoria creativa de Fernow y ambicioso punto y aparte en la vida de Prurient.
por David Broc
desde playgroundmag
Resulta difícil determinar, dada la juventud de los White Lies, la procedencia de los ecos que reciclan y prolongan, saber si es una actualización de la primera generación del post-punk y la Nueva Ola o de alguna de sus posteriores réplicas. El trío británico ha emulado a Joy Division al posar para la cámara en un túnel del Metro, pero su raíz podría estar, por no ir tan lejos y evitar trasbordos, en los Editors, que les pilla ahí al lado. Mientras los Wire programan en su nuevo y flamante disco una asombrosa y veraz recreación de una era que protagonizaron y definieron, los White Lies trazan la enésima ruta a un pasado ya virtual, fantaseado y contrahecho por quienes contraponen simples y discutibles recuerdos, quizá de segunda o tercera mano, a documentos tan solventes y contrastados como los que todavía maneja la banda de Colin Newman.
El uso y abuso de los materiales que manejan los White Lies deriva, a la larga -como sucede con su "Ritual"- en un proceso de fotocopiado que de forma paulatina deteriora y desdibuja las señales originales, leídas a distancia y a partir de facsímiles muy desvirtuados. La revisión de la época de los Wire a partir de elementos degenerados e impuros, sintonizados con interferencias que los malogran y a la vez enriquecen, permite a los White Lies estrenar en 2011 canciones que ya existían en la memoria del público. Lo de los Wire, en cambio, y de forma paradójica, resulta cada vez más sorprendente. Cosas de la edad.
por Jesús Lillo
desde abc.es
El uso y abuso de los materiales que manejan los White Lies deriva, a la larga -como sucede con su "Ritual"- en un proceso de fotocopiado que de forma paulatina deteriora y desdibuja las señales originales, leídas a distancia y a partir de facsímiles muy desvirtuados. La revisión de la época de los Wire a partir de elementos degenerados e impuros, sintonizados con interferencias que los malogran y a la vez enriquecen, permite a los White Lies estrenar en 2011 canciones que ya existían en la memoria del público. Lo de los Wire, en cambio, y de forma paradójica, resulta cada vez más sorprendente. Cosas de la edad.
por Jesús Lillo
desde abc.es
Es muy fácil admirar a los forajidos, solo piensen en esos carismáticos delincuentes y rebeldes que tanto los hacen sonreir. En la música del siglo XX, los marginados musicales eran tan vitoreados como Billy The Kid o Bonnie y Clyde, mientras producían a su placer sonidos que pocos entendieron en su época pero que hicieron que tu rockero favorito se aproximara lo suyo de manera que probablemente no pensó podía ser posible. Piensen en Harry Partch y sus instrumentos reparados del basurero, Captain Beefheart y su negación a caminar en tiempos cuadrados, Smegma y su celebración lubricada de todos los errores técnicos de las grandes bandas del rock. Todos merecedores de monumentos y días en los que dejen salir a los niños temprano de sus clases.
En otras épocas, Neptune probablemente hubiera sido una gran banda de culto.
Debo aclarar que lo son, son una banda de culto, pero no como pudieron haber sido en otra época: considerados vanguardistas, adelantados a su época y poco apreciados por lo difícil que es conectar a sus sonidos. Estamos en el 2011 y Neptune son simplemente unos artistas que suenan amenazadores y recuerdas de su existencia cada vez que sacan un disco; eso es lo que son para los pocos que, aparentemente somos fans. Su nivel de popularidad no tiene que ver con su sonido; son innovadores, tomando el ejemplo de Partch para construir instrumentos y hacer sonidos delirantes pero, a diferencia de la mayoría de la gente que construye sus armas de ruidero, Neptune no se la pasan conjurando paisajes sonoros de una mañana dominguera en el séptimo círculo de infierno adventista. Su manera de aproximar las cosas es más parecido a This Heat o a Einstürzende Neubauten, si Blixa y la banda se dedicaran más al rock que a huir de él.
A diferencia de álbumes anteriores como "Gong Lake", "Silent Partner" es más texturoso, extendiendo sus capas por ocho minutos en promedio, construidas de repeticiones, haciendo paredes donde pasar los dedos varias veces logra que sangren y se hagan cicatrices mientras un baile aletargado se hace en tus pies. El álbum tiene varios sellos de este tipo de música, como se escucha en la voz medio recitando/medio cantando y la percusión que no quiere soltar el poder del rock. No digo que sea el disco del año y dudo que sea el mejor de Neptune, pero "Silent Partner" cristaliza momentos inspirados donde la improvisación y la cacofonía se combinan dentro de tapices sonoros con timbres poco esperados aunque orgánicos. Es decir, la fórmula perfecta de un gran disco de una banda de culto, de las que siempre se aprecia saber que mierda con sus vidas hoy en día. Engendro Prehistórico.
por Marcos Hassan
desde afterpop
En otras épocas, Neptune probablemente hubiera sido una gran banda de culto.
Debo aclarar que lo son, son una banda de culto, pero no como pudieron haber sido en otra época: considerados vanguardistas, adelantados a su época y poco apreciados por lo difícil que es conectar a sus sonidos. Estamos en el 2011 y Neptune son simplemente unos artistas que suenan amenazadores y recuerdas de su existencia cada vez que sacan un disco; eso es lo que son para los pocos que, aparentemente somos fans. Su nivel de popularidad no tiene que ver con su sonido; son innovadores, tomando el ejemplo de Partch para construir instrumentos y hacer sonidos delirantes pero, a diferencia de la mayoría de la gente que construye sus armas de ruidero, Neptune no se la pasan conjurando paisajes sonoros de una mañana dominguera en el séptimo círculo de infierno adventista. Su manera de aproximar las cosas es más parecido a This Heat o a Einstürzende Neubauten, si Blixa y la banda se dedicaran más al rock que a huir de él.
A diferencia de álbumes anteriores como "Gong Lake", "Silent Partner" es más texturoso, extendiendo sus capas por ocho minutos en promedio, construidas de repeticiones, haciendo paredes donde pasar los dedos varias veces logra que sangren y se hagan cicatrices mientras un baile aletargado se hace en tus pies. El álbum tiene varios sellos de este tipo de música, como se escucha en la voz medio recitando/medio cantando y la percusión que no quiere soltar el poder del rock. No digo que sea el disco del año y dudo que sea el mejor de Neptune, pero "Silent Partner" cristaliza momentos inspirados donde la improvisación y la cacofonía se combinan dentro de tapices sonoros con timbres poco esperados aunque orgánicos. Es decir, la fórmula perfecta de un gran disco de una banda de culto, de las que siempre se aprecia saber que mierda con sus vidas hoy en día. Engendro Prehistórico.
por Marcos Hassan
desde afterpop
Desde el desierto de Mojave vino un músico capaz de atrapar los sonidos del silencio, Harold Budd o 'el pianista que toca bajo el agua' es leyenda viva y que no teme a desaparecer según el mismo lo ha dicho, pero que mientras tanto nos mantiene hipnotizados con sus trabajos ambientales de profunda solemnidad y encantamiento.
Esa misma manera tan especial de entender la creación de sonidos y ambientes lo han llevado a colaborar con músicos destacados como Brian Eno, Cocteau Twins o David Sylvian (sólo por nombrar algunos, quizás los más 'esquimales'), dentro de una trayectoria extensa y brillante, recordemos que en la actualidad Harold Budd cuenta con 75 años, los que no han mermado su búsqueda constante en los anchos caminos de la experimentación sonora.
Se trata de un artista abundante, que sin embargo a cada trabajo le entrega un concepto único, una inspiración intacta que hoy nos presenta "In The Mist" ('En La Niebla'), siempre con esa interpretación tan distintiva que nos cubre en ese halo fascinante, el álbum está conformado por tres fases: 'The Whispers', 'Gunfighters' y 'Shadows' en las que cada pieza se transforma en un viaje hacia esa necesaria calma que ya casi olvidamos, un deslumbrante prado de ecos y timbres salidos desde su piano como una concentración de estrellas que lentamente van extendiendo su movimiento hasta hacernos parte de esta noche paralela, resonancias transparentes, ruidillos casi imperceptibles que se acercan por orden natural, sin casi notarlo ya estamos en medio de la floresta, sumergidos otra vez en esa esencia, la música de Harold Budd se puede ver, oler, sintiendo los latidos en la distancia, figuras que aparecen en la niebla, los sueños.
"In The Mist" es una proeza de arte sonoro, un mensaje de humanidad suspendido fuera de este mundo. Celestial.
Raúl Cabrera H.
Esa misma manera tan especial de entender la creación de sonidos y ambientes lo han llevado a colaborar con músicos destacados como Brian Eno, Cocteau Twins o David Sylvian (sólo por nombrar algunos, quizás los más 'esquimales'), dentro de una trayectoria extensa y brillante, recordemos que en la actualidad Harold Budd cuenta con 75 años, los que no han mermado su búsqueda constante en los anchos caminos de la experimentación sonora.
Se trata de un artista abundante, que sin embargo a cada trabajo le entrega un concepto único, una inspiración intacta que hoy nos presenta "In The Mist" ('En La Niebla'), siempre con esa interpretación tan distintiva que nos cubre en ese halo fascinante, el álbum está conformado por tres fases: 'The Whispers', 'Gunfighters' y 'Shadows' en las que cada pieza se transforma en un viaje hacia esa necesaria calma que ya casi olvidamos, un deslumbrante prado de ecos y timbres salidos desde su piano como una concentración de estrellas que lentamente van extendiendo su movimiento hasta hacernos parte de esta noche paralela, resonancias transparentes, ruidillos casi imperceptibles que se acercan por orden natural, sin casi notarlo ya estamos en medio de la floresta, sumergidos otra vez en esa esencia, la música de Harold Budd se puede ver, oler, sintiendo los latidos en la distancia, figuras que aparecen en la niebla, los sueños.
"In The Mist" es una proeza de arte sonoro, un mensaje de humanidad suspendido fuera de este mundo. Celestial.
Raúl Cabrera H.
GUSGUS
Arabian Horse
kompakt, 2011
En calidad y cantidad de propuestas por número de habitantes, como en otros muchos aspectos socio-políticos, Islandia es un caso aparte en el panorama musical internacional. Allí se toman muy en serio incluso el resultar divertidos. En este deslumbrante listado de artistas, GusGus parecieron siempre los más frívolos y superficiales. La madurez les ha llegado tras una carrera de locuras y, aunque nunca dejaron de ser jovialmente inteligentes, parece que al fin han sentado la cabeza.
Más que una banda, GusGus es un autobús urbano por el que ha pasado medio Reykjavik. Una especie de “servicio militar obligatorio” para todo islandés con inquietudes musicales en electrónica. Pasaron de ser una docena en los años noventa (entre ellos Emiliana Torrini) a quedarse con sólo dos miembros en 2000. La formación ha aglutinado a actores, cineastas y músicos, entendiendo sus directos como una fiesta-espectáculo total.
Productores de hits enérgicos y vigorizantes, siempre han optado por una visión vitalista de ritmos sintéticos destinados a arrasar las pistas de baile. En esta ocasión aparecen más reflexivos y menos optimistas. Tal vez sea aventurado decir que el pesimismo les ha cogido desprevenidos, pero es evidente que no están las cosas en el mundo, y menos en su país en concreto, para pegar botes como si nada grave estuviera pasando. De todas las formas de arrimar el hombro y contribuir a mejorar las cosas, esta es una de las más plausibles: hacer bien lo que sabes hacer bien y no decepcionar en el intento.
"Arabian Horse" es la octava entrega de la banda. Aquí colaboran Högni Egilsson (vocalista en Hjaltalin), con su timbre melodramático a lo Guy Garvey (Elbow). Todo el disco está impregnado de una solemnidad preciosista, densa y oscura, poco frecuente en la volatilidad efervescente de sus anteriores trabajos (menos "Polydistortion" de 1996), sin oposición a que por momentos se te vayan los pies al compás. Con menos electrónica refrescante y más techno geológico, puedes considerar que la ceniza volcánica se les ha colado en los ordenadores.
desde
transistora.com.es
Arabian Horse
kompakt, 2011
En calidad y cantidad de propuestas por número de habitantes, como en otros muchos aspectos socio-políticos, Islandia es un caso aparte en el panorama musical internacional. Allí se toman muy en serio incluso el resultar divertidos. En este deslumbrante listado de artistas, GusGus parecieron siempre los más frívolos y superficiales. La madurez les ha llegado tras una carrera de locuras y, aunque nunca dejaron de ser jovialmente inteligentes, parece que al fin han sentado la cabeza.
Más que una banda, GusGus es un autobús urbano por el que ha pasado medio Reykjavik. Una especie de “servicio militar obligatorio” para todo islandés con inquietudes musicales en electrónica. Pasaron de ser una docena en los años noventa (entre ellos Emiliana Torrini) a quedarse con sólo dos miembros en 2000. La formación ha aglutinado a actores, cineastas y músicos, entendiendo sus directos como una fiesta-espectáculo total.
Productores de hits enérgicos y vigorizantes, siempre han optado por una visión vitalista de ritmos sintéticos destinados a arrasar las pistas de baile. En esta ocasión aparecen más reflexivos y menos optimistas. Tal vez sea aventurado decir que el pesimismo les ha cogido desprevenidos, pero es evidente que no están las cosas en el mundo, y menos en su país en concreto, para pegar botes como si nada grave estuviera pasando. De todas las formas de arrimar el hombro y contribuir a mejorar las cosas, esta es una de las más plausibles: hacer bien lo que sabes hacer bien y no decepcionar en el intento.
"Arabian Horse" es la octava entrega de la banda. Aquí colaboran Högni Egilsson (vocalista en Hjaltalin), con su timbre melodramático a lo Guy Garvey (Elbow). Todo el disco está impregnado de una solemnidad preciosista, densa y oscura, poco frecuente en la volatilidad efervescente de sus anteriores trabajos (menos "Polydistortion" de 1996), sin oposición a que por momentos se te vayan los pies al compás. Con menos electrónica refrescante y más techno geológico, puedes considerar que la ceniza volcánica se les ha colado en los ordenadores.
desde
transistora.com.es
El espacio interestelar tiene una nueva banda sonora que lo pule, le da brillo y embellece y con la que uno puede gustosamente atravesarlo en una odisea espacial vintage con destino V509 Cassiopeiae. Sólo hay que subir en una astronave prototípica para incurrir en una experiencia sideral surcando el celeste retrofuturo en su más radiante noche. Allí donde la chatarra espacial que se asola en la inmensidad del vacío deja paso a nómadas volantes entre gammas, nebulosas, supernovas en repliegue implosivo y otros astros depresivos, agotados, en abandono y apagón. Cerca de Alfa Centauri, allí donde todo es luz, se ha visto maniobrar en fosforescencia a un navegante de Ohio. Su nombre, de lumbre descendiente, se ha quedado grabado en la gran bóveda negra del firmamento. Un hito para la edad moderna. Y ha sido éste que pasa un año productivo para Sam Goldberg que, además de salir por la tangente y en órbita alienado con la constelación del Centauro, ha entregado recientemente trabajos para la infinidad de Arbor (Having Had Forgot) bajo su nombre de pila, Centre (Avalon), con este mismo seudónimo, y trabajos paralelos con otros miembros de Emeralds con los que, más allá de los rugidos drónicos de esta banda, colabora. Tal es el caso de Houses, el último trabajo junto a John Elliot en su proyecto binario de nombre Mist. El de Cleveland, además de otros alias como Docile Dawn y su trabajo en Pizza Night, su propio sello, acaba de entregar una obra espléndida en el no menos hiperbólico sello Mexican Summer, que siempre se preocupa en ofrecernos algunas de las mejores apuestas con las que la musicalidad, hoy, nova. Se llama Hazel y sugiere una travesía cósmica arpegiada en goces súbitos y alternos de placer analógico-sintético.
Intermitencias en luminarias señalan las escalas que recorre Goldberg en las nueve canciones que integra éste, su nuevo disco. Indican despegues sin aterrizaje hacia lo alto según un ambiental kosmiche que resplandece entre drones a sintetizador, acordes de guitarras que gravitan perdidos en la inmensidad y que felizmente captura para sus composiciones Sam. Como esos versos que ocasionalmente despide, encontrados más allá de Becrux y Mimosa y a 88º de Juxta Crucem, lejos de otras gigantes naranjas. Los reúne sobre cajas de ritmo de cadencias y efectos calmos que cruzan fugaces lluvias de asteroides en sintonía láser y en una sucesión encadenada de arpegios que esculpen paz e intensa belleza sollozada. Enarbola levadizos, centrifugaciones, inmersiones y pulsos en pirueteadas peripecias epopéyicas que tienen a un proto-kraut como resonancia fondo y que invaden con beldad y hermosura una constante sensación de tibieza, dulce nostalgia y absoluto bienestar. Lo que escuchando procura. De sus episodios a la Namlook en cíclicas gravitaciones y algunas vecindades con Oneohtrix Point Never o los más melancólicos Isan, destacan pasajes de planeación lenta que interludian esas graduaciones de armonías notadas en plácidos impulsos de sonido alboreado. Allí es donde más lucen los mejores momentos de este drama espacial de primigenia electrónica glaciar. Sobre todo en "Playground", "Anthem", "Walls in Motion" o "Patience", pero también en "A Vague Year", "Blind Faith" o "Hazel"; con breves pasarelas galácticas que, junto a ellas, definen las claves de una advenediza épica asteroidal.
por David Cano
desde notodo.com
Intermitencias en luminarias señalan las escalas que recorre Goldberg en las nueve canciones que integra éste, su nuevo disco. Indican despegues sin aterrizaje hacia lo alto según un ambiental kosmiche que resplandece entre drones a sintetizador, acordes de guitarras que gravitan perdidos en la inmensidad y que felizmente captura para sus composiciones Sam. Como esos versos que ocasionalmente despide, encontrados más allá de Becrux y Mimosa y a 88º de Juxta Crucem, lejos de otras gigantes naranjas. Los reúne sobre cajas de ritmo de cadencias y efectos calmos que cruzan fugaces lluvias de asteroides en sintonía láser y en una sucesión encadenada de arpegios que esculpen paz e intensa belleza sollozada. Enarbola levadizos, centrifugaciones, inmersiones y pulsos en pirueteadas peripecias epopéyicas que tienen a un proto-kraut como resonancia fondo y que invaden con beldad y hermosura una constante sensación de tibieza, dulce nostalgia y absoluto bienestar. Lo que escuchando procura. De sus episodios a la Namlook en cíclicas gravitaciones y algunas vecindades con Oneohtrix Point Never o los más melancólicos Isan, destacan pasajes de planeación lenta que interludian esas graduaciones de armonías notadas en plácidos impulsos de sonido alboreado. Allí es donde más lucen los mejores momentos de este drama espacial de primigenia electrónica glaciar. Sobre todo en "Playground", "Anthem", "Walls in Motion" o "Patience", pero también en "A Vague Year", "Blind Faith" o "Hazel"; con breves pasarelas galácticas que, junto a ellas, definen las claves de una advenediza épica asteroidal.
por David Cano
desde notodo.com
Sintoniza El Sueño del Esquimal, este jueves 17 a las 21:00 hrs por Radio Placeres 87.7 fm desde Valparaíso, online además por aquí...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario