Universal, sencillamente Björk...
Björk Guðmundsdóttir, esa tímida muchacha islandesa otrora vocalista de los insignes The Sugarcubes en los 80s', se ha convertido en una verdadera estrella dentro del universo rockero mundial, de esto no hay duda alguna, su octava placa (contando el soundtrack "Selmasongs" de 2000) "Biophilia" debe ser el disco más esperado del año que ya finaliza, y por lejos.
Desde el momento en que aparecieron las primeras noticias de este álbum y además plataforma multimedia de aplicaciones varias, las antenas de miles de seguidores se encendieron alrededor del planeta, y no era para menos, Björk es mucho más que una simple luminaria pop, su voz y su música siempre están sujetas a la intervención experimentalista, a esa personalidad inquieta que busca constantemente romper o ensanchar los contornos de lo que comúnmente escuchamos, asunto que quedó en entredicho hace 4 años con el poco inspirado "Volta" (2007), pero la de Reykjavik nuevamente sacude su manto mágico para entregarnos un disco conceptual sobre la vida, la fenómenos naturales y el movimiento vital de la tierra, obviamente con todos nosotros adentro, "Biophilia" es un trabajo bellísimo, alto y de una intensidad intimista que se expande e indaga entre sonidos, atmósferas y sensaciones para llevarnos hasta un paisaje nuevo, puede que sea el entusiamo de los primeros encuentros pero me parece incluso más ambicioso que los tratados vocales de "Medúlla" (2004), casi tocando el crital congelado de esa leyenda sonora llamada "Vespertine" (2001). Valía la pena la espera y también la esperanza.
"Un órgano tubular chapado a la antigua que se hace controlar digitalmente, un arpa en forma de péndulo gigante, una bobina de Tesla conectada a un sintetizador y algún que otro artilugio semi-analógico más, construido por encargo, que aprovecha las fuerzas de la naturaleza para crear música. Una serie de aplicaciones multimedia que la combina con efectos visuales y una interfaz interactiva.", como bien dice Joaquín Saavedra desde Cucharasónica sobre algunos de los elementos y aparatos que Björk utiliza en este estupendo trabajo, además de los colaboradores participantes que van desde El Guincho hasta Zeena Parkins, pasando por Leila Arab, Damian Taylor, Mark Bell, Matthew Herbert y por supuesto que no podía fallar un magnífico 'coro islandés' con esas múltiples voces que le otorgan la esencia primaria a esta producción soportada en la tecnología visceral y el susurro humano, ahora sí en alianza perfecta, muestra de este entendimiento es la preciosa "Cosmogony" con esa voz de Björk tan especial que nos eleva en su esfera celeste, dan ganas de llorar, dan ganas de quedarse en este refugio por mucho tiempo.
Es extraño luego de tanta expectación y revuelo, pero al entrar en las 10 canciones que forman "Biophilia" no vemos rutas convencionales, ninguno de estos trazos podrían convertirse en un 'hit radial' o algo parecido, más bien se trata de un álbum examinador sobre los estados del hombre y la tierra, es aquí donde funciona como un real tesoro para los oídos y para el ánimo general, refrescando desde el interior con la cercanía de "Moon" o desde lo externo como en "Crystalline" con una ritmica fragmentada que sacudirá cualquier señal de indiferencia, diseños electrónicos que llevan a la conexión con la audiencia, podemos entender y sentir cada zumbido, cada alarido de la islandesa, cada fotografía de la galaxia atrapada por este telescopio que gira en la atracción constante, no sabemos si Björk quizo explicar el ritmo de la existencia y su movimiento contradictorio en este trabajo, pero nos queda claro que ha logrado plasmar ese cordón fractal entre el universo, el planeta y lo que somos todos a fin de cuentas, vida, espamos, creación, intuición, en temas como "Virus", "Sacrifice" y sobre todo "Mutual Core" se mueve ese registro atemporal, tecnológico, magistral. Huellas que finalizan con la fragilidad de "Solstice", el péndulo y la oscilación, una voz que prevalece en la orilla, Björk otra vez sujeta el reloj para que podamos contemplar el paisaje, biología y unión. Genialidad.
A esperar su presentación en Chile para Lollapalooza 2012 (31 de marzo y 1 de abril) de seguro será un jardín, anótense sin pensarlo demasiado.
Nebula.
Raúl Cabrera H.
Desde el momento en que aparecieron las primeras noticias de este álbum y además plataforma multimedia de aplicaciones varias, las antenas de miles de seguidores se encendieron alrededor del planeta, y no era para menos, Björk es mucho más que una simple luminaria pop, su voz y su música siempre están sujetas a la intervención experimentalista, a esa personalidad inquieta que busca constantemente romper o ensanchar los contornos de lo que comúnmente escuchamos, asunto que quedó en entredicho hace 4 años con el poco inspirado "Volta" (2007), pero la de Reykjavik nuevamente sacude su manto mágico para entregarnos un disco conceptual sobre la vida, la fenómenos naturales y el movimiento vital de la tierra, obviamente con todos nosotros adentro, "Biophilia" es un trabajo bellísimo, alto y de una intensidad intimista que se expande e indaga entre sonidos, atmósferas y sensaciones para llevarnos hasta un paisaje nuevo, puede que sea el entusiamo de los primeros encuentros pero me parece incluso más ambicioso que los tratados vocales de "Medúlla" (2004), casi tocando el crital congelado de esa leyenda sonora llamada "Vespertine" (2001). Valía la pena la espera y también la esperanza.
"Un órgano tubular chapado a la antigua que se hace controlar digitalmente, un arpa en forma de péndulo gigante, una bobina de Tesla conectada a un sintetizador y algún que otro artilugio semi-analógico más, construido por encargo, que aprovecha las fuerzas de la naturaleza para crear música. Una serie de aplicaciones multimedia que la combina con efectos visuales y una interfaz interactiva.", como bien dice Joaquín Saavedra desde Cucharasónica sobre algunos de los elementos y aparatos que Björk utiliza en este estupendo trabajo, además de los colaboradores participantes que van desde El Guincho hasta Zeena Parkins, pasando por Leila Arab, Damian Taylor, Mark Bell, Matthew Herbert y por supuesto que no podía fallar un magnífico 'coro islandés' con esas múltiples voces que le otorgan la esencia primaria a esta producción soportada en la tecnología visceral y el susurro humano, ahora sí en alianza perfecta, muestra de este entendimiento es la preciosa "Cosmogony" con esa voz de Björk tan especial que nos eleva en su esfera celeste, dan ganas de llorar, dan ganas de quedarse en este refugio por mucho tiempo.
Es extraño luego de tanta expectación y revuelo, pero al entrar en las 10 canciones que forman "Biophilia" no vemos rutas convencionales, ninguno de estos trazos podrían convertirse en un 'hit radial' o algo parecido, más bien se trata de un álbum examinador sobre los estados del hombre y la tierra, es aquí donde funciona como un real tesoro para los oídos y para el ánimo general, refrescando desde el interior con la cercanía de "Moon" o desde lo externo como en "Crystalline" con una ritmica fragmentada que sacudirá cualquier señal de indiferencia, diseños electrónicos que llevan a la conexión con la audiencia, podemos entender y sentir cada zumbido, cada alarido de la islandesa, cada fotografía de la galaxia atrapada por este telescopio que gira en la atracción constante, no sabemos si Björk quizo explicar el ritmo de la existencia y su movimiento contradictorio en este trabajo, pero nos queda claro que ha logrado plasmar ese cordón fractal entre el universo, el planeta y lo que somos todos a fin de cuentas, vida, espamos, creación, intuición, en temas como "Virus", "Sacrifice" y sobre todo "Mutual Core" se mueve ese registro atemporal, tecnológico, magistral. Huellas que finalizan con la fragilidad de "Solstice", el péndulo y la oscilación, una voz que prevalece en la orilla, Björk otra vez sujeta el reloj para que podamos contemplar el paisaje, biología y unión. Genialidad.
A esperar su presentación en Chile para Lollapalooza 2012 (31 de marzo y 1 de abril) de seguro será un jardín, anótense sin pensarlo demasiado.
Nebula.
Raúl Cabrera H.
Parece que fuera una eternidad, parece que fue ayer. “Dear Companion” (Drag City, 2007) a veces está muy lejos, son cuatro años largos, pero su recuerdo está tan presente que las distancias se hacen relativamente cortas. Fue ese un disco que parecía una aventura pasajera al margen de los intensos y oscuros Espers, un trayecto en solitario que recogía versiones ajenas y del cancionero tradicional, apenas tan solo dos composiciones. Ahora revierte eso y la tenemos con un álbum que es muy suyo, en su casi totalidad obra de la buena de Meg. Su primer disco nos dejo a muchos encantados con esa sencillez y esa naturalidad nada impostada, un muestrario de canciones frágiles, cálidas, mucho más volátil de lo que la banda madre es, folk de ensueño y magia blanca. Y la esperanza de una continuidad al fin deja de serlo para convertirse en alegre realidad.
“Las palabras que salen primero son los mejores para ofrecer”. Un total de diez canciones son las que encierra “Seasons On Earth”, otra vez con el folk natural como guía por donde fluir las palabras, textos que en la boca de Meg saben muy dulce, cualquier cosa que ella te diga. Grabado por Brian McTear, también involucrado en el muy reciente “Marissa Nadler” (Box Of Cedar, 2011), estas temporadas en la tierra recogen sonidos muy terrenales y arraigadas: folk, como dije, pero también country con nada de percusión, solo guitarras, acústicas y pedal steel. Un disco de género que no es una repetición sino una continuación de una tradición muy firme en la América Primitiva. “Sé que hay artistas que suenan como si vinieran de otro planeta, pero no creo ser capaz de encajar en esa tradición”. Sabiendo cuales son sus límites, y de adonde viene, Meg pretende reavivar la llama de la canción hecha a partir de unos esquemas fijados hace mucho tiempo, sin por ello dejar de sonar moderna, gracias a una sonoridad que busca generar diferencias que no son fáciles de percibir, y que ayudan a generar cierta intriga. “Con este disco hice un trato de preocuparme de ser borrosa y más suave. Si te tomas el tiempo de hacer ese ablandamiento, mi esperanza es que el material pesado pueda parecer aún con más peso. Tal vez sólo sientes el impacto dos segundos más tarde, pero más difícil. Y entonces puedes comenzar a pensar hacia adelante y hacia atrás a través de la narrativa. Una especie de versión emocional del delay”. “Babyon, vuelve a casa conmigo / No caigas en torno al dolor que bien conoces”, esas son las frases con las que comienza “Seasons On Earth”, las de “Babyon”, dulce melodía agreste por la que se da inicio a este puñado de temas curtidos entre cuerdas de nylon e historias rurales al borde de la ciudad. Más tierna si se puede es “Stars Climb Up The Vine”: un tejido de guitarras, una de ellas incluso algo disonante en la frontera de la luz de un amor de viñedos tan borrosa como pretendía (“Podríamos ir de la mano/ Y encontrar el oscuro techo/ sala/ Y encontrar la oscuridad/ Y también la luz/ Observar las estrellas a medida que sube la vid/ Ellos suben la vid/ Yo sé que soy raro/ Pero podríamos ir de la mano/ Lejos de esta tierra que suena/ Observar las estrellas a medida que sube la vid/ Suben la vid”). “Share” es otra maravilla con esa voz que se multiplica, con esos ecos mecidos por el viento, con “tu blues futuro, ah tus floraciones del futuro”, certeza e incertidumbres de lugares profanados (“Tu luz, no pudimos hacer las cosas bien/ Acabamos de escuchar el mundo/ Si todos los tontos con hambre crecieron sabios en las Tierras Ásperas/ Entonces, ¿dónde habría que ir?/ Para encontrar una forma totalmente nueva de nuevo/ Para navegar por encima de los grises y su influencia inmutable de todos sus hermanos sucios/ ¿Y tus lágrimas te hacen santo?”). “Even Rain”, “golpeada por la lluvia y el sol”, da paso a una versión de Mark-Almond, y de ahí a una de The House Of Love. De vuelta a la autoría, “The Land Turned Over”, la más solitaria de todas, musical como líricamente, aunque se muestre amable al final (“Hacia la gran división que dormía dentro/ La casa de tus padres, ‘fantasmas azules a su alrededor’/ ¿Pero estabas solo?/ Así que aprendiste ese secreto también/ Lo has aprendido mucho antes que yo/ La tierra volvió y dio sus joyas para que/ Robaras esta noche de mi sueño/ Y voy a estar en este arroyo que fluye/ Durante diez gotas más de la quietud te diría nada”). “Stream” es lo más próximo a Espers, las más libre de todas y la más áspera, como en esa renovación que hace unos años solo paso por la superficie pero que siempre ha estado, anticipo de la bella en forma y fondo “Song For Next Summer”, canción que cualquiera quisiera que anticipara su verano.
“Seasons On Earth”, las segundas nuevas piezas de Meg Baird. Su cantar dulce y la fuerza curativa de voz. Sus quejidos borrosos y su sonido tenue. Sus memorias de amores mansos que son una entrega infinita a la conquista de lo cercano y lo humano. “Los días se pierden, pero el sonido se queda atascado aquí. Las notas que dejamos, eran lo suficientemente brillante. Las palabras que salen primero son los mejores para ofrecer”.
Hawái.
“Las palabras que salen primero son los mejores para ofrecer”. Un total de diez canciones son las que encierra “Seasons On Earth”, otra vez con el folk natural como guía por donde fluir las palabras, textos que en la boca de Meg saben muy dulce, cualquier cosa que ella te diga. Grabado por Brian McTear, también involucrado en el muy reciente “Marissa Nadler” (Box Of Cedar, 2011), estas temporadas en la tierra recogen sonidos muy terrenales y arraigadas: folk, como dije, pero también country con nada de percusión, solo guitarras, acústicas y pedal steel. Un disco de género que no es una repetición sino una continuación de una tradición muy firme en la América Primitiva. “Sé que hay artistas que suenan como si vinieran de otro planeta, pero no creo ser capaz de encajar en esa tradición”. Sabiendo cuales son sus límites, y de adonde viene, Meg pretende reavivar la llama de la canción hecha a partir de unos esquemas fijados hace mucho tiempo, sin por ello dejar de sonar moderna, gracias a una sonoridad que busca generar diferencias que no son fáciles de percibir, y que ayudan a generar cierta intriga. “Con este disco hice un trato de preocuparme de ser borrosa y más suave. Si te tomas el tiempo de hacer ese ablandamiento, mi esperanza es que el material pesado pueda parecer aún con más peso. Tal vez sólo sientes el impacto dos segundos más tarde, pero más difícil. Y entonces puedes comenzar a pensar hacia adelante y hacia atrás a través de la narrativa. Una especie de versión emocional del delay”. “Babyon, vuelve a casa conmigo / No caigas en torno al dolor que bien conoces”, esas son las frases con las que comienza “Seasons On Earth”, las de “Babyon”, dulce melodía agreste por la que se da inicio a este puñado de temas curtidos entre cuerdas de nylon e historias rurales al borde de la ciudad. Más tierna si se puede es “Stars Climb Up The Vine”: un tejido de guitarras, una de ellas incluso algo disonante en la frontera de la luz de un amor de viñedos tan borrosa como pretendía (“Podríamos ir de la mano/ Y encontrar el oscuro techo/ sala/ Y encontrar la oscuridad/ Y también la luz/ Observar las estrellas a medida que sube la vid/ Ellos suben la vid/ Yo sé que soy raro/ Pero podríamos ir de la mano/ Lejos de esta tierra que suena/ Observar las estrellas a medida que sube la vid/ Suben la vid”). “Share” es otra maravilla con esa voz que se multiplica, con esos ecos mecidos por el viento, con “tu blues futuro, ah tus floraciones del futuro”, certeza e incertidumbres de lugares profanados (“Tu luz, no pudimos hacer las cosas bien/ Acabamos de escuchar el mundo/ Si todos los tontos con hambre crecieron sabios en las Tierras Ásperas/ Entonces, ¿dónde habría que ir?/ Para encontrar una forma totalmente nueva de nuevo/ Para navegar por encima de los grises y su influencia inmutable de todos sus hermanos sucios/ ¿Y tus lágrimas te hacen santo?”). “Even Rain”, “golpeada por la lluvia y el sol”, da paso a una versión de Mark-Almond, y de ahí a una de The House Of Love. De vuelta a la autoría, “The Land Turned Over”, la más solitaria de todas, musical como líricamente, aunque se muestre amable al final (“Hacia la gran división que dormía dentro/ La casa de tus padres, ‘fantasmas azules a su alrededor’/ ¿Pero estabas solo?/ Así que aprendiste ese secreto también/ Lo has aprendido mucho antes que yo/ La tierra volvió y dio sus joyas para que/ Robaras esta noche de mi sueño/ Y voy a estar en este arroyo que fluye/ Durante diez gotas más de la quietud te diría nada”). “Stream” es lo más próximo a Espers, las más libre de todas y la más áspera, como en esa renovación que hace unos años solo paso por la superficie pero que siempre ha estado, anticipo de la bella en forma y fondo “Song For Next Summer”, canción que cualquiera quisiera que anticipara su verano.
“Seasons On Earth”, las segundas nuevas piezas de Meg Baird. Su cantar dulce y la fuerza curativa de voz. Sus quejidos borrosos y su sonido tenue. Sus memorias de amores mansos que son una entrega infinita a la conquista de lo cercano y lo humano. “Los días se pierden, pero el sonido se queda atascado aquí. Las notas que dejamos, eran lo suficientemente brillante. Las palabras que salen primero son los mejores para ofrecer”.
Hawái.
Carsten Nicolai, sigue progresando en su discografía con un nuevo album conceptual que sirve de continuación a "Unitxt". Aquí viene la explicación:
"Whereas the focus of unitxt was on the processing of rhythmic patterns ('unit' = unit of measurement, element) and information ('txt' = data, language), with univrs the focus is on the conceptual differentiation of a universal language ('universum/universal' = unity, entirety").
Una vez aclarado el asunto que tenemos entre manos, si que se puede apreciar este disco como un conjunto mucho más homogéneo y donde la música está mejor representada por un espíritu compositivo más cercano a lo tradicional, que no al incesante y azaroso procesamiento de "Unitxt". Nicolai en este disco, se acerca al ritmo y al techno de una manera más relajada y cercana al trabajo de su compañero espiritual Byetone, jugando menos con experimentación abstracta y trasladándolo a un estado mucho más sensorial que conceptual. Hay pequeños experimentos donde da rienda suelta a su vena más cercana al ruido, pero el techno asfixiado de "Uni Dia", la psicodelia paisajista en "Uni Rec", el trance por el que se pasa en "Uni Iso" o el ácido envuelto en lava de "Uni Syc", dejan clara muestra de una mayor conciliación con lo tradicional en los últimos tiempos dentro del catálogo Raster-Noton. Discos que acercan su universo a un espectro de público más amplio y que tal vez no satisface del mismo modo a los seguidores de la experimentación petrificada de la primera etapa. Pero en el fondo, estamos pasando por alto que disco tras disco y proyecto tras proyecto, Raster-Noton y Carsten Nicolai forman parte de la cultura popular underground y son estos discos los que precisamente ayudan a captar nuevos adeptos a la causa y abrir la mano en determinados momentos es necesario. Hay que saber cuando cambiar el ritmo, y ahora vamos a ritmo. Placer siempre.
desde
Coreagrafo del Cerro.
Estar expuestos al magnético pulso de Xeno And Oaklander es entrar en un universo complejo donde la incertidumbre existencial y el romance abundan, frenéticos corren a través de electrónica atemporal y electricidad que con vigor estalla en una cromática programación de beats que se saborean tanto minimal en su producción, como barrocos en su efecto.
El dúo de Brooklyn realiza música desde el 2004, Sean McBride (Xeno) y la soprano franco-noruega Liz Wendelbo (Oaklander) fundan su experiencia synth pop como un organismo de belleza insuperable que deja de lado el concepto estándar de como se percibe la música electrónica (gélida, estructurada, calculadora) para abrazar de inmediato la ruptura, la asímetría y dualidades como lo expansivo y la restricción en un mismo track. Finamente construyen lo que para los sentidos serían elegantes siluetas efímeras que armónicamente pueden convivir en un croon desolado o en texturas en layers interminables.
Xeno And Oaklander están a unas semanas de ver el nacimiento del sucesor de "Sentinelle" (salió el 11 de Octubre); el nuevo LP publicado en Wierd Records lleva por nombre "Sets & Lights", que descrito por los músicos, encuentra su fuente de poder en su instrumentación electrónica, en la exuberancia de sus sintetizadores, su contínua evocación a lugares sombríos y a su latido robótico que bien va de la mano con una orquestación bailable que a momentos fantasea con el industrial pop.
Hace poco nos entregaron el primer corte, "The Staircase" que fué acompañado por un video dirigido por Taryn Waldman (Boxmotion) en el que se mostraba al dúo en una claustrofóbica reimaginación del filme de 1965 de Roman Polanski, Repulsión, mismo en el que una Catherine Deneuve deliraba en su papel de Carol Ledoux frente a fantasmas del pasado, fijaciónes, obsesiones y un terrible instinto asesino. "The Staircase" se aproxima a esta estética noir y la explora desde su sonido análogo enriquecido por el amplio movimiento minimal underground en Brooklyn.
Ahora nos presentan "Sets & Lights", la pista que abre el full-length homónimo y que se instala como un burner cold wave de alta manufactura que trae a la mente indudablemente la escuela de finales de los setenta, las óperas rock vertidas en los grandes discos siniestros de culto y un mundo descrito así como un sitio donde la vida y el performances han perdido su línea divisoria y todo es indestinguible.
por Miguel Angel Correa
desde felinno.blogspot.com
El dúo de Brooklyn realiza música desde el 2004, Sean McBride (Xeno) y la soprano franco-noruega Liz Wendelbo (Oaklander) fundan su experiencia synth pop como un organismo de belleza insuperable que deja de lado el concepto estándar de como se percibe la música electrónica (gélida, estructurada, calculadora) para abrazar de inmediato la ruptura, la asímetría y dualidades como lo expansivo y la restricción en un mismo track. Finamente construyen lo que para los sentidos serían elegantes siluetas efímeras que armónicamente pueden convivir en un croon desolado o en texturas en layers interminables.
Xeno And Oaklander están a unas semanas de ver el nacimiento del sucesor de "Sentinelle" (salió el 11 de Octubre); el nuevo LP publicado en Wierd Records lleva por nombre "Sets & Lights", que descrito por los músicos, encuentra su fuente de poder en su instrumentación electrónica, en la exuberancia de sus sintetizadores, su contínua evocación a lugares sombríos y a su latido robótico que bien va de la mano con una orquestación bailable que a momentos fantasea con el industrial pop.
Hace poco nos entregaron el primer corte, "The Staircase" que fué acompañado por un video dirigido por Taryn Waldman (Boxmotion) en el que se mostraba al dúo en una claustrofóbica reimaginación del filme de 1965 de Roman Polanski, Repulsión, mismo en el que una Catherine Deneuve deliraba en su papel de Carol Ledoux frente a fantasmas del pasado, fijaciónes, obsesiones y un terrible instinto asesino. "The Staircase" se aproxima a esta estética noir y la explora desde su sonido análogo enriquecido por el amplio movimiento minimal underground en Brooklyn.
Ahora nos presentan "Sets & Lights", la pista que abre el full-length homónimo y que se instala como un burner cold wave de alta manufactura que trae a la mente indudablemente la escuela de finales de los setenta, las óperas rock vertidas en los grandes discos siniestros de culto y un mundo descrito así como un sitio donde la vida y el performances han perdido su línea divisoria y todo es indestinguible.
por Miguel Angel Correa
desde felinno.blogspot.com
Alguien decía que la vida es un gas. También decían que es dulce traspasarla. Viendo este trabajo, parece que lo primero fuera cierto, pus nos topamos con sonidos que son nebulosas, zonas de luz en la oscuridad con ruidos que son puro helio. Sobre lo segundo, parece que no tanto, eso al menos de parte de uno de los involucrados. A Bvdub o conocimos este año gracias a “Tribes At The Temple Of Silence” (Home Normal, 2011), un disco gélido y melancólico, disco que guarda mucha relación con este. Nomadic Kids Republic es una pequeña plataforma al amparo de Home Normal, precisamente quien editó ese álbum, cuya sede se encuentra en Japón, y esta es la referencia número 1, la elegida para estrenar su catálogo. Y el director de ambos sellos es Ian Hagwood, la otra mitad de este enorme trabajo, tanto en resultados como en distancias.
Los títulos que Brock Van Wey escoge normalmente miran el lado triste de la vida (El arte de morir solo, Canciones para un amigo que dejé atrás), casi resignado, y está no es la excepción, lo que no quita que lo que diga no sea la mayor de las veces cierto. De un tono apesadumbrado, “The Truth Hurts”, sin embargo, desprende un halo lumínico, a pesar de que Brock parece que no lo pase muy bien. Grabado entre el Reino Unido y Japón, lugares entre los que reside Ian Hagwood, y China, el gigante país donde vive Bvdub, y contiene grabaciones desde 1999 hasta hoy, un largo trayecto de sonidos que dan vida a un inmenso soundscaping: un vasto paisaje sonoro para escapar y encontrar la soledad de la vida, refugiarse y renunciar. Mike (Smallfish) los presentó, pensando que eran almas gemelas, y luego de esa presentación surge una amistad que da frutos ahora. Field recordings, live recordings, drones, un bocado de ruidos helados en cuatro porciones de prolongada duración. Entre cantos de sirenas perturbadas, “Nothing You Want Will Ever Come True” detiene el tiempo, baja la temperatura y da inicio a una fase climática polar a la vez que soleada. Nada de lo que quieres se hará realidad, pero por lo menos se puede uno conformar con que el futuro puede ser un poco más agradable. Es poco, pero basta. Las voces femeninas que suenan como si hubiesen sido grabadas a metros de distancia hacen que el mar sonoro sea de todo confortable, lo que es aún más claro, diría que de una luz casi prístina en “Beauty Is In The Eye Of The Pretender”, el track dos y en el que las capas extraídas de una cámara submarina se ahogan al salir a la superficie, por entre ecos de esa preciosas voces ininteligibles, por entre esas arpegios de guitarra acústica que tibiamente aparecen. “Lie In Lone” arranca como una pieza de folk la mar se sencillo, ahora con voces masculinas, que paso a paso, en sus veinticuatro minutos da paso a una masa de ambient incorpóreo, áspero, rugosa como el polvo que se encuentra en la nebulosa, alcanzando niveles ensordecedores, insondablemente hermosos. “Your Grand Finale (A Theater Of One)”, de una duración similar a la anterior retoma esa hondura y es en esa inmensidad en la que se perciben rastros de pop de ensueño, coros celestiales filtrados por la mano del hombre, cantos entrecortados, brumas aclimatadas al frío.
La verdad duele, pero el dolor puede ser algo muy adictivo. “The Truth Hurts” lo es. Normalmente a los discos demasiado largos no le solemos dar demasiadas escuchas, caso muy contrario a este. Sus más de setenta minutos no parecen nada ¿Y qué es una hora en nuestras vidas? Pues nada. Perdemos mucho tiempo sin que nos lleve a nada, y si podemos hacerlo de esta manera, y varias veces, podemos llegar a un lugar muy cercano. Podemos dejarnos abatir en él, en su enorme nebulosa brillante.
Hawái.
En una época en la que los sonidos germanófilos no estaban a la orden del día, Richard Fearless y Tim Holmes lanzaron "Satan’s Circus" (2004), un álbum en el que homenajeaban los ritmos metronómicos y las melodías kraut, justo cuando Kraftwerk volvían a la actividad. Y todo esto sucedió hace ya siete años, un considerable periodo de tiempo en el que ha habido que esperar para que el dúo diera señales de vida. Curiosamente, aquellos sonidos están actualmente más en el punto de mira, pero cualquiera que conozca bien la trayectoria de Death In Vegas, sabrá de sobra que siempre hay algo nuevo que esperar con cada LP. No encontraremos entonces en ‘Trans-Love Energies’, el nuevo largo del proyecto de Fearless (ya sin Holmes), intención alguna de oportunismo. Tras tantos años de carrera, lo que se lleve o no se lleve seguramente les traiga sin cuidado, y estas diez nuevas canciones son una clara muestra de ello.
En anteriores entregas se rodearon de grandes voces como las de Hope Sandoval, Paul Weller o Liam Gallagher, pero para acometer esta nueva tarea, ha bastado la de Fearless y la colaboración de la canadiense Katie Stelmanis, del grupo Austra y también colaboradora de Owen Pallett. El resultado es un viaje en el que mezclan elementos de su anterior grabación y de "Scorpio Rising" (2002), además de alguna novedad. El recorrido de ‘Trans-Love Energies’ comienza con "Silver Time Machine", una intro calmada, ambiental, con una voz casi musitada, que hacia su fin se crece y se funde con "Black Hole", una de las mejores pistas del disco, un monolito rítmico de guitarras shoegaze que fluye y fluye hasta elevarte. Otro gran tema llega a continuación: "Your Loft My Acid", siete minutazos y medio de tecno pop espacial, donde la voz de Stelmanis lleva la canción directamente a la pista de baile, con un señor estribillo que seguramente rondará por la cabeza de muchos de ahora en adelante.
El viaje toma un ligero giro hacia una electrónica más oscura y contenida en "Medication" y "Coum". Con "Witch Dance", en la que vuelve la voz de Katie, permanece la oscuridad, recordando bastante la composición a lo que puede hacer Karin Dreijer con Fever Ray, algo que también sucede en ‘Scissors’, el siguiente corte, cargado de misterio y sensualidad. La última parte del disco, formada por "Drone Reich", "Lightning Bolt" y "Savage Love", podría ser catalogada de trilogía, pues pasa del ambient al shoegaze pasito a pasito, con destellos de fuerza que dan paso a la calma para acabar de nuevo enérgicamente. Sin descubrir demasiado territorio desconocido, Death In Vegas ofrece algo que por un lado está a la altura de anteriores producciones, y por otro insufla vida a un proyecto cuya presencia se echaba de menos. Ahora a por la gira.
por quietmansmiling
desde jenesaispop.com
En anteriores entregas se rodearon de grandes voces como las de Hope Sandoval, Paul Weller o Liam Gallagher, pero para acometer esta nueva tarea, ha bastado la de Fearless y la colaboración de la canadiense Katie Stelmanis, del grupo Austra y también colaboradora de Owen Pallett. El resultado es un viaje en el que mezclan elementos de su anterior grabación y de "Scorpio Rising" (2002), además de alguna novedad. El recorrido de ‘Trans-Love Energies’ comienza con "Silver Time Machine", una intro calmada, ambiental, con una voz casi musitada, que hacia su fin se crece y se funde con "Black Hole", una de las mejores pistas del disco, un monolito rítmico de guitarras shoegaze que fluye y fluye hasta elevarte. Otro gran tema llega a continuación: "Your Loft My Acid", siete minutazos y medio de tecno pop espacial, donde la voz de Stelmanis lleva la canción directamente a la pista de baile, con un señor estribillo que seguramente rondará por la cabeza de muchos de ahora en adelante.
El viaje toma un ligero giro hacia una electrónica más oscura y contenida en "Medication" y "Coum". Con "Witch Dance", en la que vuelve la voz de Katie, permanece la oscuridad, recordando bastante la composición a lo que puede hacer Karin Dreijer con Fever Ray, algo que también sucede en ‘Scissors’, el siguiente corte, cargado de misterio y sensualidad. La última parte del disco, formada por "Drone Reich", "Lightning Bolt" y "Savage Love", podría ser catalogada de trilogía, pues pasa del ambient al shoegaze pasito a pasito, con destellos de fuerza que dan paso a la calma para acabar de nuevo enérgicamente. Sin descubrir demasiado territorio desconocido, Death In Vegas ofrece algo que por un lado está a la altura de anteriores producciones, y por otro insufla vida a un proyecto cuya presencia se echaba de menos. Ahora a por la gira.
por quietmansmiling
desde jenesaispop.com
Sintoniza El Sueño del Esquimal, jueves 1 de Diciembre a las 21:00 hrs por Radio Placeres 87.7 fm desde Valparaíso, online además por aquí...
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