Intervenciones, cambios de ánimo, estructuras que se desarman para volver a descifrar los contornos, el tiempo y su movimiento circular traen consigo otros sueños esquimales, como siempre estamos en camino...
edicionesnimia/ejercito de desunión, 2010
Con motivo de las 'nobles' fechas recién pasadas, Ediciones Nimia y Ejercito De Desunión han editado el mismo día 18 de Septiembre a través de la web este Compilado Bimercenario, un muestrario inquietante donde convergen experiencias ruidistas, maquinaria intervenida y miradas que discrepan ante tanto espejismo de orgullo tricolor y rostros extasiados en la pertenencia.
La sacudida necesaria y el derrame hasta un plano extraviado y marginal, los ritmos marciales se cruzan entre frecuencias de radio y atmósferas agobiantes, no hay columnas visibles, más bien es un paseo entre ruinas, restos y cortes desafiantes, como un alma destinada a habitar una niebla perpetua, y van apareciendo... Homúnculo, Dadi Llanquín, La Mano Frappé, Nagasaki, René Del Fierro, Valentina Villarroel, Ejercito de Desunión, Yoyol, Condemetrio Surko, Sieteyseis y Shizma, espacios que se desfiguran, todos en un proceso creativo en constante mutación, será un deleite para los que gustan del noise turbador y el aparataje explorativo enfermo.
La sacudida necesaria y el derrame hasta un plano extraviado y marginal, los ritmos marciales se cruzan entre frecuencias de radio y atmósferas agobiantes, no hay columnas visibles, más bien es un paseo entre ruinas, restos y cortes desafiantes, como un alma destinada a habitar una niebla perpetua, y van apareciendo... Homúnculo, Dadi Llanquín, La Mano Frappé, Nagasaki, René Del Fierro, Valentina Villarroel, Ejercito de Desunión, Yoyol, Condemetrio Surko, Sieteyseis y Shizma, espacios que se desfiguran, todos en un proceso creativo en constante mutación, será un deleite para los que gustan del noise turbador y el aparataje explorativo enfermo.
Raúl Cabrera Hidalgo.
Luego del mini-album para Troubleman Records "Led Astray Washed Ashore" (2009) y algunos singles, ahora podemos sumergirnos en el primer Lp de este dúo afincado en Nueva York y formados por una chica neozelandesa de nombre Tamaryn en las voces y el músico norteamericano Rex John Shelverton.
Juntos se internan por un mundo oscurecido en "The Waves", a medio camino entre lo celestial y lo vicioso, podríamos encontrar líneas directas con el arrebato sónico espacial de Spacemen 3 y el siniestrismo delicado de Siouxsie And The Banshees (pero en estado sedante), en cada paso encontramos un nuevo territorio y todo siempre adornado por la voz abstracta de Tamaryn.
Ya en el primer corte "The Waves", los riffs atmósfericos cortan un poco el aire, hay una brisa sagrada que sobrevuela constantemente el ambiente, como si se tratáse de un trance arcano que se desprende entre ornementaciones propias del sonido lisérgico y una base rítmica que pareciera perderse en la distancia, más aún en "Choirs Of Winter", el nombre ya lo dice todo, sombras en la búsqueda de un arrullo y el frío constante que se apodera del ambiente, pozo fisurado.
Retorna el entusiamo en "Love Fade", saturación y firmeza entrelazadas como cuerpos amantes, se vienen a la mente las estructuras existencialistas de Cocteau Twins y The Cure, el espasmo y la caída nuevamente sollozando pero ahora procesadas en el bosque nocturno.
De aquí en adelante el disco se torna cada vez más ensoñador, elevación expandida que nos hace parte de un universo suspendido entre montañas mágicas, las guitarras se toman el paraje y ya casi no distinguimos la ruta, hasta que llegamos a la estación de "Coral Flower", trazo suave y cristalino que nos arrastra por los recuerdos de un pasado desconocido, la flora esculpida entre cascadas y labios, cadencias que se revelan formando un reflejo a contraluz.
No sé si a este respirar se le pueda encajar en alguna etiqueta como darkwave o shoegaze, quizás Tamaryn se queda en un pueblo limítrofe, en la propia construcción elevada que quedará pendiente para un futuro perdido, lo que queda al final sólo es el deleite, la seducción de un sonido, 'Mild Confusion'.
Raúl Cabrera Hidalgo.
Juntos se internan por un mundo oscurecido en "The Waves", a medio camino entre lo celestial y lo vicioso, podríamos encontrar líneas directas con el arrebato sónico espacial de Spacemen 3 y el siniestrismo delicado de Siouxsie And The Banshees (pero en estado sedante), en cada paso encontramos un nuevo territorio y todo siempre adornado por la voz abstracta de Tamaryn.
Ya en el primer corte "The Waves", los riffs atmósfericos cortan un poco el aire, hay una brisa sagrada que sobrevuela constantemente el ambiente, como si se tratáse de un trance arcano que se desprende entre ornementaciones propias del sonido lisérgico y una base rítmica que pareciera perderse en la distancia, más aún en "Choirs Of Winter", el nombre ya lo dice todo, sombras en la búsqueda de un arrullo y el frío constante que se apodera del ambiente, pozo fisurado.
Retorna el entusiamo en "Love Fade", saturación y firmeza entrelazadas como cuerpos amantes, se vienen a la mente las estructuras existencialistas de Cocteau Twins y The Cure, el espasmo y la caída nuevamente sollozando pero ahora procesadas en el bosque nocturno.
De aquí en adelante el disco se torna cada vez más ensoñador, elevación expandida que nos hace parte de un universo suspendido entre montañas mágicas, las guitarras se toman el paraje y ya casi no distinguimos la ruta, hasta que llegamos a la estación de "Coral Flower", trazo suave y cristalino que nos arrastra por los recuerdos de un pasado desconocido, la flora esculpida entre cascadas y labios, cadencias que se revelan formando un reflejo a contraluz.
No sé si a este respirar se le pueda encajar en alguna etiqueta como darkwave o shoegaze, quizás Tamaryn se queda en un pueblo limítrofe, en la propia construcción elevada que quedará pendiente para un futuro perdido, lo que queda al final sólo es el deleite, la seducción de un sonido, 'Mild Confusion'.
Raúl Cabrera Hidalgo.
Sabíamos que tramaban algo muy bueno y más largo cuando Brad Rose y Eden Hemming, Altar Eagle desde 2008 (y no Eagle Altar, también ellos, pero de teoría y práctica improvisadora), nos presentaban "Judo Songs" (Digitalis Ltd) hace un año y seguían este pasado abril con "Vintage Cats" (Digitalis Ltd). El que es uno de los matrimonios más hiperactivos del indie minúsculo entregaban así dos casetes de edición limitada y se ganaban nuestra devoción sita en el origen de un deleite ambiental que nos balanceaba entre el synth-drone y la distorsión saturada, el dreampop y el noise polvoriento, el shoegaze (shoewave, si se nos permite), la psicodelia de filtro indietrónico – pero evolucionado- y una herrumbrosa producción lo-fi. Cinco temas bañados en metal al óxido, en la primera referencia y cuatro, amarilleados de azufre, en la segunda; con los que no podían sino anticipar un debut en largo, por lo menos, significativo. Y significativo es, y lo es sin duda alguna, el primer larga duración de esta pareja de Tulsa: "Mechanical Gardens"(Type, 2010). Un lugar donde resarcirse en el recreo generoso de una plácida, pero intensa creatividad compositivo-melódico-musical y donde dejarse embriagar por la estética (re)sonante conseguida.
Mechanical Gardens es exactamente eso, un continuum de jardines mecánicos con fines depuradores y lenitivos y medios lisérgicos, drónicos y pop-ambientales. Un espacio para el deleite de los sentidos (pues para eso se conciben los jardines) que amalgama la herencia del primer shoegaze lírico y del primer shoegaze noise, los drones dilatados y la psicodelia de sostenidos sintetizados, la experimentación cósmica, el dreampop vocal coreado a dúo y una indietrónica que reverbera el sonido Warp y del primer Morr, de idolatría Factory y 4AD, y lo perpetúa y revisa con un resultado nuevo, idílico. El que dota de nostalgia oscura y anclajes darkwave a un disco que repite tres de las canciones que encontrábamos en sus anteriores casetes (y una de My Baptist Results, de Eagle Altar) y que completa con otros seis registros oníricos de voces filtradas, velocidades rítmicas oscilantes, beats texturizados, catarsis repentinas, etéreas capas que vaporizan conjuntos sonoros y se cuartean en sí mismas y una intención manifiestamente más pop. En melodías y en propósitos, en cadencias y en estructuras. Nueve piezas que confirman la genialidad de Brad Rose, no sólo cabeza armada de Digitalis (indiscutible cuna de la experimentación ambiental, los drones y la vanguardia indie, de verdad, en múltiples géneros y formatos de edición: cd, cd-r, vinilo y casete) y la revista online Foxy Digitalis, sino también The North Sea, Charlatan, parte de Ajilvsga e Indian Weapons y un largo etcétera entre proyectos propios y colectivos. Y la de su mujer, Eden Hemming, también Wax Ghost o Mass Ornament -con nueva casete publicada en Digitalis Ltd-, (por citar sólo dos de los múltiples proyectos que le ameritan). Nueve jardines de mecánica variable y movimiento libre, aunque pendular; avant-garde de tamices vintage y espacio-tiempos fásicos. De penetrantes y rotos agudos, de dulce ruido nebular. De funcionamiento encadenado y singular. Un colapso visceral en el vergel. Una odisea mecanizada en el edén.
David Cano
para Notodo.com
Mechanical Gardens es exactamente eso, un continuum de jardines mecánicos con fines depuradores y lenitivos y medios lisérgicos, drónicos y pop-ambientales. Un espacio para el deleite de los sentidos (pues para eso se conciben los jardines) que amalgama la herencia del primer shoegaze lírico y del primer shoegaze noise, los drones dilatados y la psicodelia de sostenidos sintetizados, la experimentación cósmica, el dreampop vocal coreado a dúo y una indietrónica que reverbera el sonido Warp y del primer Morr, de idolatría Factory y 4AD, y lo perpetúa y revisa con un resultado nuevo, idílico. El que dota de nostalgia oscura y anclajes darkwave a un disco que repite tres de las canciones que encontrábamos en sus anteriores casetes (y una de My Baptist Results, de Eagle Altar) y que completa con otros seis registros oníricos de voces filtradas, velocidades rítmicas oscilantes, beats texturizados, catarsis repentinas, etéreas capas que vaporizan conjuntos sonoros y se cuartean en sí mismas y una intención manifiestamente más pop. En melodías y en propósitos, en cadencias y en estructuras. Nueve piezas que confirman la genialidad de Brad Rose, no sólo cabeza armada de Digitalis (indiscutible cuna de la experimentación ambiental, los drones y la vanguardia indie, de verdad, en múltiples géneros y formatos de edición: cd, cd-r, vinilo y casete) y la revista online Foxy Digitalis, sino también The North Sea, Charlatan, parte de Ajilvsga e Indian Weapons y un largo etcétera entre proyectos propios y colectivos. Y la de su mujer, Eden Hemming, también Wax Ghost o Mass Ornament -con nueva casete publicada en Digitalis Ltd-, (por citar sólo dos de los múltiples proyectos que le ameritan). Nueve jardines de mecánica variable y movimiento libre, aunque pendular; avant-garde de tamices vintage y espacio-tiempos fásicos. De penetrantes y rotos agudos, de dulce ruido nebular. De funcionamiento encadenado y singular. Un colapso visceral en el vergel. Una odisea mecanizada en el edén.
David Cano
para Notodo.com
Era el momento justo para que Laetitia Sadier incursionara en solitario, después de toda una vidasiendo la voz motora de Stereolab, los que para ser honestos tras el lamentable fallecimiento de Mary Hansen (1966-2002) nunca encontraron nuevamente la inspiración para sus tratados de kraut-pop futurista, ahora sin embargo en "The Trip" sentimos a una Laetitia más suelta, más expresiva, más Sadier.
La francesa ha inundado este trabajo de magnetismo personal y eso cautiva entre canciones placidas que no sencillas, de nuevo quedan claros sus referentes... Brasil, Alemania y por supuesto la chanson, era que no, pero todo armado y entregado perfectamente en celofán abrazador.
Bueno sólo con su voz ya tiene guardado un pedazo de cielo, más aún si se ha hecho acompañar por músicos sensitivos como Richard Swift (además en producción), Rebecca Gates y April March en los coros a lo Hansen (que le quedan perfectos), Julian Gasc y Emmanuel Mario, algunos ya le habían escoltado en Monade (su proyecto paralelo a Stereolab) y eso se nota ya que el conjunto se exhibe compenetrado y cómplice.
Y que hay de las canciones, varias se pudieron apreciar en sus conciertos en Chile a principios de año, ahora crecen con instrumentación entera, partiendo por "One Million Year Trip" y su estructura metronómica, teclados análogos envolventes que se prolongan hacia el loop y su voz siempre presente y acariciando, esa es ya marca de la casa.
El desarrollo del disco es fino y más bien pausado, como en esos coros finales de "Fluid Sand", muy en la onda Tropicalia, "Natural Child" también es entrañable, calmada sin embargo llena de luminosidad y despertar mañanero en medio de una naturaleza libertaria, certeza sonora en la que es imposible no caer rendido.
Pero es en "Statues Can Bend" donde Laetitia otra vez se prueba la corona, demasiado bella, casi a capela la Sadier nos da el regalo más emotivo, llega muy adentro verdaderamente.
Otro punto alto de este trabajo son los covers que trae, uno "By The Sea" original del dúo norteamericano setentero Wendy And Bonnie, le ha quedado apasionante con esa batería sincopada y la guitarra puntillista, realmente esperanzador. El otro es "Un Soir, Un Chien" de los franceses dance-funk-punk Les Rita Mitsouko, 80´s y cabaret a más no poder, muestra el rostro bohemio de la Sadier en su francés natural, de nuevo las teclas y las perillas deslumbran en el salón de baile.
Recomendable sin duda, el impulso y la elegancia.
La francesa ha inundado este trabajo de magnetismo personal y eso cautiva entre canciones placidas que no sencillas, de nuevo quedan claros sus referentes... Brasil, Alemania y por supuesto la chanson, era que no, pero todo armado y entregado perfectamente en celofán abrazador.
Bueno sólo con su voz ya tiene guardado un pedazo de cielo, más aún si se ha hecho acompañar por músicos sensitivos como Richard Swift (además en producción), Rebecca Gates y April March en los coros a lo Hansen (que le quedan perfectos), Julian Gasc y Emmanuel Mario, algunos ya le habían escoltado en Monade (su proyecto paralelo a Stereolab) y eso se nota ya que el conjunto se exhibe compenetrado y cómplice.
Y que hay de las canciones, varias se pudieron apreciar en sus conciertos en Chile a principios de año, ahora crecen con instrumentación entera, partiendo por "One Million Year Trip" y su estructura metronómica, teclados análogos envolventes que se prolongan hacia el loop y su voz siempre presente y acariciando, esa es ya marca de la casa.
El desarrollo del disco es fino y más bien pausado, como en esos coros finales de "Fluid Sand", muy en la onda Tropicalia, "Natural Child" también es entrañable, calmada sin embargo llena de luminosidad y despertar mañanero en medio de una naturaleza libertaria, certeza sonora en la que es imposible no caer rendido.
Pero es en "Statues Can Bend" donde Laetitia otra vez se prueba la corona, demasiado bella, casi a capela la Sadier nos da el regalo más emotivo, llega muy adentro verdaderamente.
Otro punto alto de este trabajo son los covers que trae, uno "By The Sea" original del dúo norteamericano setentero Wendy And Bonnie, le ha quedado apasionante con esa batería sincopada y la guitarra puntillista, realmente esperanzador. El otro es "Un Soir, Un Chien" de los franceses dance-funk-punk Les Rita Mitsouko, 80´s y cabaret a más no poder, muestra el rostro bohemio de la Sadier en su francés natural, de nuevo las teclas y las perillas deslumbran en el salón de baile.
Recomendable sin duda, el impulso y la elegancia.
Raúl Cabrera Hidalgo.
Caminando Por La Costa_____
DUMB MACHINEMaces Of Disruption
distance, 2008
Dumb machine es una agrupacion formada en Portland, Oregon, Estados Unidos en el año 2006, solo han sacado hasta la fecha un album llamado "Maces Of Disruption" del año 2008, su género es ampliamente diverso, donde destaca el uso de máquinas y procesadores de sonido casi elevados hacia otra dimension, aquí se dan cita elementos como el shoegaze, el electro dark o miniwave drone atmosférico, apabullante y fascinante por momentos . un mundo en donde los espacios subterráneos parecen mirar hacia los otros confines del universo imaginario.
Franco Milesi.
Markus Mehr es un músico australiano que editó este año su primer disco llamado "Lava" bajo el sello hidden shoal, su propuesta se mueve entre el ambient electrónico y algo de drones, experimentando con guitarras sampleadas sobre ondas expansivas paisajistas, lo que le da un toque mágico casi androide podríamos decir, es por tanto un album ecléctico de piezas distorsionadas en un lugar espacial donde el tiempo parece jugar con las texturas mas suaves y radicales de la densa o cruda atmósfera volátil., un gran proceso orgánico en la música que va dejando huellas sobre las mas profundas sensaciones auditivas.
Descubrimiento sonoro recomendable.Franco Milesi.
Y además Hawái con cuerpos celestes...
Hawái.
El Sueño del Esquimal extiende nuevamente su manto el jueves 23 de septiembre, desde las 21 hrs. por Radio Placeres 87.7 fm y también en la web para todo el universo en movimiento.
Y además Hawái con cuerpos celestes...
Curioso encuentro este que reúne a dos entes musicales que casi sin pretenderlo han contribuido, una mas que otros, ha ensanchar los límites de aquel arte de vanguardia llamado pop. La historia es la siguente: Brandon Stosuy, colaborador de Pitchfork y hombre detrás de Stereogum, sabiendo el respeto que sentían el uno por el otro, le pidió a Björk y a Dirty Projectors, por separado, que prapararan un show especial, en el Housing Works, un café y tienda de libros en Manhattan, que además es una organización que combate el SIDA de los indigentes. Ambos dijeron que estaban más que dispuestos. La islandesa le preguntó a Dave Longstreth qué hacer para la especial ocasión. Dave dijo “no sé, supongo que me gustaría escribir una puñado de nuevas canciones para que cantemos nosotros”. Y eso precisamente hizo, en unos pocos días. El concierto tuvo lugar el 8 de abril de 2009, y un año después se reunieron para pasar ese show a una grabación, grabación que no duró más de una semana, cantando todos juntos en la misma habitación, a excepción de ciertas y muy limitadas partes sobrepuestas. La inspiración para esas nuevas canciones vino de Amber Coffman, cantante y guitarrista de la banda, quien mientras caminaba por un puente en Mount Wittenberg, al norte de San Francisco, vio a una familia de ballenas y una ballena la vio a ella. Después de esa presentación vino el disco “Bitte Orca” (Domino, 2009), luego unos singles y hoy esto, que continuando con la labor humanitaria, solo se puede descargar del sitio web, desde 7 a 100 dolares, y sus fondos irán a National Geographic para colaborar en un proyecto destinado a la conservación de los ecosistemas oceánicos más delicados.
Tan particular historia no podía desembocar de mala manera, sobre todo por los involucrados. “Mount Wittenberg Orca” es un mini LP de tan solo 21 minutos, y es una especie de sinfonía de bolsillo dedicada a las ballenas, dividida en siete partes, con una instrumentación mínima (bajos, guitarras, algunas percusiones), y principalmente focalizado en las voces. David es Amber, Amber, Angel Deradoorian y Haley Dekle son las ballenas hijas y Björk la ballena madre, la que alegremente nos lleva a la lejana killer whale de “Jóga” –“Homogenic” (One Little Indian, 1997)–. Los juegos vocales de “Ocean” y los de “Beautifil Mother”, especialmente bellos, estos cuando los hijos le cantan a la madre, contienen unas armonías que mucho recuerdan a los Beach Boys de “Smiley Smile” (Capitol, 1967), y buscando dentro de la misma familia, por cierto que a “Medúlla” (One Little Indian, 2004). “When The World Comes To An End” y “No Embrace”, ambos con David delante del resto de voces femeninas provocan el contraste necesario, sin que el papel del hombre se quede detrás. Obviamente este se trata de un trabajo de Dirty Projectors, un capricho más, en el buen sentido de la palabra, al que se suma Björk. Ni compone ni escribe nada, solo suma su interpretación y ese algo más que solo ella tiene. Pero aún así, su presencia no es de aquellas que pasan inadvertidas. Apenas mueve sus labios logra destacar de inmediato sobre el resto. La suya es de esas voces únicas que tienen un cuerpo propio y separado de los demás. Afortunadamente es buena invitada, siempre lo ha sido, y por tanto no se come al resto. Los tres temas en que su intervención es más notoria se acopla a los otros más que se impone, pero inevitablemente destaca un poco más: “On And Ever Onward”, “Sharing Orb” –“Come into my home / Murder my family and leave me alone”– y “All We Are”. Este trabajo corto es una muestra más del talento en expansión de Longstreth, y trae una ola de refresco para la islandesa, luego del muy a pesar mío algo decepcionante “Volta” (One Little Indian, 2008). “Mount Wittenberg” es una obra de una coherencia y continuidad destacable, y una cohesión perfecta entre los (pocos) elementos sobre los que se construye. Una oda a los cetáceos, una mini sinfonía submarina.
Hawái.
The Invisible City
touch, 2010
touch, 2010
Hogar de gente como Ryoji Ikeda, Philip Jeck, Oren Ambarchi, Rafael Toral y, por supuesto, el más conocido de todos, Christian Fennesz, Touch ha servido de punto de encuentro de las voces –lo de ‘voces’ es un decir, pues la mayoría sino toda es música instrumental– mas adelantadas de la música moderna. Una de ellas es la de Benny Jonas Nilsen, BJ Nilsen. Nacido en 1975, el sueco ha desarrollado su carrera desde principios de los noventa, primero como impulsor de una escena en Estocolmo, y ya desde 1999 sacando trabajos, casi todos en la casa inglesa, o en su filial Ash International. Su curriculum habla de un artista “principalmente enfocado en los sonidos de la naturaleza y sus efectos en los humanos, grabaciones de campo y la percepción del tiempo y el espacio como una experiencia a través del sonido, a menudo tratado electrónicamente”.
Como una forma de captar lo que no captamos regularmente, “The Invisible City” aborda a la ciudad como un lugar a descubrir, un lugar en el que habitamos pero que comúnmente no conocemos. “Estaba enfocado en pequeñas situaciones. Cosas a las que tal vez la gente no les presta atención”. Grabado entre el 2008 y el 2009, en el disco confluyen muchos sonidos, unos artificiales –grabadoras de cinta, laptop, órgano, guitarras acústicas y eléctricas, viola (Hildur Ingveldard Gudnadottir), efectos, la mayoría de las veces manipulados– y otros más o menos naturales –field recordings de lugares como su natal Suecia, Islandia, Noruega, Inglaterra, Japón, Portugal y Alemania (en ese país, en Berlín, reside desde hace ya tres años)–. Respecto a esto último, cobra especial interés una de sus varias colaboraciones. Me refiero a sus dos discos junto Chris Watson: “Wind” (Ash International, 2000) y, especialmente, “Storm” (Touch, 2006). En esos discos aquellas grabaciones eran el elemento primordial, y ellos pasaban a ser más un músico-espectador, como en casi todos los trabajos del inglés. En este caso, son un objeto sonoro más dentro de los muchos que hay, el sonido preciso –“No creo necesariamente creo que encender un micrófono en cualquier lugar haga una grabación interesante. Busqué algo con más forma y más claridad para este disco. Los sonidos fueron todos cuidadosamente estructurados y editados para la composición”–. La fascinación y la extrañeza que produce la ciudad se miran en el espejo de este disco, el movimiento perpetuo de una urbe invisible. Sin llegar al silencio, la calma de las armónicas estructuras que fluyen en sus tracks así como la portada del álbum, obra de Jon Wozencroft, hacen pensar en una audición nocturna. En efecto, se trata de piezas que transcurren por la quietud, minimalistas melodías con puntuales destellos, casando el ambient con electricidad drónica. Mas que personas habitando, se trata de fantasmas visitando su antiguo hogar. Guitarras a la manera de Earth (“Virtual Resistance”), arboles muertos apoyándose unos con otros que recuerda viejos espíritus de las montañas del Japón (“Into Its Coloured Rays”), lluvia de sonidos monoaurales (“The Invisible City”).
Antes vino la noche breve. Con “The Invisible City” el sueco logra unir los mundos conviven en una ciudad, mostrar su cara velada, mostrar sus fascinantes caras con fascinantes y apacibles sonidos, la estática del ruido eterno. “Desde que me críe en el campo, la ciudad siempre fue algo que estaba cargado con un montón de excitante energía. Siempre tuve nostalgia por la gran ciudad, pero es un lugar que puede ser a la vez peligroso y bello. Además me encanta la cualidad meditativa que la ciudad puede proveer con su infinito drone de actividad”.
Hawái.
Hawái.
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