Un último soplido y un pestañar, luego ya todo es ruido.
Durante unos años, a mediados de los noventa, Cynthia Dall no fue solo la pareja de Bill Callahan. Fue también la musa que debía mantener el tipo en la banda de su novio (en la que tocaba la guitarra y cantaba) mientras intentaba encajar de la mejor manera las intimidades sobre la relación de ambos que le oía cantar noche tras noche, las que alimentaron el repertorio de Smog en títulos como Burning Kingdom (1994) o Wild Love (1995). Supe de la existencia y del papel de Cynthia junto a Callahan a raíz de esta entrevista, que leí hace más de una década, cuando aún no había adquirido la sensibilidad ni la serenidad necesaria como para ahondar en los discos de Smog como hice después.
A pesar de lo extrovertida y agradable que la retrataba todo el que pudo acercarse a charlar con ella en esas giras hace más de quince años, Cynthia fue una artista reservada y misteriosa (fotógrafa además de músico) de la que supimos poco. Fue, porque nos dejó hace unos días a los cuarenta y un años recién cumplidos. Lo confirmó su familia ayer en un pequeño comunicado del que se han hecho eco escasos medios. Su trayectoria discográfica se reduce a dos discos firmados a su nombre, el último de ellos (Sound Restores Young Men) publicado en 2002, aunque su discográfica ha confirmado que estaba grabando maquetas en la actualidad de cara a un tercer disco. La noticia me chocó enormemente, pues tras muchos meses sin acercarme a sus canciones ni tenerla en mente en absoluto, hace a penas tres semanas había realizado una búsqueda intentando dar con novedades sobre su paradero.
Dan Koretzky y Dan Osborn, fundadores del sello Drag City, apostaron por invertir en un disco de material propio de Cynthia cuando aún no habían escuchado sus canciones. Había total incertidumbre sobre el resultado y creían que quizás registraría una colección de bonitos temas acústicos, pero con un equipo formado por Tom Mallon y Jim O'Rourke a los controles y con Bill Callahan de aliado, lo que salió sorprendió a todos. El disco se editó en una primera tirada sin ningún crédito en la portada que la identificara y sin título, algo que se acabó modificando en las ediciones posteriores. Creo que muchas chicas -Lady Lazarus, Scout Niblett, Edith Frost- se han sacado de la manga discos minimalistas, abstractos y poco cocidos como este a partir de los 2000, pero cuando Dall publicó Untitled en 1996 no había ninguna pisando ese terreno. Quizás Cheralee Dillon o Cat Power en sus primeros trabajos podían ser afines pero desde la distancia (la primera más folkie, la segunda mucho más desoladora). También pienso en Lisa Germano. Lo que proponía Dall podía ser mucho más oscuro y enervante, desde un lugar críptico y en principio acogedor que iba distorsionándose.
Solo una música tan pequeña y tan abierta expresivamente puede provocar imágenes tan encendidas en la mente. Las canciones son breves y la estructura repetitiva, los arreglos las dejan aparcadas en una árida llanura de abstracción. Es como un cuaderno de recortables sellado en clase de plástica: el encanto es reconocer en él los grumos de pegamento de barra bajo las figuras y pelusa de jersey adherida sobre huellas pegajosas en los márgenes de las páginas. Aquí las notas de piano son el puente sobre el que anda todo lo demás, construido en un recorrido que pasa por bancos de espesa maleza ('Lion Becomes Dragon': una pesadilla forestal debatida entre la voz sedada y esa guitarra que acuchilla sin pudor) y por otros despejados en los que sopla la brisa (completamente sola en la canción tradicional rusa no acreditada al final del disco y en 'Berlin, 1945': "A veces, cuando me quito la ropa, odio mi cuerpo y también lo odias tú / porque ningún hombre puede soportar ver a una mujer hermosa con heridas abiertas"); por laderas en las que oscurece ('Bright Night', neblina de alcohol) y en las que se hace de día ('Aaron Matthew': "Mis alas desplegadas expanden tu cielo"; el momento más melódicamente amable y acústico). Junto a Bill Callahan entona lo que parece ser la pieza central del disco, la espaciosa 'Holland' ("Estamos tumbados en la cama / compruebo si estás muerto"), que crece a partir de dos notas de violonchelo adornado con pequeñas marañas de gaita y punteos de guitarra que se quiebran como pequeñas venas. Bill también le acompaña en 'Grey and Castles', el momento más turbador (ese crujido seco de la guitarra, que en vez de cuerdas parece tener acopladas flores muertas) y la letra más dura: "La chica que abandonaste entonces, te tomaba por tonto / Te escribe largas cartas, otra manera de oírse hablar a sí misma".
No es fácil escuchar este disco de un tirón la primera vez. Sus disonancias, su inconstancia y valentía, su carácter de obra menor y espontánea, harán arquear cejas al principio. Pero en el reto está el premio. Gracias, Cynthia.
A pesar de lo extrovertida y agradable que la retrataba todo el que pudo acercarse a charlar con ella en esas giras hace más de quince años, Cynthia fue una artista reservada y misteriosa (fotógrafa además de músico) de la que supimos poco. Fue, porque nos dejó hace unos días a los cuarenta y un años recién cumplidos. Lo confirmó su familia ayer en un pequeño comunicado del que se han hecho eco escasos medios. Su trayectoria discográfica se reduce a dos discos firmados a su nombre, el último de ellos (Sound Restores Young Men) publicado en 2002, aunque su discográfica ha confirmado que estaba grabando maquetas en la actualidad de cara a un tercer disco. La noticia me chocó enormemente, pues tras muchos meses sin acercarme a sus canciones ni tenerla en mente en absoluto, hace a penas tres semanas había realizado una búsqueda intentando dar con novedades sobre su paradero.
Dan Koretzky y Dan Osborn, fundadores del sello Drag City, apostaron por invertir en un disco de material propio de Cynthia cuando aún no habían escuchado sus canciones. Había total incertidumbre sobre el resultado y creían que quizás registraría una colección de bonitos temas acústicos, pero con un equipo formado por Tom Mallon y Jim O'Rourke a los controles y con Bill Callahan de aliado, lo que salió sorprendió a todos. El disco se editó en una primera tirada sin ningún crédito en la portada que la identificara y sin título, algo que se acabó modificando en las ediciones posteriores. Creo que muchas chicas -Lady Lazarus, Scout Niblett, Edith Frost- se han sacado de la manga discos minimalistas, abstractos y poco cocidos como este a partir de los 2000, pero cuando Dall publicó Untitled en 1996 no había ninguna pisando ese terreno. Quizás Cheralee Dillon o Cat Power en sus primeros trabajos podían ser afines pero desde la distancia (la primera más folkie, la segunda mucho más desoladora). También pienso en Lisa Germano. Lo que proponía Dall podía ser mucho más oscuro y enervante, desde un lugar críptico y en principio acogedor que iba distorsionándose.
Solo una música tan pequeña y tan abierta expresivamente puede provocar imágenes tan encendidas en la mente. Las canciones son breves y la estructura repetitiva, los arreglos las dejan aparcadas en una árida llanura de abstracción. Es como un cuaderno de recortables sellado en clase de plástica: el encanto es reconocer en él los grumos de pegamento de barra bajo las figuras y pelusa de jersey adherida sobre huellas pegajosas en los márgenes de las páginas. Aquí las notas de piano son el puente sobre el que anda todo lo demás, construido en un recorrido que pasa por bancos de espesa maleza ('Lion Becomes Dragon': una pesadilla forestal debatida entre la voz sedada y esa guitarra que acuchilla sin pudor) y por otros despejados en los que sopla la brisa (completamente sola en la canción tradicional rusa no acreditada al final del disco y en 'Berlin, 1945': "A veces, cuando me quito la ropa, odio mi cuerpo y también lo odias tú / porque ningún hombre puede soportar ver a una mujer hermosa con heridas abiertas"); por laderas en las que oscurece ('Bright Night', neblina de alcohol) y en las que se hace de día ('Aaron Matthew': "Mis alas desplegadas expanden tu cielo"; el momento más melódicamente amable y acústico). Junto a Bill Callahan entona lo que parece ser la pieza central del disco, la espaciosa 'Holland' ("Estamos tumbados en la cama / compruebo si estás muerto"), que crece a partir de dos notas de violonchelo adornado con pequeñas marañas de gaita y punteos de guitarra que se quiebran como pequeñas venas. Bill también le acompaña en 'Grey and Castles', el momento más turbador (ese crujido seco de la guitarra, que en vez de cuerdas parece tener acopladas flores muertas) y la letra más dura: "La chica que abandonaste entonces, te tomaba por tonto / Te escribe largas cartas, otra manera de oírse hablar a sí misma".
No es fácil escuchar este disco de un tirón la primera vez. Sus disonancias, su inconstancia y valentía, su carácter de obra menor y espontánea, harán arquear cejas al principio. Pero en el reto está el premio. Gracias, Cynthia.
desde
picaduradeabeja.blogspot.com
Desde Toronto a Mónaco el trío Phèdre llega con un pop galáctico bastante freak por momentos, saturador en otros espacios donde la mente se congela y el ruido va dejando surcos tras la danza de los tambores digitales, hacen recordar los proyectos de pop sintético del Sr. Stephin Merritt como The Gothic Archies, The 6ths o Future Bible Idols, tanto por el color de la voz de Daniel Lee cercano al del lider de The Magnetic Fields como por los ambientes amateurs de sintetizadores y cajas de ritmo. Canciones alocadas, vitales y con un genial juego de vocalizaciones entre Lee y April Aliermo, la chica despierta de la banda, también los Phèdre se atreven a mutar atmósferas con una cacharrería espontánea y extensa, algo que los acerca a los primeros Cristal Castles pero con un halo más psicodélico y menos teenagers, tracks como "Cold Sunday" y "Aphrodite" son verdaderos caleidoscopios de sonido lo-fi y con una buena coartada dance, no han inventado nada nuevo pero sus canciones son super disfrutables y suficientemente espasmódicas como para sacar de la neblina hasta es más negado. De pronto muestran su mueca más after-punk en pasos como "Ode To The Swinger", el solapado homenaje a The Jesus And Mary Chain llamado "Love Ablaze" que ha quedado genial con dueto Phèdre, otros rastros que deja su disco debut son la sofisticada pieza "In Decay" algo así como tecno-pop con vista al mar y la más abstracta "Dreams" que pareciera despedir esta verdadera tarde de juerga de los tres amigos por Montecarlo. Música rara y entretenida, perfecta para amenizar tanto movimiento terráqueo-estelar del último tiempo.
Raúl Cabrera H.
Raúl Cabrera H.
LOS EMBAJADORES
Faisanes
michita rex, 2012
Mientras que el común del pop chileno cimienta su sonido en cándidas melodías y líricas algo naive, el quinteto chileno Los Embajadores ha tomado una ruta divergente, en la que aparecen los aspectos más sobrios y densos de la música popular. Su disco debut, "Faisanes", da fe de ello.
Tomando como punto de partida la música romántica de los setenta y ochenta, en "Faisanes" se despliega un interesante abanico sonoro en el que se conjuga electrónica de vanguardia, intervenciones noise y una clara atmósfera onírica. Aunque puede leerse algo ambicioso en el papel, Los Embajadores logran aunar estas referencias sin aspavientos. Por el contrario, en Faisanes existe un excesivo cuidado en la organicidad de sus canciones. No sólo porque muchas de ellas presentan detalles tomados de grabaciones de campo (“Amigo realidad” o la titular “Faisanes”), sino también porque en ellas se expresa un nivel de emocionalidad poco común en la música actual chilena.
Esta inquietud temática -expresada en líricas que reflejan la constante tensión entre la desesperanza, el significado más profundo del amor y las luchas personales en el cotidiano- es uno de los méritos principales de Faisanes: gracias a esto es un disco incómodo, pero no desagradable, que fuerza al oyente a ahondar más en él, siendo recompensado con un sueño oscuro, exuberante y, sobre todo, inquietante.
En Faisanes no sólo hay que quedarse en los estilos a los que se referencia – independiente de que estos se difuminen en un todo consistente – y bien vale adentrarse en la belleza que se construye con su escucha. Una belleza propia, tranquila y maravillosamente contundente.
por Gabriel Pinto
desde michitarex.comFaisanes
michita rex, 2012
Mientras que el común del pop chileno cimienta su sonido en cándidas melodías y líricas algo naive, el quinteto chileno Los Embajadores ha tomado una ruta divergente, en la que aparecen los aspectos más sobrios y densos de la música popular. Su disco debut, "Faisanes", da fe de ello.
Tomando como punto de partida la música romántica de los setenta y ochenta, en "Faisanes" se despliega un interesante abanico sonoro en el que se conjuga electrónica de vanguardia, intervenciones noise y una clara atmósfera onírica. Aunque puede leerse algo ambicioso en el papel, Los Embajadores logran aunar estas referencias sin aspavientos. Por el contrario, en Faisanes existe un excesivo cuidado en la organicidad de sus canciones. No sólo porque muchas de ellas presentan detalles tomados de grabaciones de campo (“Amigo realidad” o la titular “Faisanes”), sino también porque en ellas se expresa un nivel de emocionalidad poco común en la música actual chilena.
Esta inquietud temática -expresada en líricas que reflejan la constante tensión entre la desesperanza, el significado más profundo del amor y las luchas personales en el cotidiano- es uno de los méritos principales de Faisanes: gracias a esto es un disco incómodo, pero no desagradable, que fuerza al oyente a ahondar más en él, siendo recompensado con un sueño oscuro, exuberante y, sobre todo, inquietante.
En Faisanes no sólo hay que quedarse en los estilos a los que se referencia – independiente de que estos se difuminen en un todo consistente – y bien vale adentrarse en la belleza que se construye con su escucha. Una belleza propia, tranquila y maravillosamente contundente.
por Gabriel Pinto
Con un planteamiento que poco tienen que ver con el pop convencional, "Underrated Silence" se podría considerar un disco de ambient, aunque tamizado por el melancólico sonido "Shoegaze", tan de moda en los últimos años.
De hecho la fórmula de este sublime trabajo es producto de la colaboración de dos músicos de similar sensibilidad pero distinto bagaje: el productor alemán y mago de la electrónica Ulrich Schauss, más cercano estéticamente a Tangerine Dream, Vangelis , Phillip Glass y Kraftwerk, y Mark Peters, guitarrista del grupo de dreampop The Engineers, profundamente influido por el sonido que patentaron Cocteau Twins. El producto final es una perfecta combinación de sintetizadores brumosos y cristalinos arpegios de guitarra que ejercen de contrapunto y dotan al sonido del disco de una extraña ligereza y que actúa en la psique del oyente como un aislante, un apacible amniótico que invita a la divagación introspectiva. Lo mejor es que el lector se abstraiga de todo, incluida esta reseña, y se deje balancear por sus delicadas atmósferas de corte cinemático (en ocasiones recuerdan a la banda sonora de "Blade Runner") que se adhieren al subconsciente.
desde
elojocritico.net
De hecho la fórmula de este sublime trabajo es producto de la colaboración de dos músicos de similar sensibilidad pero distinto bagaje: el productor alemán y mago de la electrónica Ulrich Schauss, más cercano estéticamente a Tangerine Dream, Vangelis , Phillip Glass y Kraftwerk, y Mark Peters, guitarrista del grupo de dreampop The Engineers, profundamente influido por el sonido que patentaron Cocteau Twins. El producto final es una perfecta combinación de sintetizadores brumosos y cristalinos arpegios de guitarra que ejercen de contrapunto y dotan al sonido del disco de una extraña ligereza y que actúa en la psique del oyente como un aislante, un apacible amniótico que invita a la divagación introspectiva. Lo mejor es que el lector se abstraiga de todo, incluida esta reseña, y se deje balancear por sus delicadas atmósferas de corte cinemático (en ocasiones recuerdan a la banda sonora de "Blade Runner") que se adhieren al subconsciente.
desde
elojocritico.net
LOU REED & METALLICA
Lulu
vertigo, 2011
Lulu
vertigo, 2011
Por un lado, tenemos a Metallica haciendo el thrash que mejor sabe hacer, con ciertos matices ya que ponen sobre todo la parte instrumental excepto alguna parte cantada por James. Por otro lado está Lou Reed más como narrador que como cantante, lo que le va como anillo al dedo al proyecto, ya que Lulu cuenta una historia. Es importante saber que se cuenta, poder entenderlo. La música va acompañando la narración, es más experimental en las canciones menos narrativas y se torna más ortodoxa cuando Lou deja la poesía abstracta y pasa a la narración más tradicional. La mayoría de las letras están más compuestas por diálogos entre los personajes de la historia que por descripciones o narraciones al uso que Lou interpreta como si se tratara de un actor interpretando el papel de los personajes de la obra. En ocasiones la letra es repetitiva y da vueltas sobre una frase o dos; en esos momentos la música de Metallica estalla, se vuelve más rápida o paranoica, empieza a dar vueltas alrededor de esa narrativa obsesiva que trae Reed.
Para mí el gran acierto está ahí precisamente. Este no es un disco de Metallica ni es un disco de Lou Reed: es un experimento, no solamente musical, sino de formato. La mayoría de las canciones no son siquiera canciones, son más bien atmósferas o ambientes que acompañan a una narración que forma una historia en su conjunto. En mi opinión se trata de un experimento más que interesante y es realmente agradable que venga de la mano de Metallica, que siempre ha apostado por ciertos cambios en su sonido y ha sabido arriesgarse con el paso del tiempo. Y esos riesgos siempre les han traído detractores y haters por doquier: pasó en su día con "Load" y "Reload", pasó con "St. Anger" y si no pasó con "Death Magnetic" fue porque, en aquella ocasión, el grupo jugó más a contentar al fan medio de Metallica.
Lou Reed se convierte en actor, Metallica en un grupo que pasa del noise al Drone pasando por el rock’n'roll más convencional, incluso por el power-pop. Lulu representa una unión de la que, claramente, ambos han salido beneficiados. Es de esperar que al fan de los Metallica más metal o del Lou Reed más pop no les cuadre esta fusión. Es cuestión de abstraerse, de no pensar en Lou Reed o Metallica fuera de este proyecto y escuchar Lulu como un disco de un grupo nuevo que ofrece algo que, además, resulta novedoso, bien armado y que tiene sorpresas aquí y allá.
En mi opinión sí es un acierto si tomamos el disco como lo que es: una rareza. No es lo mejor que han hecho ninguna de las dos partes, de acuerdo, pero es un disco en el que sumergirse, que revisitar, sobre el que volver varias veces y descubrir cosas nuevas. Y todo ello de la mano de un grupo que creo que jamás nos habría sorprendido con un disco de estas características.
por Billy Shears
desde tanakamusic.com
Para mí el gran acierto está ahí precisamente. Este no es un disco de Metallica ni es un disco de Lou Reed: es un experimento, no solamente musical, sino de formato. La mayoría de las canciones no son siquiera canciones, son más bien atmósferas o ambientes que acompañan a una narración que forma una historia en su conjunto. En mi opinión se trata de un experimento más que interesante y es realmente agradable que venga de la mano de Metallica, que siempre ha apostado por ciertos cambios en su sonido y ha sabido arriesgarse con el paso del tiempo. Y esos riesgos siempre les han traído detractores y haters por doquier: pasó en su día con "Load" y "Reload", pasó con "St. Anger" y si no pasó con "Death Magnetic" fue porque, en aquella ocasión, el grupo jugó más a contentar al fan medio de Metallica.
Lou Reed se convierte en actor, Metallica en un grupo que pasa del noise al Drone pasando por el rock’n'roll más convencional, incluso por el power-pop. Lulu representa una unión de la que, claramente, ambos han salido beneficiados. Es de esperar que al fan de los Metallica más metal o del Lou Reed más pop no les cuadre esta fusión. Es cuestión de abstraerse, de no pensar en Lou Reed o Metallica fuera de este proyecto y escuchar Lulu como un disco de un grupo nuevo que ofrece algo que, además, resulta novedoso, bien armado y que tiene sorpresas aquí y allá.
En mi opinión sí es un acierto si tomamos el disco como lo que es: una rareza. No es lo mejor que han hecho ninguna de las dos partes, de acuerdo, pero es un disco en el que sumergirse, que revisitar, sobre el que volver varias veces y descubrir cosas nuevas. Y todo ello de la mano de un grupo que creo que jamás nos habría sorprendido con un disco de estas características.
por Billy Shears
desde tanakamusic.com
Sintoniza El Sueño del Esquimal esta noche jueves 19 de Abril por Radio Placeres 87.7 fm, transmitiendo desde Valparaíso, además en línea por aquí.
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