Ondas de radio en evidencia, la legalidad se encuentra en la gente, nos reunimos una vez más a través de Radio Placeres, firme a la izquierda del dial desde Valparaíso, Chile.
The Seer
young god, 2012
Cuando en 2010 Michael Gira reagrupa Swans la tierra se sacudió, una de las bandas más caníbales e influyentes de las últimas decadas volvía de su letargo prolongado (12 años exactos), Gira busca la compañía de algunos amigotes de antaño y otros no tanto, así tenemos esta nueva encarnación de Swans con Christoph Hahn, Phil Puleo, Thor Harris, Christopher Pravdica y Norman Westberg, desde la tensión metálica y la pulsión que estos delineadores del ruido desarrollan apareció "My Father Will Guide Me Up A Rope To The Sky" (young god, 2010), un disco alucinado, denso y hasta cierto punto cósmico.
La visión se expande, los rostros se iluminan, comienza una nueva inmersión hacia su dilatada trayectoria, la historia de una cración musical espartana, adelantada a cualquier estación previamente determinada y hecha trizas en mano de 'los cisnes', ahora fortificada por el avance del tiempo y las experiencias ejecutadas, 30 años de bagaje independiente, buscando siempre en ese pozo central, interno y desacomodado, con Young God Records a cuestas, descubriendo otros sonidos y dejando una huella firme para nuevos colapsos y convulsiones, no podía ser menos.
Luego de la aparición del disco de retorno, Swans emprende una gira mundial, que a mi modo de ver les ayudó bastante para comprender la fuerza que este temporal concentraba, las piezas elementales se funden a la perfección, mutan y cada paso ya es un desafio. Michael Gira se siente a sus anchas, regresa el guía, un catalizador del instinto primario que produce esta música, "The Seer" entonces es una cumbre, ese instante presciso donde todo esa magia evocadora, malsana, libertaria, fluye como río de lava magnífico, devastando lo convencional para plasmar un nuevo hemisferio de conciencia y actitud, no es sencillo de buenas a primeras poder descifrar un alunizaje de marca mayor, cualquier palabra o esbozo de dirección podría caer en la indolencia o en el entusiasmo desmesurado, sin embargo le daremos cuerda.
Para comenzar decir que "The Seer" ('El Vidente') como buena obra extrema, cuenta con un largo minutaje, vinilo triple, CD doble, 11 cortes en 2 horas de intensidad penitente, partiendo por la solemnidad nefasta de "Lunacy", entrando en un templo pagano de épocas pretéritas que vuelve a iluminarse en la plegaria extasiada de unos feligreces sin misericordia, la atmósfera es apocalítica, el sonido es contundente y lento, a la vez se respira la caída y el arrebato que gime, la voz de Gira marca el ritual adornado por el coro creyente de Alan Sparhawk y Mimi Parker o sea Low, gran colaboración. Disparados en el universo marcial, llega el golpeteo de "Mother Of The World", los bajos suenan como latigazos, las percusiones abrazan las guitarras minimales produciendo un efecto lisérgico, M. Gira gruñe, se sacude y vuelve para liderar la ceremonia más sacrílega, donde la sustancia de Swans se mueve con soltura, maestría ruidista de casi 10 minutos, nos encontramos lejos, muy adentro y no podemos dejar de mirar el altar vicioso. El trayecto es variado, "The Wolf" es una pausa de amaricana desgarbada con zumbidos de ruido blanco, para llegar a las gaitas orgiásticas que abren "The Seer", de nada menos que 32 minutos, el drone, un universo paralelo de pulsaciones intuitivas donde notamos a una banda totalmente conciliada con su esencia explorativa y buscadora, palidecemos, la hoja queda en blanco y el brebaje se torna cada vez más espeso, la marea es oscura y golpea con fuerza, nunca se apagan, los movimientos son certeros y la expresividad desbordada lleva al colapso nervioso, a la elevasión.
Así llegamos hasta un nuevo hallazgo, "The Seer Returns" donde colabora Jarboe en voces, otrora musa de Gira y creadora de una parte también en la vida de Swans, ambos se complementan en una canción nocturna y anormal, la seducción que llega desde la distancia, tenía que ser, nada se olvida y ya era la hora que Jarboe se apareciera por estos ambientes confinados. Las cacofonías espectrales se multiplican, los espacios se vuelven sugerentes, desde la niebla nacen destellos como "Song For A Warrior" con Karen O de Yeah Yeah Yeahs susurrrando en el nido folk atormentado de Michael Gira, buen contrapunto para otro de los momentos altos de la placa, la corpórea "Avatar" que viene sonando en sus últimas actuaciones en directo, trazo radical de percuciones industriosas y ambiente encantado, una cabalgata a través de unas montañas alucinantes que al final podemos vislumbrar entre campanadas y cuerdas duras, así es porque todo termina en un caos profundo, quizás el ruido nunca fue tan desafiante. Que decir de "A Peace Of The Sky", 19 minutos de experimentación majestuosa, un cristal venido desde otro orden, no existe nada de normalidad en esta pieza, todo converge hacia otro tienpo, pasado-futuro quién sabe, quizás estamos escuchando la música que vendrá tras la muerte de la humanidad, ecos oníricos y crujidos abismales se cuelan hasta nuestro limitado conciente, esto es Swans más allá de cualquier género, se trata de 'videncia' creadora mayúscula, como una luminaria que nos orienta desde 'la hondura', sin Dios, sólo la expresividad de 6 jinetes que saben bien clavar la daga, el artista que pieza a pieza ha diseñado el vitral más bello, excelso, lujurioso.
Tenemos a unos Swans fascinantes frente a nuestro rostro, ahora solo queda que demos anchura, soltarse, sacar el habla, adentrarse en este trabajo con esperanza, sin duda de lo mejor que ha salido en mucho tiempo. El disco fue lanzado el 28 de agosto por el sello Young God Records.
Saca tu propia cuenta en los tiempos finales, nueva vida.
Raúl Cabrera H.
Blondes
rvng intl, 2012
Tras debutar en 2010 con “Touched”, un EP que por extensión podría haber sido un álbum, el dúo Blondes presenta ahora su primer trabajo, un disco que, en realidad, Zach Steinman y Sam Haar han venido entregando por fascículos a lo largo de 2011 en forma de singles de vinilo de edición limitada. Y es que en este “Blondes” los dos únicos cortes del todo inéditos son los dos últimos; “Gold” y “Amber”. Cabe entender, pues, que con la edición del disco en doble CD el objetivo de la banda es el de llegar a ese público que se mueve entre los terrenos del indie y la electrónica pero que está poco habituado al consumo de maxis. Bien que hacen. Además, no se olvidan del valor añadido y a los ocho cortes originales les acompaña otro disco con hasta diez remixes de luminarias como Andy Stott, John Roberts, Laurel Halo y Teengirl Fantasy, entre otros.
El volumen se abre con las inspiradísimas “Lover” y “Hater”, y con ellas ya vislumbramos el modo en que ha evolucionado el sonido de los neoyorquinos a lo largo de este último año; enclavado en las mismas coordinadas cósmicas pero considerablemente reforzado en una serie de ideas que les alejan de la estratosfera para acercarlos a la pista (de baile, claro). Así pues, ya en estos primeros cortes nos topamos con unos ritmos más musculosos, unos grooves más envolventes y una estructuras más afiladas que en cualquiera de sus composiciones anteriores. Con el siguiente par de canciones (cabe recordar que el disco, al igual que los maxis, se estructura a partir de conceptos duales y contrapuestos), “Business” y “Pleasure”, descubrimos otro de los giros significativos de la banda, el de abrazar el espíritu del house como punto de partida para enfatizar la pulsión bailable de sus composiciones espirales. Son, sin duda, los dos cortes más enfocados a la pista del pack pero al mismo tiempo siguen manteniendo ese hechizo sideral tan característico del dúo, lo que corrobora su inequívoca personalidad y su más que contrastado savoir faire.
En “Wine” y “Water” nos reencontramos con los Blondes más contemplativos y planeadores, envolviendo la primera con vocales prestadas del pop más gaseoso y fundiendo la ascendencia krautrock y las teclados cristalinos casi-trance en la segunda. Finalmente, las dos composiciones inéditas nos muestran dos caras abiertamente contrapuestas, ya no únicamente en los títulos sino en su sonido; techno denso, sombrío y abrasivo en “Gold” y ambient difuminado, centrifugado y sedante en “Amber”. Observado panorámicamente, el conjunto es un trabajo tan compacto como denso, cuya voluptuosidad puede convertir su digestión del tirón en algo dificultoso pero que, abordado con medida, vuelve a confirmar a Blondes como uno de los grandes baluartes del neo-cosmic contemporáneo.
El disco de remixes ofrece, como suele ocurrir en estos casos, resultados dispares. Entre los más destacables se encuentran el de un John Roberts más experimental y cerebral que nunca, la viscosidad y palpitación maquinal del de Andy Stott, la chispeante y colorista reconstrucción de Teengirl Fantasy, la transformación de “Gold” en una argamasa sonora de texturas arcillosas, melodías desmembradas y cierto poso dub por parte de Laurel Halo o la revisión en clave cósmico-pastoral de Rene Hell. Mención aparte merece el mayestático refix de “Water” a cargo del dúo Bicep. Poniendo el espíritu house del que hablábamos con anterioridad en primer plano, los de Belfast entregan un corte de espíritu clásico y proyección eterna que es una verdadera oda al poder místico de la música de baile. De largo, el más inspirado del conjunto.
por Franc Sayol
desde playgroundmag.net
Impossible Symmetry
pan, 2012
El catálogo de PAN sigue aumentando su poder de atracción en cada una de sus nuevas entregas y no decepciona tampoco la realizada en esta ocasión por Luke Younger, bajo su identidad como Helm. Antes de diseccionar las virtudes de “Impossible Symmetry”, agradecer la labor por elaborar un criterio consecuente dentro de sellos como PAN, Blackest Ever Black, Digitalis, The Trilogy Tapes o eMego y sus diferentes brazos editoriales, consiguiendo hacer que cada anuncio de novedad en su catálogo sea una noticia difundida y celebrada colocándose como spam en gran número de medios (se podría nombrar más, pero no hay que abusar). No solo por el cuidado que ponen en cada una de las entregas , ni el acierto que normalmente tienen, es la capacidad de generar en su catálogo una especie de nexo de unión entre sus artistas que hace los hace reconocibles. En este caso, la entrada de Helm dentro de PAN es todo un acierto. Además, la conexión entre Kouligas y Younger es evidente encargándose del artwork de los anteriores trabajos de Helm, como “Cryptograhy” o “To An End” (en el propio sello de Younger, Alter). Debería siendo oportuno repasar el trabajo de Bankhead y Kouligas tanto con sus trabajos como diseñadores como tras sus respectivos sellos.
Pero volviendo a Luke Younger, recordamos los elogios que recibió el año pasado con su disco “Cryptography” para el sello de Graham Lambkin, Kye. Acierto de Lambkin absoluto. En ese trabajo, dejaba de lado el oscuro drone ambiental y el ruido del previo “To An End”, añadiéndole en sus cinco piezas nuevos matices a las grabaciones con una mayor fijación por percusiones metálicas, gongs, etc. Transformándose en una suerte de alumno aventajado de Lambkin. En este punto, “Impossible Symmetry” se construye con cinco composiciones al igual que el anterior, pero marcado por una mayor carga de experimentación electrónica propia del sello donde se edita. “Miniatures”, abre la puerta de un trabajo que lo aleja de Lambkin y lo acerca hacia un ambiente más propio de lo industrial y se mueve con el crepitar de las atmósferas de Kreng, el detallismo de Cindytalk o la profundidad submarina de Köner. Con este cargamento, sigue evolucionando su lenguaje rítmico hacia el ritual propio de artistas como Black Rain, Regis, Demdike Stare o Raime con una pieza titulada “Liskojen yö”, una auténtica muesca en su revolver que nos conduce entre la decadencia y la sensación de removerse entre nuestras tripas una tensión siniestra propia del suspense, mientras una voz se desvanece en la atmósfera ahogándose y entrecortándose para acabar añadiendo un toque más siniestro a la composición.
La primera parte del disco encerrada en los dos cortes anteriores es, sencillamente, deslumbrante. El imaginario hacia lo desconocido aumenta en este disco y con este enfoque, desarrolla con calma y precisión la segunda parte del disco. Trata de encerrarnos en la neblina de “Arcane Matters” con insistencia, aumentando sin consideración ninguna la presión durante cinco minutos que súbitamente se ven envueltos de voces de niños y el sonido insistente de un gong que da un toque mortuorio dentro del recóndito ambiente. “Stained Glass Drone”, nos sumerge en el ruido mientras los sintetizadores modulan un sonido similar al de las burbujas y te hacen entrar en una turbina submarina con el motor encendido y te conduce hacia sus aspas en movimiento con el peligro de rebanarte piel y huesos, dejando en suspensión toda esa descomposición humana dentro del agua. Punto final con “Above All and Beyond”, donde la viscosidad del drone se intercala con caprichosos sonidos de sirenas y manipulaciones sintéticas, acercándose a terrenos compositivos cercanos a las visiones de Maurizio Bianchi o los más oscuros pasajes de Mika Vainio.
Tal vez, sobre el papel podría existir una mayor concordancia entre su anterior trabajo y el nuevo, pero ya nos advertía Younger titulando al disco “Imposible Symmetry”, que esto no iba a ser posible. En este disco, consigue envolver con mayor precisión una banda sonora mortecina y congelada que va entumeciendo los huesos y calando en tu estado de ánimo. El abismo nunca fue tan atrayente. Un disco sobresaliente, sin duda.
por Fran Martínez
desde conceptoradio.net
Holograms
captured tracks, 2012
Captured Tracks pone mañana una nueva apuesta sobre la mesa. El sello, siempre atento a tratar de coger lo mejor de cada casa, ha ido esta vez algo más atrás en sus coordenadas temporales habituales y en vez de tirar tanto al indie-pop de los 80, ha querido retroceder hasta 1978, hasta el momento en que el punk cambió y pasó a ser la new wave. La culpa es de Holograms.
Nueva Ola, post-punk, indie rock… Las dos últimas coordenadas estelísticas han sido tan manoseadas en los últimos años que es la primera la que hace más apetecibles a los suecos. No se han olvidado de incluir a alguien que toque teclados y sintes, Filip Spetze, para dar color al power-trio que forman el bajista Andreas Lagerström, el batería Anton Strandberg, y el guitarrista Anton Spetze.
De Spetze y de Lagerström es también la responsabilidad de llevar la voz cantante, que puede tirar hacia lo pop y luminoso, como en esa "Chasing My Mind" que ya habéis podido oír, o hacia lo siniestro, gélido y un punto violento como en "Monolith", que abre su dedut.
¿Synth-Punk? ¿Son Holograms el remiendo post-moderno de Suicide? No del todo, porque siempre se toman las canciones de una manera más ligera que la de Vega y Rev. También más de taberna: sus canciones tienen un punto hooliganesco. Precisamente "ABC City" fue la cara A de un single que quitaba el aliento a la vez que daba ganas de jarana. La cara b era para "Hidden Structures", la demostración de que si te llevas ‘Love Will Tear Us Apart‘ de juerga y no te olvidas que post-punk incluye punk en su nombre puedes hacer versiones no acreditadas con gracia.
Se confiesan admiradores de The Gun Club (pulgares arriba) y de más grupos de los que no saben hablar:
“La inspiración es una de las cosas más difíciles sobre las que discutir. (…) Lo único que queremos es hacer canciones, joder. (…) Nunca he hablado de ellas y eso que sí soy totalmente consciente de mi música y de mí como compositor. Pero creo que arruina el misterio y que es mucho más agradable cuando la gente saca sus propias conclusiones. Sólo te diré que no somos autoindulgentes con nuestras canciones.”
Cultivan estética feísta y referencias literarias a montones en sus canciones. Se confiesan semi-arruinados por la música (su última gira europea les dejó tirados en mitad de Francia) y tocan con equipos de más de 40 años. Holograms pueden ser lo que su nombre indica, el reflejo fotográfico en 3D de algo que pasó hace ya más de 30 años. De momento, su debut tiene sangre.
Se confiesan admiradores de The Gun Club (pulgares arriba) y de más grupos de los que no saben hablar:
“La inspiración es una de las cosas más difíciles sobre las que discutir. (…) Lo único que queremos es hacer canciones, joder. (…) Nunca he hablado de ellas y eso que sí soy totalmente consciente de mi música y de mí como compositor. Pero creo que arruina el misterio y que es mucho más agradable cuando la gente saca sus propias conclusiones. Sólo te diré que no somos autoindulgentes con nuestras canciones.”
Cultivan estética feísta y referencias literarias a montones en sus canciones. Se confiesan semi-arruinados por la música (su última gira europea les dejó tirados en mitad de Francia) y tocan con equipos de más de 40 años. Holograms pueden ser lo que su nombre indica, el reflejo fotográfico en 3D de algo que pasó hace ya más de 30 años. De momento, su debut tiene sangre.
por probertoj
desde hipersonica.com
Radioland (Panorámica)
Valence
line, 2012
Al tiempo de hacer un recuento de lo que fue el 2011, me dispuse a escuchar y, sobre todo, a recordar aquellos discos que con mayor fuerza permanecían rondando por mi cabeza. Un año que, por cierto, dio mucho de sí. Y de entre todos esos, tres de ellos, quizás los que una marca más profunda dejaron llevaban inscrito en su cubierta un mismo nombre: Stephan Mathieu. A él pertenecían dos obras hondas como el mar oceánico, que escarbaban en archivos ajenos para entregarlas y devolverlas en un discurso propio, cargado de ambientaciones de tintes oscuros. Esos discos, hermanos en más de un sentido, eran “A Static Place” (12k, 2011) y “Remain” (Line, 2011), dos que se encumbraron en lo más alto de nuestra lista –y debieran estarlo en cualquiera: algún día los sueños se harán realidad y el orden de las cosas será el correcto–, que a fines de año se vio rematado con “To Describe George Washington Bridge” (Dekorder, 2011), single que puso la corona perfecta para una año perfecto para el alemán.
“Radioland (Panorámica)”, su regreso a Line, es un documento de una presentación en vivo, algo que muy bien saben hacer en el sello de Washington. Pero para la ocasión no está solo, sino que viene acompañado de la argentina Caro Mikalef, artista cofundadora del estudio de diseño Cabina, quien ya ha trabajado con Mathieu. La pieza única que abarca todo el CD es originalmente una pieza audiovisual que fue comisionada para el encuentro Panorámica y presentada en marzo 11 del 2011 en el Espacio Fundación Telefónica en Buenos Aires. Pero para ir a ella, debemos primero fijar la mirada en “Radioland” (Die Schachtel, 2008), un disco basado en señales de radio de onda corta procesadas en tiempo real, una inmersión en ese maravilloso universo que es la radio, que pese no siempre mostrarnos y sorprendernos como debiera, aún así depara algunos momentos memorables. Sin embargo, para Mathieu todo lo que sale de ese aparato él lo devuelve como una masa concreta de sonidos rugosos, en los límites de la belleza más insondable. “Radioland” sirve para vislumbrar todo lo que es capaz Mathieu, quien a partir de una premisa sencilla crea una obra oscura y cargada. Pues, su disco para Line es tomar ese trabajo y llevarlo al paroxismo, la exacerbación de una idea hasta los límites de lo real. El alemán por su lado (radio y procesamiento de sus ondas) y la argentina por otro (Columbia phonoharp, e-bows) se encuentran en el camino que lleva a la tierra de las radios. Con un equipo sencillo y muy pocas herramientas a la mano, Mathieu + Mikalef crea una pieza en expansión difícil de controlar. Como el universo mismo, las orbitas cada vez van cambiando y el espacio se va dilatando hasta abarcar lo imposible –siempre me he preguntado, inconforme yo, que hay más allá del universo–, de la misma forma, las ondas radiales se hacen dueñas del espacio, cualquiera que este sea –una sala en Buenos Aires, la habitación en donde uno lo escuche– y ocupan cada uno de sus metros cúbicos. Es este un disco con un enorme poder físico, como también lo es “Remain”, o muchas de las obras de William Basinski, o la serie “Xerrox” de Alva Noto. Electrónica absorta que utiliza recursos que ahora parecen prehistóricos en cuarenta minutos donde el espacio se nubla y esparce y el tiempo se pierde. Para quienes lo conozcan solo de pasada les sonora repetido, para quienes no, una fascinante aproximación a su creación infinita de la mano de su compañera, una variación en cromo primitivo que en sus movimiento largos deja traslucir una quietud inquietante.
El disco de la pareja feliz no es lo único que ha aparecido por las líneas dirigidas por Richard Chartier. Con la misma fecha, febrero de este año, sale editado el estreno de la artista canadiense France Jobin en Line,y que además es el primer disco bajo su nombre real. Jobin es una músico de Montreal que desde hace unos diez años viene editando bajo I8U. Más de una decena de trabajos, la mayoría desconocidos para mí, y que por tanto hacen que mi ingreso en su vocabulario sea del todo nuevo. “Valence” fue creado enteramente desde grabaciones de campo transformadas, inspirado tanto en los enlaces de valencia (VB) y las teorías orbitales moleculares (MO. “Una órbita atómica es una función matemática que describe el comportamiento ondulado de un electrón o de un par de electrones en un átomo. Esta función se puede utilizar para calcular la probabilidad de encontrar cualquier electrón de un átomo en cualquier región específica alrededor del núcleo del átomo. El término puede también referir a la región física definida por la función donde el electrón es probable que esté”. Buscando las zonas en donde se cree se encuentran las partículas más pequeñas de la vida, France crea una órbita en donde los sonidos viajan en campos donde la percepción no es la misma, más cercana al silencio que al ruido, en perfecta sintonía con lo que el mismo Chartier hace. Sin llegar al nivel se sutileza sonora a los alcanza el jefe del sello, los postulados de Jobin de todas maneras obligan a permanecer atentos para no descuidar el instante en que los rumores mudos dejan de ser tal y pasan a ser la banda sonora para este viaje de búsqueda atómica. Siguiendo trayectorias circulares quizás pueda parecer extraño, para mí lo fue, pero efectivamente uno al escuchar cuidadosamente estas tres piezas –entre los dieciocho y los veintisiete minutos– siente y sobre todo imagina a aquella partícula, la más ligera de todas viajar alrededor del núcleo, me imagino orbitando y dando destellos de luz en la eternidad de lo invisible al ojo, ajeno a la vista, pero palpable al oído, el sentido que nos perite ver más allá de todo. Una verdadera y agradable sorpresa la que nos tenía deparada France Jobin, quien crea un universo a partir de lo microscópico, que contrarresta con las inmensidades al vacío teñidas de gris de Stephan Mathieu y Caro Mikalef. Line por dos en el comienzo del año, diez sobre diez.
“Radioland (Panorámica)”, su regreso a Line, es un documento de una presentación en vivo, algo que muy bien saben hacer en el sello de Washington. Pero para la ocasión no está solo, sino que viene acompañado de la argentina Caro Mikalef, artista cofundadora del estudio de diseño Cabina, quien ya ha trabajado con Mathieu. La pieza única que abarca todo el CD es originalmente una pieza audiovisual que fue comisionada para el encuentro Panorámica y presentada en marzo 11 del 2011 en el Espacio Fundación Telefónica en Buenos Aires. Pero para ir a ella, debemos primero fijar la mirada en “Radioland” (Die Schachtel, 2008), un disco basado en señales de radio de onda corta procesadas en tiempo real, una inmersión en ese maravilloso universo que es la radio, que pese no siempre mostrarnos y sorprendernos como debiera, aún así depara algunos momentos memorables. Sin embargo, para Mathieu todo lo que sale de ese aparato él lo devuelve como una masa concreta de sonidos rugosos, en los límites de la belleza más insondable. “Radioland” sirve para vislumbrar todo lo que es capaz Mathieu, quien a partir de una premisa sencilla crea una obra oscura y cargada. Pues, su disco para Line es tomar ese trabajo y llevarlo al paroxismo, la exacerbación de una idea hasta los límites de lo real. El alemán por su lado (radio y procesamiento de sus ondas) y la argentina por otro (Columbia phonoharp, e-bows) se encuentran en el camino que lleva a la tierra de las radios. Con un equipo sencillo y muy pocas herramientas a la mano, Mathieu + Mikalef crea una pieza en expansión difícil de controlar. Como el universo mismo, las orbitas cada vez van cambiando y el espacio se va dilatando hasta abarcar lo imposible –siempre me he preguntado, inconforme yo, que hay más allá del universo–, de la misma forma, las ondas radiales se hacen dueñas del espacio, cualquiera que este sea –una sala en Buenos Aires, la habitación en donde uno lo escuche– y ocupan cada uno de sus metros cúbicos. Es este un disco con un enorme poder físico, como también lo es “Remain”, o muchas de las obras de William Basinski, o la serie “Xerrox” de Alva Noto. Electrónica absorta que utiliza recursos que ahora parecen prehistóricos en cuarenta minutos donde el espacio se nubla y esparce y el tiempo se pierde. Para quienes lo conozcan solo de pasada les sonora repetido, para quienes no, una fascinante aproximación a su creación infinita de la mano de su compañera, una variación en cromo primitivo que en sus movimiento largos deja traslucir una quietud inquietante.
El disco de la pareja feliz no es lo único que ha aparecido por las líneas dirigidas por Richard Chartier. Con la misma fecha, febrero de este año, sale editado el estreno de la artista canadiense France Jobin en Line,y que además es el primer disco bajo su nombre real. Jobin es una músico de Montreal que desde hace unos diez años viene editando bajo I8U. Más de una decena de trabajos, la mayoría desconocidos para mí, y que por tanto hacen que mi ingreso en su vocabulario sea del todo nuevo. “Valence” fue creado enteramente desde grabaciones de campo transformadas, inspirado tanto en los enlaces de valencia (VB) y las teorías orbitales moleculares (MO. “Una órbita atómica es una función matemática que describe el comportamiento ondulado de un electrón o de un par de electrones en un átomo. Esta función se puede utilizar para calcular la probabilidad de encontrar cualquier electrón de un átomo en cualquier región específica alrededor del núcleo del átomo. El término puede también referir a la región física definida por la función donde el electrón es probable que esté”. Buscando las zonas en donde se cree se encuentran las partículas más pequeñas de la vida, France crea una órbita en donde los sonidos viajan en campos donde la percepción no es la misma, más cercana al silencio que al ruido, en perfecta sintonía con lo que el mismo Chartier hace. Sin llegar al nivel se sutileza sonora a los alcanza el jefe del sello, los postulados de Jobin de todas maneras obligan a permanecer atentos para no descuidar el instante en que los rumores mudos dejan de ser tal y pasan a ser la banda sonora para este viaje de búsqueda atómica. Siguiendo trayectorias circulares quizás pueda parecer extraño, para mí lo fue, pero efectivamente uno al escuchar cuidadosamente estas tres piezas –entre los dieciocho y los veintisiete minutos– siente y sobre todo imagina a aquella partícula, la más ligera de todas viajar alrededor del núcleo, me imagino orbitando y dando destellos de luz en la eternidad de lo invisible al ojo, ajeno a la vista, pero palpable al oído, el sentido que nos perite ver más allá de todo. Una verdadera y agradable sorpresa la que nos tenía deparada France Jobin, quien crea un universo a partir de lo microscópico, que contrarresta con las inmensidades al vacío teñidas de gris de Stephan Mathieu y Caro Mikalef. Line por dos en el comienzo del año, diez sobre diez.
Contrail
12k, 2012
Cuando ya han pasado unos largos años, todavía quedan los restos de aquella panorámica azul en la memoria frágil pero aún con algo de funcionamiento. Me refiero a “Solo Andata” (12k, 2009), una obra cargada de matices profundos, de trazos largos y maravillosamente desarrollados. De ese disco permanecen flotando sus hipnóticas telarañas de sonidos acústicos, humedecidos como por algas marinas. Uno de sus apéndices fue “Look For Me Here” (12k, 2009) –pronto, más sobre él en estas páginas: la memoria, como ven, sigue recordando–, y este quizás se vea, en cierto sentido, como una continuación d esas sonoridades, a cargo de solo una de sus mitades.
Kane Ikin, como ya saben, es uno de los dos lados de Solo Andata, músico radicado en Melbourne quien junto a Paul Fiocco ha dado sus frutos de a poco, y ha crecido como un árbol fuerte. Una de sus ramas más recientes fue “Ritual” (Desire Path, 2010), más oscuro que el anterior, ya desde la portada. Ahora toca separarse momentáneamente para darnos un trabajo corto, un single de dos temas en forma de 7” con cubierta de cartón con un solo color, también azul, con el añadido de dos canciones extra en formato download. En un ambiente principalmente analógico, uno con consolas desfasadas y tecnología antigua, este tratado breve sobre los espacios anchos se construye desde le proximidad, con cuerdas de nylon y con sintetizadores fuera de catálogo. Es un disco de estreno, pero el trayecto recorrido hasta ahora, que ha mostrado un camino grato de recorrer, hace que lo de nuevo sea más bien relativo. Es lo primero con su nombre, solo el suyo en los créditos, pero en ningún caso parece el trabajo de un recién iniciado. Su joven sabiduría se traduce en canciones perfectamente armadas, con muy pocos elementos jugando a la vez pero dispuestos de forma tal que el espacio se ocupa en su plenitud, sin rellenar en demasía. Todo en su justo lugar, en su justa duración, madurado y cosechado a tiempo. Los complementos son parte de un mismo todo: “Sailing” tiene su raíz en unas percusiones pareciera que grabadas bajo mar, sacadas en algún sitio cercano a alas de “Quiet Rain” (Cotton Goods, 2010) memoria –el disco de Being aún se retiene en mi mente– para luego derivar en un arpegio de guitarra acústica flotando sobre una manto de ambientación etérea, fantasmal, encrespada en direcciones opuestas, difíciles de coger; “Short Wave Fade” tiene un esquema parecido al anterior, pero lo que antes descendía en algo más próximo a una balada ahora se queda en texturas ambientales, en música despojada de aditamentos que la hagan impresionar a la primera, pero que de toda formas brilla bajo sus lienzos de tonalidades bajas: se llega al mismo estado pero el paso es más lento. Respecto a las piezas principales, esas que se incluyen en el 7”, decir que se encuentran obviamente situadas junto a sus añadiduras, que como dije son una misma. Aún así, están en un territorio superior, si es que se puede estarlo más, en particular una. El otro lado, “A Synthetic Setting”, tiene como base unos choques de ritmos entrelazados, ruidos que dejan der tales entre ventiscas suaves de coloraciones azul marino, todo envuelto y recubierto con un paño gris que a veces deja ver poco de su interior. Por su parte, este lado del disco, “Contrail”, con un inicio que es el característico de todo le demás, pronto se aparta del resto, suelta las amarras y se deja llevar por la corriente. El bello sonido de las cuerdas retumbando en una caja de madera, unas pocas notas que sirven para dejar una huella sobre la canción, con una especie de zumbido que se balancea por detrás de la misma, el eterno balanceo del que hablaba otra canción, mientras todo parece que no fuera más que una simple grabación de campo, en el campo, aunque dando vida a una pieza de naturalidad nada forzada.
En resumen, estas cuatro inmersiones en la levedad del mar en su superficie mantienen vivo el rastro de aquella mancha azul, desperdigadas en poco más de veinte minutos exiguos, y revitalizada por uno de sus responsables quien, uniendo hilos pequeños forma una tela firme y difícil de desgarrar, al mismo tiempo que difusa, tanto como para hacerla más atractiva aún.
Kane Ikin, como ya saben, es uno de los dos lados de Solo Andata, músico radicado en Melbourne quien junto a Paul Fiocco ha dado sus frutos de a poco, y ha crecido como un árbol fuerte. Una de sus ramas más recientes fue “Ritual” (Desire Path, 2010), más oscuro que el anterior, ya desde la portada. Ahora toca separarse momentáneamente para darnos un trabajo corto, un single de dos temas en forma de 7” con cubierta de cartón con un solo color, también azul, con el añadido de dos canciones extra en formato download. En un ambiente principalmente analógico, uno con consolas desfasadas y tecnología antigua, este tratado breve sobre los espacios anchos se construye desde le proximidad, con cuerdas de nylon y con sintetizadores fuera de catálogo. Es un disco de estreno, pero el trayecto recorrido hasta ahora, que ha mostrado un camino grato de recorrer, hace que lo de nuevo sea más bien relativo. Es lo primero con su nombre, solo el suyo en los créditos, pero en ningún caso parece el trabajo de un recién iniciado. Su joven sabiduría se traduce en canciones perfectamente armadas, con muy pocos elementos jugando a la vez pero dispuestos de forma tal que el espacio se ocupa en su plenitud, sin rellenar en demasía. Todo en su justo lugar, en su justa duración, madurado y cosechado a tiempo. Los complementos son parte de un mismo todo: “Sailing” tiene su raíz en unas percusiones pareciera que grabadas bajo mar, sacadas en algún sitio cercano a alas de “Quiet Rain” (Cotton Goods, 2010) memoria –el disco de Being aún se retiene en mi mente– para luego derivar en un arpegio de guitarra acústica flotando sobre una manto de ambientación etérea, fantasmal, encrespada en direcciones opuestas, difíciles de coger; “Short Wave Fade” tiene un esquema parecido al anterior, pero lo que antes descendía en algo más próximo a una balada ahora se queda en texturas ambientales, en música despojada de aditamentos que la hagan impresionar a la primera, pero que de toda formas brilla bajo sus lienzos de tonalidades bajas: se llega al mismo estado pero el paso es más lento. Respecto a las piezas principales, esas que se incluyen en el 7”, decir que se encuentran obviamente situadas junto a sus añadiduras, que como dije son una misma. Aún así, están en un territorio superior, si es que se puede estarlo más, en particular una. El otro lado, “A Synthetic Setting”, tiene como base unos choques de ritmos entrelazados, ruidos que dejan der tales entre ventiscas suaves de coloraciones azul marino, todo envuelto y recubierto con un paño gris que a veces deja ver poco de su interior. Por su parte, este lado del disco, “Contrail”, con un inicio que es el característico de todo le demás, pronto se aparta del resto, suelta las amarras y se deja llevar por la corriente. El bello sonido de las cuerdas retumbando en una caja de madera, unas pocas notas que sirven para dejar una huella sobre la canción, con una especie de zumbido que se balancea por detrás de la misma, el eterno balanceo del que hablaba otra canción, mientras todo parece que no fuera más que una simple grabación de campo, en el campo, aunque dando vida a una pieza de naturalidad nada forzada.
En resumen, estas cuatro inmersiones en la levedad del mar en su superficie mantienen vivo el rastro de aquella mancha azul, desperdigadas en poco más de veinte minutos exiguos, y revitalizada por uno de sus responsables quien, uniendo hilos pequeños forma una tela firme y difícil de desgarrar, al mismo tiempo que difusa, tanto como para hacerla más atractiva aún.
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